“Uno es hombre; ellos son hombres. Uno anda bien puesto y ellos también. En la calle hay que tener cuidado…”
Colocho, piel blanca, delgado, con un gorro que le tapa la mitad de la frente, Rubén “el Chele” Monterrosa, de 21 años, explica lo que significa dar la cara por un partido político en la calle, esa que según las órdenes que le dieron a él y a sus compañeros, debían conquistar.
Son las 8:30 del viernes 9 de enero. La ciudad de Santa Ana ha amanecido apacible, con un clima templado. El pequeño camión va cruzando las calles y avenidas ante la mirada —algunas de apoyo, otras de desaprobación— de los santanecos que a estas alturas y al igual que el resto del país ya viven los últimos días de la campaña proselitista. El camión, con calcomanías y motivos azules, blancos y rojos del partido ARENA se dirige hacia la casa de campaña del municipio. Ahí recogerán algunos materiales y el comando de pinta y pega se aprestará a pintar “un murito”.
—¿Y ustedes son periodistas, verdad? —increpa el Chele.
— Sí.
— ¿Y qué andan buscando?
— Algún relajo, quizás.
—Ja, ja, ja… de esos puede haber hoy. Hace un mes hubo uno en Metrocentro. Machetazos y todo, con los del PDC.
El Chele, como la gran mayoría de la cuadrilla de once miembros, vive en la peligrosa colonia Lamatepec, pero se distingue del resto de la cuadrilla porque hoy su atuendo es llamativo. Además del gorro negro con el logo de “Vamos con todo”, porta unas gafas de cristal traslúcido que le deja ver los ojos, un pañuelo negro con puntos blancos alrededor del cuello, y unos guantes también negros. Cualquiera diría que va con todo y que va preparado para todo, menos para pintar murales de apoyo al candidato a alcalde local. Su jeans azul, su camiseta arenera y sus zapatos abundan en manchas de pintura como fiel evidencia de varias semanas de trabajo.
El incidente en Metrocentro al que se refiere ocurrió cuando supuestamente fueron a verificar que les estaban dañando propaganda cerca de Metrocentro. Cuando llegaron, comenzaron los insultos. El error, aseguran, fue haber ido a verificar en desventaja numérica. El motorista del camión de ARENA retrocedió y pasó golpeando, sin querer, en el brazo a uno de los activistas verdes. Ahí comenzó la violencia. Un machetazo destrozó el parabrisas. “El Chele” estaba ahí y fue perseguido varias cuadras por los otros supuestos activistas. Todos huyeron de la escena, comenzando por los del otro bando.
Ese fue el último choque de violencia entre ambos. Pero este viernes de enero, quién sabe, la tregua podría romperse. O no.
El camión se estaciona sobre la avenida Fray Felipe de J. Moraga donde se encuentra la casa de campaña en el municipio. Faltan unos minutos para las 9 de la mañana. El Chele es de los primeros en bajarse, con cigarrillo en mano. Es el segundo de la mañana. El primero lo probó una hora antes cuando se reunió con el resto del equipo en la sede del partido, una casa colonial, de gruesas paredes y de balcones de madera sobre la 9ª calle poniente. Ahí, en un cuaderno, plasmó su nombre y su firma. Lo mismo hicieron los otros, unos 20 más. El cuaderno era una especie de planilla de empleados y en la cabecera de la página estaba escrito el nombre de la agrupación encargada de la pinta y pega arenera, un nombre tan intrépido como sugerente: Batallón Los Rangers. Probablemente los legendarios militares estadounidenses entrenados para vigilar y cuidar territorios en Texas y Arizona se sorprenderían de saber que inspiraron la creación de grupos de apoyo proselitista.
—Somos así, nos mandan a la calle a darnos duro trabajando. Ponemos el pecho por el partido…
En la casa de campaña, Rafael Escobar, el jefe departamental de pinta y pega reúne a los muchachos y les explica que por petición del dueño, deben pintar el muro que está enfrente. Es un muro que rodea un antiguo taller mecánico de unos 150 metros de largo y que a Escobar no le recuerda otra cosa que no sea la imagen de la Muralla China.
Justo en la acera que está a la par de la pared hay un rótulo que complica la decisión de dónde colocar el nombre del candidato Lemus. Unos opinan aquí, otros que allá.
— Da igual, ahí ve, lo mismo te van a pagar, las mismas gracias te van a dar— ríe Escobar.
El Chele y el resto de los integrantes de la cuadrilla fueron contratados para la campaña, y aceptaron un salario de $100 a la quincena. A algunos les hicieron preguntas para comprobar que eran del departamento. A otros les bastó que un miembro de la Juventud Republicana Nacionalista los recomendara. Escobar, hoy por hoy, mete las manos en el fuego por cada uno de los que lo acompañan en las tareas de pinta y pega aunque acepta que vienen de contextos difíciles. El Chele, por ejemplo, ya ha estado a punto de salir detenido y ha tenido enfrentamientos verbales y hasta físicos con la Policía. Él dice que son por cosas injustas.
— Antes se nos metían muchos mareros pero eso lo frenamos desde la campaña de Tony (Saca). A veces nos pasaba que ya en el terreno dos no trabajaban porque eran de la pandilla contraria. Otras veces eran mujeres de la vida alegre. Ahora buscamos un perfil.
Entre otras cosas, lo que se piden es que sean correligionarios del partido. Muchos son seducidos por los $200 mensuales; Escobar dice que se encarga de averiguar que no sean infiltrados.
Las brochas lamen el muro como lenguas. Un segundo comando Ranger ha llegado a apoyar la pintada de la Muralla China. Pasan las horas y la pared se torna tricolor poco a poco. El ambiente es alegre. Con breves interrupciones, como cuando una señorita pasa caminando y es objeto de besos y frases que le “agradecen” por sus gracias, o como cuando un carro de un partido contrario pasa cerca. En espacio de tres horas, al menos media docena de carros pasaron sonando las bocinas, insultando a los brigadistas areneros. La respuesta de estos siempre fue instantánea, casi instintiva.
Por la tarde, a eso de las 2, después de un almuerzo improvisado en la sede del partido, la asignación es otra.
—Lo que toca es limpieza de vallas. Los otros partidos andan preocupados porque ya no hayan que hacer y por eso nos dañan nuestra propaganda. No sabemos quiénes son pero el mismo dí a arruinaron las del FDR y las del FMLN— dice Escobar.
La meta es eliminar la pintura negra que está sobre las vallas que exhiben a los candidatos a diputados y alcalde en Santa Ana por el partido ARENA. Los primeros intentos por remover la pintura no funcionan. Primero prueba el Chele, luego “Cabezal”, luego “Shakira”, luego “Chayanne” y por último el “Chaneque”. Ninguno lo logra. De pronto, el Chele descubre que hay un plástico que recubre las vallas que puede ser removido. Una sonrisa brota del rostro de todos. Pero pese al hallazgo, la tarea en esas dos vallas que están a la entrada de Santa Ana, dura horas, hasta cerca de las 5 de la tarde.
Las brigadas de pinta y pega del FMLN fueron más herméticas. Diversas solicitudes para acompañar esos pequeños comandos en todo el país no obtuvieron respuestas positivas. En algunos casos se argumentó que los recursos se estaban guardando para el cierre de las campañas; en otros, que había que solicitar permiso a las jefaturas.
Dos días antes de la jornada en Santa Ana, el 7 de enero por la noche, un largo comando efemelenista estaba en plena actividad sobre el Bulevar Constitución. Pertenecían al comando de campaña del municipio de Mejicanos, en el departamento de San Salvador. Sobrepasaban las cien personas; un bus los transporta junto a diversos vehículos. No permitieron fotografías y casi todos remitieron a que se hablara con el coordinador de la brigada.
Habían comenzado temprano en la noche en la colonia La Gloria, de ese municipio, y habían avanzado hacia el sur, sobre el bulevar Constitución. Ahí, además de colocar propaganda efemelenista, bajaron al menos tres rótulos de Norman Quijano, candidato a alcalde por San Salvador. Días después, los activistas areneros hicieron lo mismo.
— Lo importante es que andamos pintando y pegando en paz— dijo una de las integrantes de la brigada efemelenista.
— ¿Y si pasa alguien pasa en algún vehículo y los ataca?
— ¿Usted qué haría?
— Probablemente, defenderme.
— Ya ve. Pero nosotros no andamos con violencia.
Una semana después, Soyapango abrió sus brigadas de proselitismo para la prensa. La casa de campaña está ubicada en pleno centro, sobre la 6.ª avenida norte, y cualquier tarde que se pasa por ahí siempre hay gente afuera. La mayoría jóvenes, los mismos que participaron en diciembre en la pinta y pega del municipio. Pero este tipo de proselitismo ya se terminó explica José Miguel Arévalo, ejecutivo de campaña del FMLN en el municipio más poblado del departamento de San Salvador.
Arévalo estaba preparando los últimos detalles para el cierre de campaña en ese municipio. Atendía el teléfono sin parar así como también a diversas personas que llegaban al local a preguntar por las actividades. Pero la mayor parte de personas eran jóvenes, estudiantes en su mayoría, integrantes de la juventud efemelenista. Llegan a la casa de campaña —esa que es paralela a la avenida Cuba— ya casi entrada la noche. Muchos llegan con algún distintivo rojo. Otros, no pocos, con un atuendo menos revolucionario. Camisas azules, cafés, gorras amarillas…
Así apareció María José Méndez, de 19 años, con su blusa rosada y un jeans celeste. Acaba de graduarse del bachillerato y aunque quiso continuar los estudios en la universidad dice que el dinero que gana su mamá como promotora social de la alcaldía soyapaneca no alcanza para los estudios de ella y sus hermanos.
— Voy a tener que trabajar y conseguir un trabajo de medio tiempo el otro año para poder estudiar fisioterapia— dice.
Desde el inicio de la campaña ella formó parte de los brigadistas. Tiene tres años de pertenecer a la juventud del partido.
— Es que desde chiquita he pensado así, toda mi familia es igual.
La mamá de María José, Yanira Méndez, de 43 años, fue una de las personas que quedaron detenidas en Suchitoto, el año pasado, tras un enfrentamiento de civiles con la Policía.
— Desde entonces, me cae mal la Policía, no la puedo ni ver.
Pero ahora que que hay policías cercanos a ella, sobre la avenida Cuba, María José pasa tranquila, ni frunce el ceño. Sencillamente sigue adelante entre banderas rojas y consignas que rememoran a Shafick Hándal.
La actividad de esta tarde no es pinta ni pega. Se trata de “la inducción al voto”, y consiste en que los jóvenes —voluntarios todos— vayan caminando y repartiendo volantes que indiquen al lector dónde está ubicada la bandera roja del partido y que para el municipio de Soyapango lleva al actual alcalde Carlos Ruiz como candidato.
Son cerca de 50 jóvenes que avanzan en dos filas hacia los centros comerciales que están ubicados sobre el Bulevar del Ejército. La gente les recibe los panfletos y los leen. Unos los botan con el mismo impulso y otros lo ven y lo guardan. Algunos hasta piden calcomanías que en esta ocasión traen el rostro del diputado y vocero del FMLN, Sigfredo Reyes.
— La campaña ha sido tranquila aquí en el municipio. No hemos tenido mayores encuentros de violencia.
— ¿Y sirve de algo la pinta y pega?
— Por lo menos aquí no, porque la gente ya sabe por quién votar pero la gente en las comunidades lo pide. ¿Y ni modo, qué vamos a hacer?
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