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Anunciaron la muerte del Papa a los fieles y proclamarán la elección de un sucesor: dos cardenales, uno chileno y otro español, y un arzobispo argentino se han convertido en figuras claves de este período de orfandad de la Iglesia católica.

"Nuestro Santo Padre Juan Pablo II ha vuelto a la casa del Padre", anunció con voz temblorosa el arzobispo Leonardo Sandri a los miles de fieles que rezaban un rosario en la plaza de San Pedro el día 2 de abril por la noche.

Este religioso, nacido en Buenos Aires hace 61 años, cerró públicamente un capítulo de la historia y el cardenal chileno Jorge Arturo Medina Estévez abrirá otro cuando dentro de algunos días anuncie a los fieles el esperado "Habemus Papam".

Mientras tanto, un español, el cardenal Eduardo Martínez Somalo, se ha convertido en la autoridad máxima de la Iglesia católica, el Camarlengo, encargado de disponer, hacer y deshacer en este periodo.

Esta 'troika' latina cobró una inusitada notoriedad en esta transición, por casualidad o por corresponderles dada su antigüedad una gran tarea.

Todos ellos han sido criticados en sus países de origen por ser demasiado conservadores e incluso estar vinculados en mayor o menor medida con el poderoso Opus Dei.

Sandri, de 61 años, se convirtió en la voz de Juan Pablo II cuando la salud del pontífice comenzó a decaer y se sentía incapaz de pronunciar sus homilías y bendiciones públicas. Igualmente se encargó de la bendición del Angelus cuando la traqueotomía condenó al Papa al silencio en febrero.

Considerado 'número tres' del Vaticano, por detrás del cardenal Angelo Sodano (ex secretario de Estado), Sandri fue también el encargado de leer el mensaje de Juan Pablo II a los fieles en la oración Regina Coeli del domingo 3 de abril, que se convirtió en un mensaje póstumo del Pontífice.

Sandri no participará directamente en el próximo cónclave ya que no es cardenal pero su influencia en los pasillos vaticanos es notable.

Amable pero reservado, sensible a las cuestiones sociales pero intransigente en lo doctrinal, al igual que Juan Pablo II, Sandri es la imagen del poder en la sombra y goza de un gran respeto por haber estado muy cerca del difunto Papa.

Más polémico resulta Medina Estevez, de 78 años, que fue nombrado Protodiácono el 24 de febrero cuando Karol Wojtyla fue sometido a una traqueotomía.

Este cargo de nombre impronunciable significa que será el encargado de salir al balcón del Vaticano y dar a conocer a los fieles del mundo entero que la Iglesia tiene un nuevo pastor, un honor que se adquiere por antigüedad y no por méritos.

"No ha tenido reparos en confesar públicamente que el Vaticano estaba trabajando para evitar el juicio del general Augusto Pinochet", acusa el teólogo español Juan José Tamayo, recordando una de las frases de este cardenal: "La democracia no significa automáticamente que Dios quiera que sea puesta en práctica".

Además, desde su actual responsabilidad al frente de la Congregación para los Sacramentos, sus detractores recuerdan que puede ejercer una función muy peligrosa: "poner el rico mundo de los símbolos cristianos al servicio de causas contrarias a la libertad".

Hasta que llegue el anuncio del nuevo Papa, el español Martínez Somalo concentra, al menos teóricamente, el gobierno de la Iglesia Católica. A este regente le correspondió recibir el acta de defunción de Juan Pablo II, sellar sus dependencias en el Vaticano o preparar el funeral y despedir los restos mortales del Papa.

Criticado también por su cercanía al Opus Dei, Martínez Somalo, de 78 años, es un cardenal fabricado entre los muros del Vaticano, donde ha servido a cinco Papas, y fue uno de los más estrechos colaboradores de Juan Pablo II desde el inicio de su pontificado.

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