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Mientras los cardenales celebran reuniones secretas en el Vaticano para definir qué tipo de Papa hay que poner al timón de una Iglesia dividida y fragilizada, fieles y teólogos elaboran por su cuenta el retrato perfecto del sucesor de Pedro en el siglo XXI.

Una copia perfecta de Juan Pablo II, un pastor del pueblo, un Papa que venga del Sur, un anciano sabio, un doctrinario intransigente o un gran evangelizador: esta semana en Roma, los purpurados observan las grandes debilidades y necesidades de la Iglesia antes de elegir a sus favoritos para el Cónclave que comienza el 18 de abril.

"El perfil del nuevo Papa debe ser como más le guste a Dios", fue la afirmación contundente del cardenal español Carlos Amigo.

Según la tradición eclesiástica, el soplo del Espíritu Santo inculca sabiduría a los cardenales a la hora de elegir un Papa, pero por ahora, en los pasillos vaticanos parece haber mucho pragmatismo y espíritu político y pocos atisbos de divinidad.

El gran vacío provocado por la muerte de Juan Pablo II y la peregrinación multitudinaria a Roma para sus funerales impulsa a los cardenales a inclinarse por un pontífice que siga el legado de su predecesor.

"El futuro Papa tiene que ser auténtico, con ideas propias que se adapten a las circunstancias y hagan avanzar la Iglesia", matizó el cardenal portugués José da Cruz Policarpo.

Sin embargo, la sombra de Juan Pablo II es tan poderosa que su sucesor probablemente no se atreverá a ir contra sus principales decisiones.

"El próximo Papa debe continuar siendo una presencia sabia y santa, pero tiene que demostrar que está al servicio de la humanidad, especialmente de los más pobres y excluidos", declaró el cardenal brasileño Claudio Hummes, un papable para muchos.

En esta ocasión, los cardenales saben que el nuevo pontífice tomará las riendas de una Iglesia sin grandes amenazas externas pero deberá luchar contra un enemigo que está dentro de casa: apatía religiosa generalizada, nuevas iglesias florecientes en América Latina o falta de adaptación a los nuevos tiempos.

Inevitablemente, deberá dar respuesta a cuestiones urgentes como el celibato de los sacerdotes, la postura de la Iglesia frente a la sexualidad, el papel de la mujer y la manipulación genética.

"Deberá ser un Papa que rehaga la fe y democratice las decisiones de la Iglesia", según el cardenal brasileño Aloisio Lorscheider.

Hablando de cuestiones más prácticas, en los pasillos vaticanos se dice que después de un pontificado largo viene uno corto, es decir que el próximo Papa debería tener entre 75 y 80 años, lo cual excluye a favoritos como el hondureño Oscar Rodriguez Maradiaga, al mexicano Norberto Rivera, al italiano Dionigi Tettamanzi o al brasileño Claudio Hummes.

También se discute sobre si deberá ser menos viajero y ocuparse más de gobernar el Vaticano, pero se coincide en afirmar que debe tener tan buena presencia ante las cámaras como Juan Pablo II.

Otros prestan especial atención a la nacionalidad y subrayan que ha llegado la hora de que el Vaticano mire al Sur. Elegir un Papa latinoamericano sería dar a la región con más católicos del planeta un mayor peso en la cúpula vaticana, pero al mismo tiempo representaría un cambio demasiado radical, aunque muchos son más conservadores que los propios italianos.

Para los teólogos de la liberación, castigados por Juan Pablo II, lo más importante es que el nuevo Papa se deje "guiar por la brújula del Evangelio".

"Cuando la Iglesia se aleja del sufrimiento de los pobres, se aleja del mensaje de Jesucristo", afirma en sus escritos el teólogo brasileño Leonardo Boff, al que Juan Pablo II obligó en el pasado al silencio.

No obstante, en Roma se dice que en los cónclaves se entra Papa y se sale cardenal. A una semana del inicio de la esperada reunión, el purpurado italiano Ennio Antonelli advirtió que todas estas apuestas y teorías se esfumarán en un segundo "con el primer soplo del Espíritu Santo sobre las cabezas de los príncipes de la Iglesia".