¿Cómo administrar las expectativas, el resentimiento, el oportunismo, la prepotencia, el dogmatismo y la intolerancia?
Hoy por hoy, si nos atenemos al menos a las encuestas, el FMLN se perfila como el ganador de las elecciones del año 2009. Ciertamente, todavía falta mucho por recorrer y pueden pasar muchas cosas. Pero si no sucede nada extraordinario o diferente, y si el Frente logra salir de su manejo defensivo y ambiguo en temas delicados (como por ejemplo la relación con las FARC), tendremos seguramente al FMLN en el gobierno el próximo año. Es tiempo por tanto de reflexionar sobre los retos que le podrán deparar a dicho gobierno. Aunque estos son de variada índole, en esta ocasión nos queremos referir a unos retos poco abordados pero no por ello menos importantes para asegurar buen gobierno: los actitudinales. ¿Cómo administrar las expectativas, el resentimiento, el oportunismo, la prepotencia, el dogmatismo y la intolerancia?
Administrar las expectativas. No cabe duda que un gobierno del FMLN generará muchas expectativas para una gran parte de la población, donde poco más del 80%, según las encuestas, se ha mostrado partidario de un cambio en el país. Las expectativas serán aún más fuertes ante la llegada por primera vez de un gobierno de izquierda que históricamente ha venido proclamando el cambio. La satisfacción de esas grandes expectativas no será nada fácil, sobre todo tomando en cuenta la alta demanda social insatisfecha. De ahí la importancia de administrar bien y con responsabilidad las expectativas. Valga señalar que en este aspecto Mauricio Funes ha venido comportándose de manera realista, seria y responsable. Falta sin embargo que lo acompañe el coro de la dirigencia partidaria para que no solamente cante a capela.
Administrar el resentimiento. Con las expectativas de cambio también podrán aflorar las acciones de resentimiento. Una historia de marginación, exclusión, maltrato, injusticia, puede destapar actitudes revanchistas, y llevar a importantes segmentos poblacionales, en ese momento con parcelas o sentimiento de poder, a ejercerlo inadecuada o violentamente en contra de los que antes “estaban encima” de ellos.
No hay que olvidar que en importantes segmentos partidarios la militancia se ha tallado con el mazo de las envidias y los odios que se forjan dentro de una sociedad desigual e injusta, más que con las artísticas manos de las convicciones e ideales. Esto, de no ser bien administrado, puede llevar a enfrentamientos y conflictos sociales tanto a escala vecinal, local, sectorial o nacional, y afectar la gobernabilidad y estabilidad para el próximo gobierno.
Administrar la prepotencia. Esta no es monopolio de los encumbrados y poderosos de la derecha, sino que también se esparce entre los de la izquierda que son o quieren ser como ellos. La humildad no solo es un bien escaso entre los que están arriba, sino también entre los de abajo que llegan a ocupar parcelas de poder de los de arriba. Más aún, muchos de “los de abajo”, sean de derecha o izquierda, cuando están arriba, pasan a maltratar y ejercer marcada prepotencia hacia los de abajo.
Administrar el oportunismo. Ahora abundan los amigos del posible candidato ganador. Ahora abundan los que quieren la inscripción al partido. Ahora abundan los que ofrecen sus servicios. Ahora escasean los que mantienen capacidad crítica frente al partido. Pronto surgirán los “camisas sudadas” reclamando su derecho de piso al puesto deseado. En la medida que sube Mauricio en las encuestas, suben aquellos dispuestos a apoyarle, y en la medida que el Frente sube, descienden simpatizantes y militantes en busca de sus oportunidades. He acá otro reto: ¿cómo administrar el oportunismo, o las lealtades, de tal forma que este no deforme el proceso de selección del funcionario por méritos, experiencia y capacidades?
Administrar el dogmatismo y la intolerancia. El proceso de cambio iniciado en el Frente, como casi todo proceso, tomará tiempo, y no transitará como típica conversión de telenovela mexicana, donde de repente el malo se transfigura en bueno. Hay y habrá taras importantes que remover, entre ellas las anclas mentales del dogmatismo y la intolerancia que han convivido en él. Esto confrontará con las dosis de realismo y moderación que demanda la gestión del gobierno central. No es lo mismo estar en el gobierno que en la oposición, no es lo mismo predicar el catecismo que practicarlo. En fin, no hay que olvidar que la izquierda, la verdadera izquierda, no solo aboga por la nueva sociedad, sino también por los nuevos comportamientos humanos.
PD: Nos unimos a las demandas de justicia y reapertura del caso de Katya Miranda. ¿Qué está esperando la Fiscalía? ¿Por qué se resiste a hacerlo?
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