CAMPANAS TRISTES. Francisco González, de 40 años, sacristán de la Catedral Metropolitana, toca las campanas a pausas para anunciar la muerte del papa Juan Pablo II.
Plegarias por el eterno descanso

Geovanny Ábrego/Amadeo Cabrera
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Católicos nacionales rezaron por el Sumo Pontífice al enterarse de su fallecimiento.


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Fue un hombre bueno que transmitía siempre mensajes de amor. Él nos enseñó a que estuviéramos en paz.”
Carmen Salinas

Él besó la tierra salvadoreña con humildad, y aquí nos dijo que quería la paz y que se terminara la guerra.”
Benito Palacios

El Salvador tiene mucho que agradecerle, porque en momentos de la guerra vino aquí a dejarnos un mensaje de paz.”
René Aguiluz

Diez minutos después de conocerse la muerte del papa Juan Pablo II, alrededor de cien personas se acercaron a la Catedral Metropolitana de San Salvador para rezar un Rosario. Las miradas tristes eran evidentes en los feligreses que llegaron al lugar.

El ambiente también se vivía en el interior del país: los católicos estaban pendientes de las últimas noticias sobre el Sumo Pontífice desde Ahuachapán, San Vicente, San Miguel y Zacatecoluca; incluso hasta gente de otras religiones (ver nota aparte).

La mayoría de personas se mostró triste por la muerte de Juan Pablo II, y lo recuerdan como la persona que trajo el legado de paz a El Salvador en su primera visita, en 1983, cuando instó a los salvadoreños a ser “artesanos de la paz”.

Ese mismo llamado lo dejó nuevamente en su segunda visita al país, en 1996, cuando pidió que nunca jamás se volviera a la guerra.

“Yo tenía fe en el Papa. Debemos aceptar que se ha ido de este mundo, aunque seguirá vivo en nuestros corazones”, expresó Mercedes Rodríguez, de 56 años.

Para ella será difícil sustituirlo. “Han de tener gente bien preparada para ponerlo en vez de él, pero él era muy carismático, y eso lo hacía más especial”, comenta.

Silvia Rodas, de 55 años, que tuvo la oportunidad de verlo de cerca en las dos ocasiones en que el Sumo Pontífice visitó el país, manifestó que se ha perdido a una persona “con una gran calidad humana” y que, igualmente, será difícil reemplazarlo. “Pueden poner a alguien muy bueno, pero tal vez como él no”, agrega.

María Ventura Meléndez, de 53 años, dice no tener religión, pero lamenta lo ocurrido. “Él tenía paz con todos”, comentó.



“Fue un Cristo en la Tierra”

William Girón, de 36 años y asesor de ventas de un almacén del centro capitalino, seguía de cerca las noticias televisivas sobre el papa Juan Pablo II una hora y media después de haberse enterado de su fallecimiento. Esto a pesar de que es un protestante: “Mi religión es la evangélica”, dice de entrada.

Para Girón, el Sumo Pontífice fue “un buen ser humano”, lo cual era razón para respetarlo, afirma. “Él ha sembrado algo bueno en el mundo y su mensaje fue de paz”, agrega.

Cuatro cuadras abajo de donde estaba este asesor de ventas, Francisco Torres, un vendedor informal, comunicaba a través de un altavoz lo acontecido: “Señoras y señores, estamos de luto, se murió el Papa”, decía.

“Él hizo mucho por la paz en varios países y sentimos su muerte”, agregaba.

Cerca de ahí, en la entrada de Catedral, Bertha Gómez, de 63 años, observaba un póster del Papa, y, con lágrimas en sus ojos, lamentaba la pérdida de quien para ella fue “un Cristo en la Tierra”.