FIELES.La imagen de personas que se acercaban a orar por la salud del Papa se hizo muy frecuente este año.
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AFP
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El Papa afrontó este año una racha sin tregua de quebrantos de salud que finalmente lo llevaron a la muerte.

 

El pasado 1 de febrero el Papa fue ingresado en el Policlínico Gemelli donde se le diagnóstico una laringotraqueítis aguda asociada a la gripe que padecía desde algunos días antes, con la consiguiente dificultad para respirar y deglutir.

Tras diez días de hospitalización el Pontífice abandonó el centro sanitario y volvió al Vaticano en el "papamóbil", ante las cámaras de todo el mundo.

Sin embargo, los problemas continuaron y el 24 de febrero las complicaciones respiratorias se agravaron, lo que obligó a un nuevo ingreso en el Gemelli y a una traqueotomía de urgencia para superar esa crisis.

La operación suscitó no sólo la preocupación general, dado la debilidad del paciente, de 84 años, sino la alarma ante la posibilidad de que no fuera capaz de volver a hablar, puesto que ya con anterioridad la enfermedad de Parkinson hacía complicada la fonación.

Algunos consideraron la primera hospitalización muy breve, ante un supuesto interés del Vaticano por dar una imagen de normalidad y presentar al Papa en buen estado, por lo que la segunda vez el ingreso se prolongó dieciocho días.

El 13 de marzo Juan Pablo II salió de nuevo del Gemelli, esa vez en una furgoneta en la que se instaló una cámara para mostrar la aparente fortaleza de Wojtyla.

Unas horas antes de recibir el alta, en el mismo hospital, había seguido el rezo del ángelus asomado a una ventana y dirigido unas palabras de saludo a los fieles congregados en el exterior.

Esas fueron hasta ahora las últimas palabras pronunciadas públicamente por el Papa, que sin embargo apareció varias veces, ya desde el Vaticano, para saludar a sus seguidores, conmovidos y solidarios ante el creciente sufrimiento que se percibía en su figura silenciosa.

Así llegaron los días de Semana Santa, especiales para los católicos y que Juan Pablo II vivió desde el Vaticano, ausente por primera vez en veintiséis años de Pontificado.

El Domingo 27, de Resurrección, marcó un punto de difícil retorno, porque cuando intentó dirigirse a los fieles no lo consiguió y de su boca apenas salió un suspiro ronco.

Las imágenes, dramáticas, mostraron que su aspecto está lejos de ser tranquilizador y la confirmación llegó tres días después, el miércoles 30, cuando un nuevo intento de hablar ante los fieles en San Pedro terminó en fracaso.

En este período se ha advertido la pérdida considerable de peso, consecuencia de las dificultades para ingerir alimentos sólidos, que fuerzan a los médicos a instalarle una sonda nasogástrica para poder aportarle calorías.

Mientras tanto, los comentarios y rumores acerca de su progresivo debilitamiento llegan a los medios y se amplifican, hasta cobrar carta de naturaleza el último día de marzo, cuando un comunicado del Vaticano confirmó que la fiebre ha vuelto y que existe infección en las vías vías urinarias del Papa.