ARENA anuncia su disposición a conquistar su quinta victoria presidencial con el vigor anticomunista de siempre y con sus planteamientos tradicionales, mientras su candidato hace ofertas diferentes. Ya veremos durante esta larga campaña si el candidato logra modular las posturas del partido.
Dice el partido: “La patria una vez más está en peligro, los valores del pueblo salvadoreño, el futuro de El Salvador que junto a nuestro pueblo hemos reconstruido y vuelto a construir está amenazada”. Aunque la redacción es confusa, el sentido es claro. El mensaje del COENA a las “estructuras votantes”, publicado el 14 de marzo, agrega lo siguiente: “Los mismos que siempre han querido someternos a las ideas fracasadas en el mundo, que pregonan el odio y generan pobreza, hoy vienen con más recursos y más mentiras a tratar de engañar al pueblo salvadoreño ofreciendo sus paraísos de miseria”. Aquí ya no solo la redacción es confusa, sino el argumento. Sin embargo, la visión parcial es obvia.
Otra cosa dice el candidato de ARENA. Cuando lo declaraban oficialmente electo, en su discurso de aceptación, anunció una nueva derecha, aludió por lo menos nueve veces a “todos los salvadoreños” y no se refirió ni una vez a las amenazas de los malvados ni a los peligros sobre la patria. ¿A quién creer: al candidato o al partido? Ya se verá durante la campaña electoral (Entre paréntesis anoto una pregunta: ¿por qué no han indagado sobre tales diferencias los periodistas?). “Esta es la oportunidad para construir todos juntos, todos los areneros unidos, todos los salvadoreños unidos, sin importar su ideología, para hacer de El Salvador un país más justo” (sic), sostuvo Rodrigo Ávila en un mensaje publicado el 17 de marzo.
Quién sabe de dónde saca ARENA tanta propiedad sobre el futuro y tanta enemistad con sus adversarios. Talvez le ocurre lo mismo que a los neoconservadores: de repente se encontraron ante un gran triunfo, tras el derrumbe del poder soviético, que tendieron a verse como elegidos por las divinidades de la historia. No solo aquí ha ocurrido eso, también se ha producido en los Estados Unidos. Un neoconservador erudito, como Francis Fukuyama, en el libro “América en la encrucijada”, ha advertido sobre las consecuencias de una victoria mal procesada. A partir de un fenómeno complejo, se han hecho interpretaciones fáciles respecto al poder de cambiar regímenes en poco tiempo, con base en la fuerza militar de los Estados Unidos. De allí a Iraq hay poco trecho. “Los conservadores de toda laya —dice Fukuyama— tienden a conceder demasiada importancia al rearme estadounidense como causa del derrumbe de la URSS, cuando los factores políticos y económicos fueron por lo menos igual de importantes.”
A pesar de los cambios ocurridos en el país y el mundo, la derecha salvadoreña sigue contemplando su ombligo de verdades absolutas y enemistades totales. Y de cara a las elecciones de 2009 continúa negando los derechos de sus adversarios. Ella es la depositaria de la verdad y de las buenas intenciones, todo lo demás es conspiración encubierta y traición. Qué lejos están esas posturas de los sentidos nuevos de nuestra sociedad, los que presentan las familias residentes en los Estados Unidos y las que viven aquí, en la tierra de las separaciones y las despedidas.
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