Como muchos salvadoreños, el pasado domingo 18 de enero me levanté nerviosa. Había llegado la fecha de votar por los candidatos a alcaldes y diputados. Con mis hermanas fuimos a Antiguo Cuscatlán y luego al Gimnasio Nacional. Por la tarde visitamos Apopa, Soyapango, San Bartolo y otros centros de votación.
¡Qué hermosa fiesta cívica! ¡Cuántos padres se hacían acompañar por sus hijos! ¡Qué cantidad de personas orientando a los votantes! ¡Felicidades y gracias a todos aquellos que con tanto sacrificio dedicaron ese día de descanso a velar por los intereses de la nación!
Se cerraron los centros de votación; se abrieron las urnas y comenzó el recuento de votos; primero para diputados y, posteriormente, para alcaldes. Me puse más nerviosa. Debo confesar que me confundí al escuchar los primeros resultados. Aquella inmensa diferencia de votos que algunas encuestas afirmaban que existiría a favor del FMLN no se estaba reflejando en el conteo. Unas horas más tarde, Norman Quijano se proclamaba como el nuevo alcalde de San Salvador. Varios días después se confirmaba que los partidos de centro y de derecha habían captado la mayoría de los votos.
Una vez más quedó demostrado que no es lo mismo contestar una encuesta que votar.
Los salvadoreños razonaron, analizaron probabilidades y pensaron en su futuro, posiblemente cambiaron de opinión a última hora o marcaron en la papeleta lo que no quisieron revelar a los encuestadores.
Si bien es cierto ARENA perdió dos diputados y varias alcaldías, los resultados no fueron tan catastróficos como lo vaticinaron las encuestas. Todo lo contrario, no solo ganó la Alcaldía de San Salvador, sino que recuperó algo mucho mas valioso; algo que no se había logrado desde que se eligió a Rodrigo Ávila como candidato: la confianza, la esperanza, el ánimo y el entusiasmo de sus simpatizantes.
Mauricio Funes probablemente siga a la cabeza de las encuestas, pero lo sucedido el domingo 18 de enero demuestra que nada estará escrito sobre piedra hasta el día de las elecciones. No será fácil ganar esta batalla.
La derecha, por su parte, tiene en frente un gran reto. Tendrá que seguir luchando con más tenacidad y entusiasmo, redoblar esfuerzos, hacer alianzas, y algunos deberán dejar el orgullo y el resentimiento en el armario, y salir a defender el sistema de libertades, apartándose de quienes no estén dispuestos a ser integradores de esfuerzos e invitar a aquellos que puedan unificar a la derecha. Aun más importante, como dice un amigo: “Antes de las elecciones hará falta un gran pacto que incluya solamente dos puntos: cómo ganar y cómo gobernar. Un pacto en el que todos reciben y todos dan: apoyo activo en la batalla electoral, por acuerdos claros sobre gobernabilidad, reformas, transparencia, lucha contra la corrupción”.
Hemos visto que varios líderes políticos y ciudadanos que aman a El Salvador ya han externado su apoyo al candidato Ávila con el objeto de fortalecerlo, asesorarlo, guiarlo, ayudarlo a corregir errores, a sumar nuevos votantes.
Los integrantes del partido ARENA tienen el reto de reunificar y convencer a los salvadoreños que vale la pena vivir en un país libre sin interferencias externas y alejados de gobiernos socialistas; convencerlos de que vale la pena unirse para procurar un mayor crecimiento económico que favorezca a todos los salvadoreños. De allí la importancia de que sus dirigentes continúen dando pasos hacia esa dirección.
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