Las incertidumbres pre electorales han cedido paso a las incertidumbres sobre el nuevo mapa político de nuestro país. Dentro de los partidos en contienda, unos no estaban preparados para perder y otros para ganar. Quizá poco tiempo o voluntad tuvieron para pensar en ello en el mar de intensidades y ansiedades de campaña. Como lo afirmamos anteriormente, para ellos el mundo terminaba en marzo de 2009. Ahora, los que se acostumbraron a gobernar no saben tan bien cómo hacer oposición, y los que se acostumbraron a hacer oposición no saben tan bien cómo gobernar.
El triunfo electoral de Mauricio Funes y el FMLN ciertamente está produciendo una importante recomposición dentro de los principales partidos políticos. En ARENA se ha entrado en un proceso de evaluación, donde por el momento los actores que estuvieron fuera del control de la campaña van ganando el pulso a los que la dirigieron. Algo se sabe de lo que está pasando (los cuestionamientos a la cúpula actual) y poco se sabe sobre lo que resultará. Más allá de las declaraciones e intenciones de construir una oposición constructiva y vigilante, no se ve claro todavía qué tipo de oposición encontrará el próximo gobierno. Por el bien del país, esperamos el surgimiento de una derecha inteligente, decente, moderna, con visión de largo plazo, fuerte y firme pero colaborativa y constructiva.
Tampoco se sabe mucho cómo se está asimilando la victoria en el FMLN. Lo poco que sabemos es que al interior de su Comisión Política se ha entrado en un proceso de reflexión sobre su futuro como partido de gobierno, y sobre la necesidad de adecuarse a la nueva realidad. Se habla de poner el partido a la altura de las circunstancias, de “caminar a los ritmos que demanda la realidad” y sincronizar con los ritmos de la presidencia, de abrir el partido a la sociedad, del nuevo perfil de los cuadros, etc. Hemos conocido sus planteamientos como oposición, pero todavía no están muy definidos sus planteamientos como partido de gobierno. Mientras tanto, la relación candidato-partido ha dado paso a una relación más compleja y difícil de partido-presidente electo, donde aspectos como la formación de gabinete y la definición de los primeros pasos de la gestión gubernamental la han estado fuertemente tensionando. Por el bien del país, también esperamos la emergencia de una izquierda sabia, moderna, y sobre todo profundamente democrática. Como también será bueno para la gobernabilidad el contar con una adecuada y positiva relación entre partido y gobierno.
En fin, ojalá que las recomposiciones políticas en marcha, como siempre lo hemos sostenido, produzcan una mejor derecha, una mejor izquierda, un mejor gobierno, y con ello nos encaminemos a una mejor sociedad.
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