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Cupido llegó bailando


Escrito por Gloria Flores

Graciela Chicas es una joven salvadoreña de 28 años que había viajado a Estados Unidos para visitar a su familia y cursar estudios del idioma inglés. Planeaba estar en ese país por un año, aunque tenía la oportunidad de ampliar su estadía a dos. La pérdida de uno de los seres más queridos -su mamá, que vivía en El Salvador- la hizo impulsó a quedarse más tiempo del planificado en Estados Unidos.

La atracción entre la pareja nació aquella noche al ritmo de la música. Graciela se encontraba con un grupo de amigas. Ross Neil, un joven de 25 años nacido en el Estado de Carolina del Sur, había llegado a la discoteca a celebrar su cumpleaños y graduación, también en compañía de amistades.

Ross y Graciela intercambiaron miradas y sonrisas en la pista de baile, hasta que él, al ritmo de la música, decidió acercarse a ella. Por algunos unos minutos, los dos grupos de amigos bailaron juntos, pero luego, ellos se separaron para poder bailar solos.

Conversar en la discoteca no era fácil por el alto sonido de la música, así que Ross decidió utilizar su teléfono celular y escribir en él para que ella leyera el texto y le respondiera por el mismo medio.

Cuando la noche finalizaba y cada quien retomaría su camino, Ross pidió a Graciela su número telefónico, pero, como buena salvadoreña, temió darle un dato personal a alguien que, aunque le parecía sumamente atractivo, era un desconocido. Ella mintió diciendo que no tenía celular, pero le dio su nombre para que la buscara, por supuesto, en Facebook.


La amistad inició gracias a esa red social. Ellos comenzaron a “chatear” a través de Facebook y luego de un par de semanas intercambiaron sus números de teléfono y acordaron su primera cita.
“Ross tiene una sonrisa bonita y unos ojos azules hermosos. Es súper responsable y trabajador; es muy caballeroso, romántico y amoroso”, describe Graciela a Ross, que ahora es su esposo. Fueron novios por un año y siete antes de que se comprometieran.

El 1 de enero de 2012, Ross invitó a Graciela a dar un paseo por la espectacular costa National Harbor, ubicada en el condado de Prince George, en el estado de Maryland. Como en las más románticas de las películas, miraban el atardecer cuando él le pidió a Graciela que cerrara los ojos por un momento. Cuando los abrió, Ross sostenía en cada mano a Mickey y Minie Mouse. Disneylandia había sido la feliz y colorida sede de sus últimas vacaciones juntos.

Ross le pidió una vez más que cerrara los ojos. Esta vez, al abrirlos, encontró al que considera “el hombre de su vida” arrodillado frente a ella con una cajita verde, de esas aterciopeladas, en las manos. Y entonces llegó la inesperada pregunta por casi todas esperada: ¿Te quieres casar conmigo? La escena no pudo ser más clásica: ella rompió en un feliz llanto e inmediatamente vino un firme “sí”.

La boda se celebró el 22 de septiembre de 2012, en Estados Unidos, nueve meses después de haberse comprometido. La pareja vive actualmente en Virginia. Ross ya visitó El Salvador, en una visita que tenía como propósito presentar a Ross al resto de su familia y mostrarle el lugar donde ella creció.

“A Ross le gustó mucho El Salvador, quedó encantando con las pupusas revueltas”, dice Graciela. Ambos planean viajar nuevamente al país, en un plazo cercano, ya que desean celebrar la boda también aquí.