DESPIDEN. El embajador salvadoreño en Roma, Roberto Andino Salazar (primera fila), fue parte de la misa que la comunidad salvadoreña ofreció por el alma del papa Juan Pablo II, ayer en Roma. | Comunidad en Roma celebra misa Salvadoreños despiden
al Papa |
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La cita era a la una, pero se empezó con horario salvadoreño. A la 1:45 p.m., el padre Giovanni pidió perdón por su mal español (confesaría luego que era la segunda vez que daba misa en ese idioma), y arrancó la liturgia ante casi un centenar de latinoamericanos, la inmensa mayoría de ellos, salvadoreños. A su lado, banderas y bufandas azules y blancas, y una imagen de Jesús resucitado junto a la de Juan Pablo II. Entre los asistentes, matrimonios jóvenes, familias enteras reunificadas con el paso de los años a este lado del Atlántico, y Roberto Andino, el embajador de El Salvador ante Italia. No vengo nunca a misa, confesaba Walter Urías, de unos 35 años, aún con el uniforme de la gasolinera en la que trabaja, pero como es por el Papa, y de todos modos iba a venir al partido... El partido es el de cada domingo, el que reúne a decenas de salvadoreños en el Instituto Don Orione, donde ayer se celebró la misa, para aplaudir en un campeonato de aficionados. Walter es un antiguo miembro del batallón presidencial que aún recuerda la llegada de Wojtyla a El Salvador en el año 1996. En el cuartel quedó mi foto con él. Fui uno de sus guardaespaldas, cuenta. Despedida y añoranza La ceremonia, animada con guitarra y respetables esfuerzos de los presentes por entonar, se cerró con sonoros gritos de Juan Pablo II, te quiere todo el mundo, iniciados por el sacerdote oficiante. Me hacen falta las pupusas de Olocuilta, mamma mia, comentaba ya en la calle, sin darse cuenta del cruce idiomático, Gloria, una joven de Comalapa que lleva en Europa poco más de un año. A pocos metros, el resto de salvadoreños intercambiaba bromas, recuerdos y planes de futuro. Prefiero a los chicos de allí, o al menos que sean latinoamericanos. Los italianos no saben bailar, se quejaba Alejandra, una adolescente, con gesto de desgana. Walter, el de la gasolinera, se resistía a la
invitación del resto por contar chistes sobre el presidente Saca, probablemente
por la presencia del embajador, quien llegó al país hace tres meses
y por primera vez se reunía con este grupo de residentes. |