Me atrevería decir que estamos viviendo un momento, de ninguna manera un cambio.
Muchas cosas buenas están pasando en el país en el ámbito político. El proceso de transición que estamos viendo es más que ejemplar, y seguramente inesperado para quienes vimos con estupor el nivel de violencia verbal que se mantuvo durante toda la campaña presidencial.
Las reuniones cordiales que observamos entre los presidentes Saca y Funes, así como la que tuvieron los vicepresidentes el pasado martes, nos hacen soñar con que hemos entrado a una nueva etapa, con signos totalmente renovados. ¿Cuándo se produjo todo este cambio que no alcanzamos a darnos cuenta?, es la pregunta que muchos nos estamos haciendo.
Sin duda el nuevo ambiente tiene nombres y apellidos: Mauricio Funes, con un discurso de altura, moderado y conciliador; y Antonio Saca, asumiendo con dignidad la derrota de su partido.
Me atrevería decir que estamos viviendo un momento, de ninguna manera un cambio. Los cambios políticos no se dan de un día para otro y requieren de mucha más profundidad. Aquí lo que estamos viendo es solo una demostración de madurez entre dos líderes políticos que se respetan, y seguramente se temen. El resto está por ver.
Nadie pudiera asegurar hasta ahora que la clase política del país ha experimentado este cambio. Ni siquiera lo han hecho consolidadamente sus principales líderes. Hay retos y desafíos que están muy cerca y que servirán de comprobación. Por ejemplo, las elecciones de segundo grado. Hay que elegir al nuevo fiscal general de la República, a cuatro magistrados de la Corte Suprema de Justicia, a los integrantes del Tribunal Supremo Electoral, al procurador general de la República. Todas estas elecciones implicarán decisiones políticas importantes. ¿Se van a elegir funcionarios capaces, honestos y fuera de toda línea partidista? La pregunta aún no tiene respuesta y estoy seguro que sí muchas dudas.
Falta por ver la renovación del partido ARENA, que ha entrado en un mutismo peligroso. ¿Y el FMLN? Aquí es donde está el mayor desafío. ¿Será capaz el FMLN de acatar la línea política y las decisiones que imponga el futuro presidente de la República? ¿Y los grupos de fachada del FMLN, que algunos llaman la sociedad políticamente organizada, lograrán readecuar sus discursos y acciones a la responsabilidad que implica gobernar? ¿Y el Partido de Conciliación Nacional?, que hasta ahora ha hecho buen negocio viviendo a la sombra de ARENA.
No cabe duda de que el momento político que estamos viviendo es único e irrepetible para cambiar todo lo que necesitamos. Nunca antes se había dado una coyuntura tan extraordinaria. Pero aún no hemos visto nada, más que frases de buena crianza. Falta mucho para aseverar que estamos viviendo un proceso de cambio. A estas alturas lo mejor que pudiera estar pasando es que a lo menos se esté pensando en que los salvadoreños ya no queremos seguir siendo víctimas de la politiquería barata, que queremos un país con instituciones que funcionen y con dirigentes políticos que respetan a su electorado. El cambio que esperamos es de todos.
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