Una bandera amarilla como escudo para la guerra

Ricardo Flores

Jhonny se hizo socorrista por la guerra. Una mañana de febrero de 1983 vio cómo unas 30 familias de Nueva Concepción (Chalatenango) y San Luis de la Reina (San Miguel) llegaron a un pequeño puesto de socorro de Comandos de Salvamento en Ciudad Delgado, en la periferia de la capital salvadoreña.

Pedían apoyo debido a que abandonaron el lugar solo con lo que tenían puesto por temor a los constantes enfrentamientos entre la guerrilla y el Ejército. “Venían con niños en brazos y muchos eran ancianos. No traían ropa ni comida, algunos venían enfermos”, recuerda.El encargado de ese puesto de socorro era José Natividad de la O, uno de los fundadores de Comandos de Salvamento. Improvisó un pequeño campamento en un predio baldío y comenzó a perifonear a los vecinos que se acercaran para ayudar a los recién llegados, a los desplazados por la guerra. Édgar Jhonny Ramos, de 13 años, fue uno de los voluntarios que se sumó al llamado.Hizo grupo con otros jóvenes que se acercaron para apoyar y se fueron a los alrededores a pedir ayuda, lo que fuera: alimento, ropa, medicamentos y más. Después optaron por ir más lejos y visitaron mercados y otros lugares para recolectar ayuda. Así, sin pensarlo, Jhonny se hizo socorrista, se convirtió en miembro de Comandos de Salvamento.

Los estatutos de la Asociación Comandos de Salvamento se publicaron en el Diario Oficial el 20 de agosto de 1962, aunque sus miembros aseguran que su fundación ocurrió dos años antes en Ciudad Delgado. Un libro que contiene memoria fotográfica del trabajo de la entidad, reeditada recientemente, consigna que su uniforme en sus inicios consistía en un pantalón verde olivo, una camisa blanca donde estampaban una cruz verde, para diferenciarse de la internacional Cruz Roja. Sin embargo, Jhonny nunca vistió así. La razón: la institución decidió cambiar el uniforme a mediados de los setenta: se trató de un overol café quemado, con la idea de que pudiera cubrir las manchas de sangre.

A inicios de la guerra civil, Édgar Cornejo Díaz, considerado el padre de Comandos de Salvamento, propuso una nueva modificación en el color del uniforme para que ambas partes en conflicto “pudiesen reconocer desde lejos a los socorristas”. Así nació el overol y las banderas amarillas siempre con el mismo emblema de la cruz verde.

Este martes de enero de 2017, Jhonny viste una camisa con esos colores 34 años después de aquella mañana que decidió “servir al prójimo” y “aliviar el dolor de mi semejante”, pese a los regaños y la desautorización de su madre porque consideraba “una labor peligrosa” debido al conflicto armado. Además, reconoce Jhonny, su madre era una de las muchas personas que pensaba que los socorristas eran solo un “grupos de vagos”.

Jhonny, de piel morena y abundante cabellera, está sentado en el centro de una de las salas de la sede central de Comandos de Salvamento: una casa vieja ubicada a unas cuadras al oriente del Centro Histórico de San Salvador, de techos altos y paredes de madera cubiertas por diplomas descoloridos y fotografías que muestran lo trágico que resulta vivir en este país: terremotos, inundaciones, huracanes como Mitch y Stan, el deslave de Montebello y la guerra civil.

En este cuarto, que hace las veces de oficina de Roberto Cruz, el director de la institución, Jhonny comienza con un tímido resumen sobre las anécdotas que recuerda del conflicto armado. La primera es la llegada de aquellas familias desplazadas al puesto de socorro en Ciudad Delgado y que terminaron albergadas ahí durante dos meses hasta que lograron ubicar a familiares o amigos con mejores condiciones.

Después, más animado, Jhonny cuenta que unas horas antes de que la ofensiva final guerrillera estallara en la periferia de la capital, trabajaba como radio-operador cuando recibió notificación de que dos de sus compañeros estaban retenidos por la insurgencia en una casa de seguridad cerca de la Universidad de El Salvador.

Recuerda que se vistió con el overol y llegó a la zona por donde funcionaban las oficinas del Instituto de Vivienda Urbana (IVU), “se escuchaban disparos y de repente, en una calle cercana, iba una ambulancia de la Cruz Roja, con sirena y luces, escuchamos que alguien gritó ‘apagá esa babosada’ y le lanzaron una bomba incendiaria”. La ambulancia, dice, se quemó por completo, pero lograron sacar a los socorristas de Cruz Roja y recuperar a los dos compañeros. “Eso fue como a las 5 de la tarde, luego oscureció con combates por todos lados y al día siguiente, nos levantamos con una ofensiva”.

Jhonny reconoce que el conflicto armado fue la escuela para que Comandos de Salvamento “agarrara experiencia” y poder entrar en los diferentes lugares donde había heridos tras los combates. “Donde quiera que había enfrentamiento llegábamos y evacuábamos a la población de ambos bandos, porque esa es nuestra misión. Sin importar nada”, dice con un mirada de satisfacción.

Dos de las cosas aprendidas durante la guerra, según Jhonny, fueron caminar agachados en los lugares donde ocurrían los enfrentamientos y, además, portar una bandera en alto. Eso se convirtió en una señal de que estaban ahí para brindar socorro.

“En cierta ocasión llegamos a la avenida Juan Bertis, de Ciudad Delgado, por donde funcionaba la farmacia La Salud, nos asomamos en la esquina y sacamos la bandera. Inmediatamente le dispararon, la dejaron toda llena de agujeros. Esa era señal de que no querían que entráramos, dimos la vuelta y nos regresamos”, dice Jhonny a modo de ejemplo.

“La bandera siempre fue nuestro escudo. Ambas partes sabían, al ver el emblema, que éramos nosotros y que estábamos ahí para ayudar a los heridos sin importar que fueran del Ejército o de la guerrilla”, dice.

La experiencia que obtuvo Comandos fue tal que el mismo Ejército les pedía apoyo para poder sacar a sus heridos de las zonas de combate. Jhonny recuerda, como si fuera ayer, una ocasión que recibieron una llamada de un capitán de la Cuarta Brigada de Infantería, ubicada en El Paraíso (Chalatenango), porque ellos no podían ingresar a uno de los cerros de la zona donde la guerrilla los mantenía sin poder salir y con casi una decena de soldados heridos.

“Esa vez llegamos a la brigada, nos atendieron muy bien y nos explicaron el plan. Agarramos camino y durante el viaje nos topamos con un grupo de militares que mantenía un bombardeo hacia el cerro para intentar dispersas a los guerrilleros. Les pedimos que cesaran el combate mientras subíamos a apoyar a sus compañeros heridos. Así lo hicieron, entramos y hablamos con los muchachos; pero el caso fue que al bajar con los heridos el carro que andábamos nos quedó atascado. Por eso, los guerrilleros dejaron sus fusiles y nos ayudaron a empujarlo para que pudiéramos salir con los soldados heridos. Esa anécdota me dijo mucho sobre el respeto que nos ganamos en la guerra”, dice Jhonny mientras manipula el folleto con el compendio de fotografías, entre las cuales resaltan las del conflicto armado.

La experiencia y el respeto que Comandos se fraguó durante el conflicto trascendió las fronteras pasado el conflicto y firmados los Acuerdos de Paz: Stephen Gleason, un asesor del expresidente estadounidense Bill Clinton, propuso en 2001 a Comandos de Salvamento como candidato para recibir el Premio Nobel de la Paz.

Sobre los Acuerdos de Paz que se firmaron entre la guerrilla del FMLN y el Gobierno en 1992, Jhonny dice que como institución sabían que tras esa firma “íbamos a enfrentar una posguerra. Mucha gente se iba a desmovilizar y sin oportunidades de trabajo”. Eso, a juicio de este socorrista que sigue como voluntario todas las tardes tras salir de su trabajo como conductor de una ambulancia en FOSALUD, les suponía un reto que hoy es realidad. “La diferencia es que antes sabíamos dónde estaba el conflicto, sabíamos quiénes estaban en conflicto. Identificábamos a las personas que estaban en conflicto, si nos acercábamos era por riesgo y cuenta propia. Hoy no sabemos quién anda armado, quién es quién, quién es de un bando o de otro. A la par de nosotros pueden estar y nos pueden agredir”.

Jhonny va más allá y remata su experiencia con esta frase: “En aquel entonces sabíamos cómo hacer. Hoy no nos dejan entrar a ciertos lugares, nos toca esperar a los lesionados hasta un lugar más seguro”, en referencia a la violencia social que se vive en el país después de 25 años de firmados los Acuerdos de Paz.

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