Como era de esperar, ganó Chávez. No podía ocurrir otra cosa. La pérdida en el referéndum anterior se debió única y exclusivamente a que el líder de la izquierda latinoamericana se confió demasiado, cosa que no podía permitir por segunda vez. Chávez tiene ahora el camino pavimentado para eternizarse en el poder. Al igual que lo hiciera Augusto Pinochet en Chile, Hugo Chávez Frías está creando las condiciones legales para perpetuarse como presidente de Venezuela, porque los dictadores modernos saben que es mejor tener una ley que los sustente a no tenerla, aunque esta sea un remedo de legislación democrática.
Para analizar a los dictadores hay que revisar en la historia. Augusto Pinochet también creó su propia Constitución Política, la que establecía la posibilidad de la reelección indefinida. Estoy seguro de que Chávez ha estudiado a Pinochet, como este último analizó a Franco y a Castro. Lo que ocurre es que cuando alguien busca eternizarse en el poder, también tiene que tener claro cuál puede ser en última instancia su salida.
Augusto Pinochet finalmente cayó en su propia trampa y en momentos que la sociedad chilena le había perdido el miedo a la represión. Lo mismo pasará con Chávez. Más temprano que tarde, los venezolanos lo sacarán de la presidencia y en ese momento todo el dinero del mundo, producto del precio del petróleo que todos pagamos, no será suficiente para comprar voluntades.
No cabe duda que el poder embrutece. Lo que aún no logro comprender es la doble moral de aquellos que se jactan de ser verdaderos demócratas, pero defienden a capa y espada a los dictadores.
La reelección indefinida es antidemocrática, como también lo es el intento de Álvaro Uribe de mantenerse en el poder por más de dos periodos. La izquierda latinoamericana está demostrando hasta la saciedad que su estrategia principal es la permanencia en el poder a través de la reelección. Es lo que están buscando en Bolivia Evo Morales y en Nicaragua Daniel Ortega. Aunque también es posible que este último termine optando por la vía Kirchner, para hacer enroque con su esposa, Rosario. Todo se vale, menos dejar el poder.
Me temo que los tiempos de democracia que vivimos hoy en el continente terminen con la estrategia de la reelección. Y no me digan que la reelección es sana porque representa la voluntad popular. Mentiras. Sana sería si se reelige a otra persona del mismo partido, aún cuando el candidato sea de la línea del presidente. Aquí lo que tenemos es a dictadores o remedos de dictadores utilizando coyunturas especiales que les permiten usar todo el poder del Estado para lograr sus objetivos electorales.
Solo imaginemos lo detestable que hubiese sido si a algún presidente de ARENA se le hubiese ocurrido buscar la reelección.