Palabras para El Salvador
1996
Wojtyla también quiso conocer el país en paz


Redacción de Mundo
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En su primera visita, pidió “artesanos de la paz”. Trece años más tarde, el 8 de febrero de 1996, su consigna fue “construir una patria reconciliada en la justicia y el amor”.

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“Vengo como sucesor del apóstol Pedro para confirmaros en la fe, fortaleceros en la esperanza y animaros en la caridad.” Así inició Juan Pablo II su segunda y última visita al país. “Como Vicario de Jesucristo —prosiguió—, os reitero su mensaje, que es un llamado constante a la paz y la reconciliación, al amor y la concordia, a la solidaridad y la justicia.”

Visto que la semilla de paz sembrada nueve años antes había germinado, no dudó en expresar su “gran alegría al constatar que las armas de las partes enfrentadas callaron definitivamente”.

“Proclamo una vez más a Jesucristo que, por ser el único camino de la paz, llama a todos a una sincera conversión, he vuelto para confirmar la obra de mis hermanos, los obispos de El Salvador, en la promoción de la reconciliación nacional.”

“Quiera Dios que la querida familia salvadoreña, probada por tantas formas de violencia en el pasado, encuentre el clima sereno para avanzar por las sendas del progreso y el bienestar, y que los niños y jóvenes, que han crecido en los últimos años en un clima de miedo y temor, puedan disfrutar de un futuro de auténtica paz.”

Esta breve alocución en el aeropuerto de Ilopango dio paso al discurso frente a 600 mil personas junto a Metrocentro: “Ese título divino de Jesús es el nombre de su nación y de su capital; un nombre que les honra y les compromete a ser fieles al Evangelio y al bautismo con que han sido unidos a su Iglesia”.

“¿Qué es lo que ha sucedido en esta tierra bendita, en esta nación cristiana de El Salvador? ¿Cuál ha sido la causa y raíz de tantos males? Al ver tantos sufrimientos, no podemos excluir, como causa última, el pecado que está en el corazón del hombre, ni las responsabilidades personales y sociales de cuantos han contribuido a prolongar esa situación.”

Llamó la atención sobre las causas de tipo ideológico: “En esta área del continente se ha librado en los últimos lustros una continua lucha por hacer prevalecer, incluso con sistemas violentos, ideologías políticas y económicas opuestas, como el marxismo y el capitalismo desenfrenados, las cuales han desencadenado los horrores del odio y de la muerte”.

“¿Cuántos lutos y lágrimas se hubieran evitado si, renunciando al egoísmo y sin ceder a dichas ideologías, se hubiera emprendido un camino de justicia, de fraternidad verdadera, de progreso social”, reflexionó Wojtyla.

“Los años aciagos y tristes que sembraron odio y destrucción y causaron heridas dolorosas, todavía abiertas; pero es este el momento favorable para afianzar el proceso de paz. Solo así se podrá edificar una sociedad nueva con ese espíritu cristiano que, casi al límite de la utopía humana, pero con la certeza de que responde a la voluntad de Dios, llamamos ‘la civilización del amor’”, agregó.