Las elecciones de este domingo, por muchas falencias lamentables, señalan a nuestra sociedad la necesidad de evolucionar en aspectos relevantes como la forma de elegir alcaldes y diputados que respondan a sus electores y no a las cúpulas de los partidos; que se elimine la agresividad de los militantes, estimulada por la polarización de las cúpulas, y que no se líen más a pedradas por un poste o una calle, o más grave aún con armas de fuego.“Esta debiera ser la última elección en que escogemos diputados por lista y no por nombre. Pronto debiéramos pasar a ordenamiento territorial con menos municipios.”
Rafael Castellanos
El domingo elegiremos alcaldes, de demasiados municipios en tan pequeño territorio, y diputados que no conoce la mayoría. Se eligen en medio de una campaña que ha desnudado las falencias del sistema, además de una violencia electoral que harta a la población por lo larga, polarizada y tensa, y contraria a la alegría que representa en otros países.
La parte estructural. Tenemos demasiados municipios para un territorio tan pequeño. Podemos fácilmente administrar mejor el país con no más de cien, y sería una administración más eficiente, que brindaría mejor servicio a los ciudadanos aprovechando la sinergia de una mayor masa crítica para lograr ventajas económicas, de infraestructura y demás.
En municipios rurales aislados, con poca población, su acoplamiento a municipios cercanos facilitará, por concentración de población, tener mejores servicios de educación, salud, sanidad de agua, infraestructura, administración. Es evidente.
En el Gran San Salvador y a futuro en los crecientes municipios de La Libertad -hacia donde crece la ciudad- las administraciones conjuntas o asocios harían más fácil y eficiente resolver los grandes problemas de sus habitantes: transporte colectivo, seguridad, calles y aceras sin ventas ambulantes, recolección y disposición de la basura y recuperación de grandes espacios inutilizados que servirían a intereses comunes en forma rentable.
En cuanto a los diputados -probablemente también son muchos- lo más relevante es, como hemos dicho muchas veces, que elegimos a funcionarios que no responden a nuestros intereses, sino a los de las cúpulas de los partidos que los designan.
En una democracia, el balance de poderes, tan necesario para su salud, lo da la independencia de poderes. El actual sistema está diseñado de modo tal que favorece que el Ejecutivo controle a los otros órganos del Estado.
Eligiéndose los diputados como ahora, su lealtad es con la cúpula del partido que los elige. Votamos por el partido, no por ellos, y su posibilidad de acceder al poder está condicionada a ser escogidos por la dirigencia.
Si el partido llega al poder, la presidencia maneja al partido, que a su vez maneja a los diputados. Estos eligen a la Corte Suprema de Justicia, Corte de Cuentas, Fiscalía y procuradores, así que los partidos son los que permiten el que los funcionarios mencionados accedan a esos puestos. ¿A quién le deben fidelidad? ¿Con quién deben quedar bien? No con el ciudadano a quien juran servir, sino con el partido. La independencia de poderes es una utopía en estas condiciones.
Esta elección debiera ser el inicio del fin de un obsoleto sistema electoral que debemos modificar por uno mejor, que responda a las necesidades de la sociedad.