Las acusaciones lanzadas por el presidente Mauricio Funes contra los ex gobiernos de ARENA, en su discurso de toma de posesión, no pueden quedar en el olvido sin que existan mayores explicaciones por ambas partes. Funes tiene que demostrar, como lo dijo ante decenas de jefes de Estado de países amigos, que quienes lo han precedido en el cargo han sido complacientes con la corrupción y el crimen organizado. Hasta ahora no había escuchado acusaciones tan fuertes y directas contra ex presidentes. Por eso, Funes tiene que sustentar lo dicho y ARENA intentar probar lo contrario, si es que puede.
Pero no solo eso, el nuevo mandatario salvadoreño caracterizó a los gobiernos de ARENA como administraciones donde el bien público se confundió con el bien personal. Han sido, aseguró, ”gobiernos de privilegios de familias, de abuso de clientelas y de los vicios de padrinazgos sombríos”.
Nada más fuerte y nada más triste. Algo así merece más que explicaciones.
Por eso no basta con la reacción del actual presidente del COENA y ex presidente de la República, Alfredo Cristiani, en una conferencia de prensa el mismo lunes, ni las declaraciones formuladas ayer a los medios de comunicación por la fracción legislativa del partido. Lo peor que nos podría pasar, como siempre ocurre, es que en una semana todo se olvide y cada una de las partes crea que cumplió, una con decir y la otra con responder. Una práctica nacional que siempre me ha parecido muy irresponsable. A esto hay que agregar que no existe tal olvido social, porque la percepción queda.
Si ARENA quiere volver al poder no puede dejar pasar estas acusaciones. Ser cómplice del crimen organizado es un delito. Me imagino que ningún salvadoreño querrá votar en el futuro por un partido delincuente. Por el contrario, Funes también cometerá delito si no comprueba sus acusaciones.
Comparto con Mauricio Funes la necesidad de hacer en el país una revolución moral y ética. No cabe duda que muchos valores se han perdido.
Hay que hacer de las buenas costumbres un ejercicio diario de vida. Deben las autoridades del país entender que son empleados de la sociedad y que el poder es efímero.
También el presidente tendrá que tener mucho cuidado para no ser presa de sus propias palabras. Ojalá su gobierno sea transparente, combata la corrupción y todas las formas de despilfarro y que el dinero público sea considerado un bien sagrado. También le deseo que tenga éxito en que su gobierno sea un gobierno de la meritocracia y que los salvadoreños sean reconocidos por su talento y honestidad y no por sus conectes y apellidos.
Pero cuidado con terminar preso de sus propias palabras, presidente. Porque el actual gabinete sin duda obedece a cueteo partidario y eso no es meritocracia. Si vamos a cambiar la forma de hacer política, bienvenida, que no quede en palabras ni discursos busca aplausos. El peor favor que le podemos hacer a El Salvador es cambiar para no cambiar.
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