Para las elecciones presidenciales anteriores, los candidatos Shafick Hándal, Elías Antonio Saca, Rafael Machuca y Héctor Silva firmaron un convenio en el cual se comprometían a respetar los resultados de la contienda electoral, sin declaraciones y protestas que supusieran fraude o engaño en el proceso.Nos preocupa el que las cúpulas de dirección no controlen a sus partidarios, y que en un momento, dado el fanatismo pasional de estos, se desborde en actos que después todos lamentaremos.”
Escrito por Mauricio Loucel
El pacto fue firmado en un hotel capitalino y fue propiciado por la Universidad de El Salvador, la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas y por la Universidad Tecnológica de El Salvador, y el pacto se cumplió. Uno de los candidatos no elegidos se pronunció, no en contra de los resultados, sino adversando la clase de propaganda utilizada por el partido ganador.
Para estas elecciones hemos empezado a percibir un clima de antagonismo denso y peligroso, cargado de una hostilidad que puede fácilmente volverse caótica y violenta. Nos preocupa, sobre todo, el que las cúpulas de dirección no controlen a sus partidarios y que en un momento dado el fanatismo pasional de estos se desborde en actos que después todos lamentaremos.
Se impone, por lo tanto, una acción preventiva que diluya esa hostilidad y que mande a las bases un mensaje de apaciguamiento. No estamos pidiendo que se abandonen los elementos de control que son un derecho y una garantía para los diversos partidos, sino que, ejerciendo con eficacia esta labor, estén dispuestos a garantizar el reconocimiento de los resultados.
Lamentamos que no se haya legislado una reforma electoral propiciadora de un ambiente más diáfano y cristalino. Ya hemos sostenido que tenemos uno de los sistemas electorales más atrasados de América, pero también hemos afirmado que la culpa es de los partidos políticos, que por mantener incólume la partidocracia y su manifiesta exclusión tienen ahora que aceptar las reglas que han mantenido y permitido ellos mismos. Reconocemos que lo anterior dificulta los intentos que hagamos para concertar cualquier arreglo, pero hay que intentarlo por varias razones, de las cuales solo mencionaremos dos:
Lograr la paz en este país después de la guerra ha significado esfuerzos sostenidos de madurez y responsabilidad democrática. Por esto sí debemos felicitar a los políticos. Hace algunos días relataba a un congresista chileno que después de firmada la paz, no se disparó más un solo tiro. Me sentí orgulloso de contarlo, quiero seguir sintiéndome orgulloso de esa paz que tanta sangre les costó a los salvadoreños.
La otra razón importante es la necesidad que tendremos de enfrentar conjuntamente la crisis financiera mundial. Es precisamente ahora cuando los diversos actores políticos deben demostrar su madurez y capacidad para flexibilizar su accionar y entender que el futuro solo podrá construirse a base de una ineludible e impostergable colaboración.
Intentemos algo que permita que este proceso sea digno de la confianza de los salvadoreños y en el que se respete la voluntad legítima del pueblo. El más pequeño gesto en este sentido puede ayudar más allá de lo que suponemos. El Salvador merece todo nuestro compromiso en este esfuerzo.
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