Después de más de 200 años de constituir una Alcaldía Mayor, San Salvador y su provincia, geográficamente delimitada entre los ríos Paz y Goascorán, desde los pueblos de San Pedro Metapán y Santa Ana Cihuateocan —ya llamada Santa Ana Grande–, hasta Santiago Conchagua y el golfo de Fonseca (exceptuando a la Alcaldía Mayor de Sonsonate), por real provisión de 17 de septiembre de 1785 fue elevada a la categoría de Intendencia, siempre dentro de la Gobernación de Guatemala y la Real Audiencia.
Pedro Antonio Escalante Arce /Academia Salvadoreña de la Historia
Fue una categoría administrativa establecida por los nuevos tiempos de la monarquía, con la dinastía de los reyes Borbón, instalada en Madrid desde 1701, a partir de Felipe V, y que tanto incidió en el futuro hispanoamericano. Después de San Salvador, fueron creadas las Intendencias de Chiapas, Nicaragua y Honduras, las tres en 1786. San Salvador será Intendencia española hasta 1821.
Así, se inició un cambio de sistema político, judicial, económico y hacendario, con una racionalización del poder y una centralización absolutista como no se había conocido en el nuevo mundo. Esto socavó, definitivamente, el virtual estado de autonomía con que se manejaban las provincias americanas y, con ello, se acentuó la dependencia respecto de la metrópoli. Dentro del vasto plan reformador, fue punto vital la creación del sistema de Intendencias, con funciones de gobierno, administración, fomento económico y hacendario; así como competencia en lo judicial, con supervisión general por los intendentes y la específica ejercida por los tenientes letrados. Asimismo, estaban las funciones de sostenimiento y promoción de milicias y tropas, aunque sin mando militar. Todo esto: “Les confería una amplísima jurisdicción y un poder formidable, que siendo ejercido con estricta sujeción a las órdenes de Madrid, tendría como resultado (…) dar nueva vida a las colonias y hacerlas servir a los intereses centrales de la monarquía”, (Eduardo Martiré, “1808”, 2002).
En el campo económico, la Corona inició la liberalización del tráfico mercantil y de la navegación con el Reglamento de Libre Comercio entre España e Indias, promulgado en octubre de 1778, por el rey Carlos III, el más grande y conspicuo representante del reformismo Borbón. Asimismo, el comercio por el Pacífico fue liberado de muchas de sus ataduras y, en las provincias hispano-salvadoreñas, Acajutla volvió a una actividad considerable. Las Intendencias comenzaron en Cuba y Luisiana, creadas por Carlos III, así como hubo una en Sonora y Sinaloa y una Intendencia de Ejército y Real Hacienda en Caracas. Estos son antecedentes, pues el impulso de las Intendencias americanas, en realidad, comenzó con la Ordenanza del Río de la Plata, o de Buenos Aires, en enero de 1782, con el virreinato dividido en ocho Intendencias.
En el Reino de Guatemala, muy pronto se introdujo el nuevo sistema político, que le iba a dar a las regiones un principio de autonomía y sería piedra miliar en su historia, por haber surgido de la Intendencia sentimientos de autonomía que irían creciendo con las circunstancias propias de cada jurisdicción. En San Salvador y su provincia, la Intendencia significó tomar conciencia de su situación de ser la parte más rica de la América Central de la Real Audiencia y la mayor productora de tinta añil, que ahora con la liberación comercial entraba a tener expectativas de mayores incentivos para su envío a Europa y alcanzar altos precios. Pero esto era algo que salía del ámbito de San Salvador, controlado el mercado añilero por las grandes casas comerciales y exportadoras de la Ciudad de Guatemala, ya instalada en su nueva ubicación del valle de la Ermita, como la Nueva Guatemala de la Asunción. Los productores de añil de San Salvador, grandes y pequeños, con los cientos de poquiteros (criollos mestizos, ladinos, mulatos, incluso indígenas) que producían la mayor parte de tinta, esperaban que la Intendencia significara una mejor situación de precios y mercado.
En particular, la riqueza añilera, el abundante comercio y el desarrollo agrícola impulsaron a la Corona a nombrar la primera Intendencia en San Salvador, con real provisión dada en Madrid, por Carlos III, el 17 de septiembre de 1785; que, por no ser un mando con características militares, se designó como Intendencia-corregimiento en agosto de 1791. La Intendencia de San Salvador se erigió según la Ordenanza de Intendentes de Buenos Aires, que estuvo vigente en Centro América hasta la Ordenanza de Nueva España, dada en diciembre de 1786.
Inicialmente, la nueva Intendencia fue dividida en cuatro partidos, o jurisdicciones: San Salvador, con la cabecera, así como Santa Ana Grande, San Vicente de Austria y San Miguel. Posteriormente, los cuatro partidos se aumentaron a 15, y a los originales cuatro se añadieron San Juan Olocuilta, Santa Lucía Zacatecoluca, Santa Catalina Usulután, San Francisco Gotera, San Alejo, Santa Bárbara Sensuntepeque, San Juan Opico, Santo Tomás Tejutla, San Juan Chalatenango, San Pedro Metapán y San Juan Cojutepeque. En cada cabeza de partido, se fijó la residencia de un subdelegado de intendente, además de las autoridades propias. La Intendencia fue antecedente inmediato para la creación del Estado en 1823-1824.
San Salvador va a transformar un tanto el aspecto de rusticidad que siempre había tenido, pues era una ciudad pequeña donde la parte urbanizada pronto cedía paso a los campos circunvecinos y a los numerosos pueblos indígenas que, como una camándula humana, lo rodeaban por los puntos cardinales, excepto por el occidente, donde solamente asomaba Santo Inocentes Cuzcatlán, emblema de la historia. Algunos pueblos eran verdaderos arrabales de la ciudad y los caminos inmediatos se veían muy frecuentados. La Intendencia será de gran importancia para la ciudad, adquirirá cierta prestancia y verá instalarse una nueva burocracia de gobierno, así como de la Real Hacienda, además de los de la Administración de Correos, la Dirección de Estancos, la oficina directora del Real Montepío de Cosecheros de Añil, y todo el engranaje indispensable para el buen funcionamiento de los cometidos reformistas de la Ordenanza de Intendentes; además de los encargados de la Junta de Vacunas, que desde 1805 combatieron las epidemias de viruela con vacunaciones masivas, en un verdadero alarde de sorprendente modernismo para San Salvador.
Texto y fotos cortesía de la Academia Salvadoreña de la Historia.
ES IMPRESIONANTE CUANDO SE ESTA EN EL EXTRANJERO, VOLVER A LEER SOBRE LA HISTORIA DE NUESTRA PATRIA, Y RESULTAN MAS INTERESANTES ESTOS DATOS HISTORICOS, QUE HAN SIDO TAN RELEVANTES EN EL DIARIO VIVIR NUESTRO, QUE EMOCION Y SENTIMIENTOS ENCONTRADOS, GRACIAS POR ESTAS PUBLICACIONES EN ESPECIAL A LA ACADEMIA SALVADOREÑA DE LA HISTORIA FELICIDADES.