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El 18 avo día de abril, 115 cardenales de menos de 80 años de los 117 que componen el cuerpo electoral -un filipino y un mexicano faltarán por motivos de salud- se encerrarán en el recinto de la ciudad del Vaticano, declarado zona de Cónclave (del latín "cum clave", con llave).

Previamente se habrán reunido en congregaciones para debatir sobre el estado de la iglesia y definir el perfil del sucesor de Juan Pablo II, el mediático Papa polaco fallecido el pasado 2 de abril.

El nuevo Papa será elegido en una de las votaciones que se llevarán a cabo en la Capilla Sixtina, mientras que las deliberaciones se realizarán en la Casa Santa Marta, una suerte de elegante hotel dentro del Vaticano.

Aunque podrán moverse libremente por los patios y jardines del Vaticano, siempre que avisen de sus planes con antelación, los cardenales permanecerán aislados durante toda la duración del Cónclave puesto que tienen prohibido todo tipo de comunicación con el exterior, desde el fax, el teléfono, la radio, el correo electrónico o cualquier otro medio.

Al comienzo del Cónclave, los cardenales harán un juramento de silencio. Además de los purpurados, todo el personal de servicio que tiene acceso a ellos deberá jurar que mantendrá el secreto sobre todo cuanto tenga relación con las reuniones so pena de excomunión.

El Cónclave comenzará con una misa votiva "Pro eligendo papa", tras la cual los cardenales se dirigirán en procesión hasta la Capilla Sixtina, lugar de la elección, cantando el Veni Crator "para invocar la asistencia del Espíritu Santo", según la Constitución Apostólica de 1996.

Allá, el maestro de ceremonias pronuncia el Extra omnes! ("Fuera todos" quienes no tengan nada que ver con el cónclave).

Para ser elegido, cualquier cardenal necesitará una mayoría de dos tercios más un voto. Los cardenales no tienen derecho a abstenerse ni a votar por su propia candidatura y juran también que, en caso de ser elegidos, no renunciarán a reivindicar la plenitud de los derechos del pontífice romano.

En la Capilla Sixtina se celebrarán dos votaciones matutinas y otras dos vespertinas. Dos veces al día, una después de cada tanda, las papeletas serán quemadas. El color de la fumata o humareda que saldrá de la chimenea anunciará al mundo el resultado de la votación: negra si no se han logrado los votos requeridos y blanca si se ha elegido Papa.

Este año un repique a fiesta de las campanas de San Pedro se sumará al anuncio del evento, así todo será más claro para la prensa y la muchedumbre de católicos que seguirá el evento por televisión.

Si después del tercer día ningún candidato logra el mínimo requerido, la Constitución establece una pausa de 24 horas, que se dedicará "a la oración, al coloquio (...) y a una breve exhortación espiritual".

Si se producen otras siete votaciones inútiles, se hará otra pausa de un día. Tras siete votaciones negativas más los cardenales deberán decidir un nuevo procedimiento: la elección del Papa por mayoría absoluta o un desempate entre los dos purpurados más votados.

Juan Pablo II fue elegido el 18 de octubre de 1978, dos días después del comienzo del Cónclave, probablemente en la octava vuelta. Durante el siglo XX, la elección más larga duró cuatro días.

El último acto del Cónclave es la pregunta hecha al elegido por tres cardenales: "¿Aceptas tu elección a Sumo Pontífice?" A la respuesta afirmativa seguirá otro interrogante: "¿Cómo quieres ser llamado?"

Tras ser congratulado por los cardenales, el sucesor del Papa polaco, que podrá elegir libremente su nombre, se dirigirá a una pequeña habitación contigua donde lo esperan tres hábitos papales (de tallas pequeña, mediana y grande) y se vestirá.

Acto seguido, saldrá al balcón de la Basílica después de que el protodiácono haya anunciado al pueblo de fieles: ¡Habemus Papam! para ser presentado a la multitud reunida en la gigantesca plaza de San Pedro del Vaticano