Creímos que el cerro se nos venía encima

Dependiendo de la edad, de la zona donde se encontraba o de los lugares que recorrieron, cada persona tiene recuerdos distintos sobre una tragedia en común ocurrida hace tres décadas. Sin embargo, quienes lo vivieron de cerca por su profesión ligada a la noticia tienen un panorama más amplio sobre lo ocurrido y comparten sus testimonios.

Beatriz Calderón

El terremoto de 1986 se mantiene como un vívido recuerdo de quienes pasan de cuatro décadas de vida, por la magnitud de los daños que ocasionó, no solo estructuralmente sino en las familias. Ese día, y los posteriores, murieron aproximadamente 1,500 personas.

Ricardo Segura, quien actualmente coordina su vida para ser fotoperiodista de un periódico local y socorrista a la vez, dice que el día del terremoto acababa de ir por las tortillas del almuerzo que le mandó a comprar su madre.
Se encontraba en San Marcos, donde una pedrera se derrumbó causando una espesa nube de polvo que se extendió en los alrededores e hizo pensar a los habitantes de la zona que el cerro “se venía encima”, cuenta Segura. Esto provocó que, incluso, personas salieran de sus viviendas hacia la calle cubiertas solamente con una toalla. Hasta los perros se veían afectados. Uno lo mordió y no le “soltaba el pantalón”, recuerda.

Segura cuenta que la tragedia del terremoto no culminó cuando la tierra cesó de vibrar bajo sus pies. Los siguientes seis días, acudió junto a su hermano Omar Landaverde a ayudar a recuperar los cadáveres de las personas que murieron en la colonia Santa Carlota, donde las calles se abrieron y varias personas quedaron atrapadas. Como retribución a la ayuda, les daban leche, arroz o frijoles, que ellos llevaban a su madre. Por la noche, realizaban rondas en la misma colonia por la delincuencia que había.

Gran parte de la colonia Santa Catalina se hundió con el terremoto

Gran parte de la colonia Santa Catalina se hundió con el terremoto

En los días posteriores, Ricardo recorrió las zonas afectadas del centro de San Salvador. Cerca del parque Libertad, recuerda haber visto un vehículo en el que habían personas muertas, tras haber sido embestidas por la pared de una estructura que se derrumbó.

Manuel Carranza, un camarógrafo ya jubilado del canal estatal, también recuerda la experiencia de ese día, al tener que trasladarse a los lugares afectados.

Relata que aún al siguiente día habían casas incendiándose y, al tercer día después del terremoto, continuaban extrayendo cadáveres del edificio Rubén Darío. El edificio, emblema de la tragedia de ese año, se mantenía esos días custodiado por la Guardia Nacional y la Policía Nacional para que la gente no se acercara y corriera más peligro por la fragilidad de la estructura ya colapsada. Ese representa para Carranza uno de los momentos más impactantes de la tragedia.

Pero en medio de todo el caos, afloró mucha solidaridad. Segura dice que una fábrica de velas en San Marcos que quedó destruida invitó a los vecinos a que acudieran a tomar velas para que les sirvieran de lumbrera mientras la energía eléctrica era reconectada. La caída de los postes mantenía a oscuras San Salvador.

“Fíjese que uno queda así como picadito, como que, “yo tengo que estar ahí, tengo que ayudar, tengo que ver como ayudo”, dice Segura, quien hace unos quince años decidió unirse a Comandos de Salvamento.

EL DAÑO TAMBIÉN ALCANZÓ MEJICANOS

Ricardo Segura

Ricardo Segura

Aunque la atención se centró en el centro de San Salvador, el impacto del terremoto alcanzó también la zona de Mejicanos, según el relato de Julio Grande, periodista y docente desde aquella época.

Para entonces estaba alrededor de los 20 años de edad y había conseguido su primer empleo como periodista en el periódico “La Noticia”. Por la gravedad de lo sucedido, todo el personal de ese rotativo pasó a reportear para LA PRENSA GRÁFICA, que era parte de la misma empresa editorial, y a él le tocó dar cubertura a las afectaciones en el municipio de Mejicanos.

“Fue un acontecimiento que por primera vez yo lo vivía, y uno como periodista debe hacerle frente a la situación, aunque uno también esté preocupado, porque tenía mis hijos y mi familia que había de una manera atender, emocionalmente y todo eso. Sí fue una experiencia muy, entre comillas muy grata en términos profesionales pero lamentable para el país, para la capital completamente”, explica.

Aunque no hubo víctimas graves que lamentar en esa zona, sí hubo también daño en las construcciones. Según él, al menos centros escolares dos tuvieron que ser reconstruidos en su totalidad.