Alfredo Cristiani, el Presidente Cristiani, el Presidente de la paz está de nuevo al frente de su partido ARENA, y en el momento más difícil de éste. Después de 20 años como partido en el gobierno, ARENA pasa a ser el principal partido de la oposición, y es la primera vez que se halla de veras en ese trance, porque aunque técnicamente ya fue oposición entre 1981 y 1989, en aquellos años era oposición ascendente y hoy es oposición descendente. Desde luego, no es lo mismo, con el agregado de que a partir de ahora tendrá que empezar a vivir sin los oropeles perturbadores que acarrea el poder.
Los sucesivos gobiernos de ARENA fueron logrando cosas muy importantes para la modernización y el desarrollo del país. Desconocerlo, o, peor aún, negarlo, sería faltar gravemente a la seriedad del análisis y a la ponderación del juicio; pero iguales pecados se cometerían al no reconocer que 20 años de permanencia ininterrumpida en las alturas del poder son el caldo de cultivo de muchos vicios y hábitos desintegradores de la propia identidad. Y esto le pasa a cualquier partido en cualquier parte, en iguales circunstancias.
Los 20 años de ARENA a la cabeza de la institucionalidad nacional impidieron, paradójicamente, su institucionalización interna. Y así, como lo muestra con elocuencia el desconcierto por la derrota en la elección presidencial, dicho partido fue víctima de la creciente “presidencialización”, que hizo que en manos del Presidente de la República de turno se fuera concentrando progresivamente el poder partidario. Este es un vicio de subjetivismo proclive al predominio de las características de personalidad del que está a la cabeza de la conducción. Y eso acaba siendo un factor de grave debilitamiento estructural. Ahora, cuando ARENA ya no tendrá Presidente de la República, podrá, si asume su reto con valentía heroica, construir de veras sus tejidos internos.
No es de extrañar, entonces, que la única instancia disponible a la hora de las dificultades más desafiantes haya sido la de los ex Presidentes. Así se vio en 2003, cuando los resultados de las elecciones legislativas y locales auguraron un muy riesgoso reto para ARENA en las presidenciales de 2004. Aquel inquietante augurio estadístico disolvió el llamado “COENA empresarial”, sustituyó en los hechos la opción del candidato presidencial prácticamente designado por el Presidente Flores y abrió la puerta para construir una candidatura capaz de generar confianza fresca, como fue la de Tony Saca. Hay que decir que el Presidente Flores tuvo, en aquel momento, la oportuna disposición de deponer sus preferencias en función de los hechos reales.
En 2008, ARENA hubiera necesitado un susto como el de 2003 para reaccionar en concordancia con el reto de 2009, bastante más difícil que el de 2004. Esta vez, sin embargo, prevaleció la autocomplacencia y los resultados quedaron sellados de antemano. Al hecho más bien histórico de que el proceso ya estaba necesitando apremiantemente la alternancia se sumaron los errores estratégicos del partido gobernante.
ARENA tiene que reponerse para ser la oposición fuerte y desprejuiciada que debe ser, y así estar a la altura de los tiempos y salir revitalizado de esta prueba, como le conviene a sí mismo, al proceso y al partido que está pasando a ser de gobierno. Reponerse y recomponerse en serio. Cristiani puede hacer mucho en esa línea. Más que de su ejercicio como ex Presidente, su capital político deriva del liderazgo insospechado en la construcción de la paz, y sobre todo del manejo con mano maestra del poder militar de entonces, que tenía una fuerza que en aquellos momentos parecía inexpugnable. Esa fue obra de gran habilidad política, que aún no ha sido debidamente analizada y valorada.
El país requiere una derecha y una izquierda suficientemente estructuradas e institucionalizadas, para hacer viable la verdadera gobernabilidad. Hay que superar cuanto antes ese déficit, que ya pesa demasiado sobre el proceso. La tarea está ahí, es urgente y demanda fina y audaz inteligencia política por parte de todos.
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