La iglesia se despide
de Juan Pablo II Tributo al pastor El cuerpo del papa Juan Pablo II quedó expuesto ayer en la basílica de San Pedro para que los fieles puedan rendirle tributo. Se espera que dos millones de personas peregrinen hasta Ciudad del Vaticano. |
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Roma trata de recuperarse, sin suerte, de la resaca de dos noches en vela, y anuncia, aparentemente, que está dispuesta a no dormir por una semana, durante los faustos fúnebres de Juan Pablo II. Mientras los mensajes de dolor por la muerte del Papa, sobrevenida el sábado por la noche, se suceden y se convocan celebraciones litúrgicas alrededor del mundo, la histórica capital imperial sigue conmocionada y es atravesada por un constante flujo de personas que peregrinan hacia el Vaticano. Miles de fieles de múltiples nacionalidades volvieron a hacer vigilia en la plaza de San Pedro. Más de 130 mil, según cálculos oficiales, asistieron a la misa solemne celebrada ayer a las 10:30 a.m., la primera misa tras la muerte del Papa. Era el primer día sin Juan Pablo II, la primera jornada de luto, y, pese al sol intenso y el ondear de banderas de diferentes países, en el ambiente se respiraba tristeza, aunque varios asistentes hablaron luego de un cierto orgullo que se tradujo espontáneamente en aplausos al cierre de la celebración, presidida por el cardenal Ángelo Sodano. Minutos antes, el arzobispo Leonardo Sandri había leído con la voz casi quebrada y ante una feligresía emocionada un último mensaje que el Papa escribió días atrás para el ángelus de ayer, segundo domingo de Pascua. “El amor convierte el corazón y da la paz”, decía el texto de Juan Pablo II, que en otro pasaje clamaba por el triunfo del amor para llevar "la paz a una humanidad que parece perdida y dominada por el poder del mal, el egoísmo y el miedo". Para muchos, era como si fuera el Papa mismo quien hablaba. Primeros homenajes Al término de la eucaristía, y mientras la curia, las representaciones diplomáticas ante la Santa Sede y las altas autoridades italianas, con el primer ministro Silvio Berlusconi a la cabeza, rendían homenaje al cuerpo expuesto de Juan Pablo II en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, la plaza volvió a convertirse en campo para múltiples expresiones de cariño hacia el Papa muerto. La base de las farolas que iluminan la plaza se han convertido en improvisados altares repletos de flores, velas encendidas, cartas, pañoletas y fotografías de Wojtyla. Ayer, al pie de una de ellas, un tenor encendió un aparato portátil de música y cantó el Ave María de Haendel junto con un improvisado coro de decenas de los presentes y ante las lágrimas de muchos de los que allí se encontraban. La guatemalteca Araceli Córdoba evita responder las preguntas sobre las posturas de Wojtyla en cuanto a la sexualidad o el papel de la mujer en la Iglesia. El sábado pasó la noche entera en vela, y a punto de marcharse a casa, rondando el mediodía, solo insiste en el mensaje pontifical de unión, de paz. Recuerda especialmente su última visita a Guatemala, en 2002. “Sabía que él era capaz de hablar enkakchiquel, y lo hizo”, relata. Junto a una pancarta en italiano que, sostenida por una veintena de senegaleses, decía “la comunidad musulmana de Senegal comparte la gran pérdida para la humanidad”, Tafa Thiam explica que los católicos son en Senegal una minoría, pero ensalza a Wojtyla. “Nunca tuvimos problemas con él. Era un hombre grande. Trabajó para todo el mundo”. Días atrás, en la televisión española, un corresponsal en Roma aseguraba:
“Ha sido un pontificado demasiado largo como para juzgarlo por un
solo aspecto o para resumirlo. Es muy pronto... habrá de pasar el tiempo”. El cuerpo expuesto del Papa Blanco, eterno Al mediodía, ya las televisiones de todo el mundo reproducían ayer la primera imagen del Papa tras su muerte. Nunca antes se había visto a un pontífice antes de que se cumplieran 24 horas de su fallecimiento, pero ayer, en la Sala Clementina, antes de que lo hicieran las autoridades políticas, un grupo selecto de corresponsales pudo verlo, fotografiarlo, filmarlo y lanzarlo al hiperespacio informativo. Contemplada en directo a través de las pantallas gigantes instaladas en la amplia via della conciliazone, que conduce frontalmente a el Vaticano era una imagen cruda, que rompía con el misticismo de los que rezaban a pocos metros. Ya embalsamado, en un catafalco, con el gesto inevitablemente torcido y vestido con una casulla roja y una mitra blanca, Juan Pablo II ofrecía su presencia inerte como una verdad inapelable. En un clima de recogimiento, y hasta las 4:30 p.m., arropado, con las oraciones de las religiosas polacas que lo atendieron durante todo su papado, el pontífice muerto recibió el respeto de religiosos y de todas las fuerzas políticas de Italia. Hoy le llegará el turno a aquellos que durante el fin de semana le han acompañado desde la plaza de San Pedro.
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