Todos tenemos un poco de razón

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Los gobiernos contribuyen, sin lugar a dudas, en la evolución, el estancamiento o la regresión de las sociedades; pero gracias a su intervención o a pesar de ella, las personas siempre tenemos unos márgenes más o menos amplios para aprovechar o echar a perder nuestro potencial. En todas partes hay abundantes historias de éxito en condiciones adversas, como las hay de fracaso en circunstancias muy favorables. Traigo esto a cuenta en mi última columna en esta sección antes de la elección presidencial, porque no sé hasta qué punto nos damos cuenta de la horrible resaca que la campaña nos va a dejar como individuos y como sociedad. Aquellos a quienes la derrota de su candidato les haga sentirse perdedores, llevarán la peor parte: pero la degradación que ha causado una campaña de tan bajo nivel nos alcanza a todos.

Si ponemos atención a todo lo negativo que la campaña ha suscitado, tendríamos que concluir que, gane quien gane, todos habremos perdido. Habremos perdido una buena oportunidad para aprender a analizar con objetividad los avances y las necesidades de nuestro país. Habremos perdido una buena oportunidad para ejercitar las virtudes del respeto y de la tolerancia. En muchos casos, habremos llegado al extremo de dañar valiosas relaciones familiares y sociales en el calor de la controversia política.

Los responsables de las campañas proselitistas del FMLN y ARENA, como es costumbre, cayeron en la bajeza de hacer juicios ligeros y denigrantes no solo sobre la idoneidad sino también sobre la integridad moral de los candidatos adversarios. Los más fanáticos simpatizantes de ambos partidos hicieron lo mismo, por cuenta propia y valiéndose de la internet, pero con el agravante de una arrogante vulgaridad.

No caen en la cuenta de que uno de estos señores, no necesariamente el que ellos prefieren, será el presidente de todos los salvadoreños y, si es genuino el interés que decimos tener por el progreso de El Salvador, todos tendremos que aceptarlo, guardarle respeto y colaborar con él para sacar adelante a este país que no es de unos ni de otros sino de todos los salvadoreños. Pero eso será imposible luego de un bombardeo incesante y prolongado de apreciaciones irrespetuosas y negativas.

La violencia que se genera en torno a la propaganda callejera ha sido también muy lamentable. No solo porque revela una falta total de respeto a los derechos ajenos, sino porque simple y llanamente es una monumental estupidez agredirse por cosas que seguramente no tienen impacto alguno en las preferencias electorales.

Pero una de las cosas que más daño nos hacen como sociedad es la actitud de creernos únicos poseedores de verdades absolutas, hasta el extremo de ver como imbéciles, inmorales o enemigos a quienes manifiestan ideas o preferencias diferentes. Esas actitudes impiden el entendimiento y la cooperación sin los cuales ningún presidente, por bonito o inteligente que sea, podrá hacer mucho por El Salvador. Mejor sería aceptar con humildad y respeto que todos tenemos un poco de razón.

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