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Las elecciones para presidente, en los últimos veinte años, han sido relativamente fáciles de decidir para la mayoría de salvadoreños. Se juntaron varios factores, la propaganda del miedo, los candidatos de los partidos mayoritarios, la desconfianza hacia aquellos que bajaron de la montaña, la esperanza en un sistema económico que prometía para todos, la reciente conquista de la paz; en pocas palabras, la esperanza y el júbilo por un próspero y apacible país.
Hoy las cosas son diferentes. El emborrachamiento eufórico que produjo la paz es historia lejana para algunos, desconocida para los jóvenes. El sistema económico tan promisorio nunca se llegó a desarrollar como fue concebido. Se reconoce la libertad del mercado y hasta se le llama “Economía Social de Mercado”. Sin embargo, seguimos siendo testigos que no ha funcionado como tal, con el consiguiente desencanto de los ciudadanos. La dolarización también no era problema que afectara las elecciones en el pasado. Hoy, la mayoría de los salvadoreños resienten el impacto que la dolarización ha tenido en sus vidas y economistas locales así lo expresan, pero con el agregado de “sería peor revertirla”. Nunca explican por qué. Pero ellos son los que saben.
Diferente resulta también la propaganda política. Hoy, el lobo que se va a comer a la caperucita ya es un cuento agotado y el lobo ya no es aquel “come niños” de las elecciones pasadas. Al menos eso dicen las encuestas. Mucho ha cambiado.
En alguien tenemos que creer. Ya no somos, políticamente hablando, el niño aquel a quien papi le ordena y él obedece. Hoy, para creer, necesitamos que nos expliquen el porqué y nos demuestren, con hechos, lo que se asevera. Para creer, necesitamos que se nos hable con la verdad, con propuestas concretas, creíbles, realizables y transparentes.
Para poder creer, las propuestas deben presentarse sin el acompañamiento de campañas de injurias, ni descréditos personales, como en las campañas anteriores.
Los políticos deberían ser los primeros en tomar muy en serio al país entero. Torpezas como el reciente (gracias al pueblo) fracasado aumento de salario, que estos mal llamados representantes del pueblo, trataron de hacer, han dejado en evidencia la pobre calidad de los diputados y de los dirigentes que los partidos tienen.
Tenemos que creer que los candidatos son personas que tienen, como nosotros, el interés de hacer un mejor país para todos. Queremos creer. Pero por eso exigimos de los políticos que den en sus propuestas respuesta a nuestro clamor de ciudadanos, que, si es posible, abandonen el cinismo que les ha caracterizado y que recuerden que sus madres los trajeron al mundo en El Salvador, un país digno. No nacieron en una casa de empeño, donde se enajenan las esperanzas y aspiraciones de muchas personas, para el lucro de los “vivos”. Los ciudadanos que políticamente, estamos creciendo debemos empezar a exigir mayor altura en el debate. Que nos demuestren por qué serían “nefastos cinco años más de ARENA”. Que nos presenten los mejores argumentos y los areneros que nos demuestren lo contrario. Ambos con respeto y seriedad.
Por otra parte, que nos demuestren por qué “el país va de retroceso y a la quiebra, si gana el FMLN”, pero con pruebas concretas e igualmente, en serio debate se permita a los del Frente defenderse. Es importante que el debate sea de altura, ya no más estribillos publicitarios. ¡Los salvadoreños queremos creer!
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