Mauricio Funes despierta grandes expectativas de que podría llevar al país a una etapa alejada de la confrontación, corregir cosas que se le hacen más fáciles a un gobierno de izquierda aprovechando su gran capital político, de que traería progreso, institucionalidad y lucha eficaz contra la pobreza y que se mantendrá alejado de lo que atemoriza a los salvadoreños, la pérdida de la democracia, el socialismo revolucionario.
El presidente ha declarado repetidamente que su intención es hacer un gobierno democrático y trabajar para superar las inequidades, enderezar problemas estructurales. Al llegar al poder apoyado por los grupos populares, ha generado la expectativa de resolver los problemas de pobreza de las clases más necesitadas y mejorar las condiciones de vida de la clase media.
Al mismo tiempo se provocan grandes ansiedades… los dirigentes históricos del FMLN nunca han renunciado públicamente a su aspiración de construir un estado socialista revolucionario, lo que provoca temores interna y externamente.
La estrecha victoria en la elección presidencial no deja margen de interpretación. Indica que la voluntad de los salvadoreños es un entendimiento entre las fuerzas políticas, con equidad y respeto a la ley, pero alejado de la utopía socialista. Pero muchos piensan que ya en el poder tratarán sin dudas de concretar su sueño.
Las ansiedades se han convertido rápidamente en serias preocupaciones a lo temido, algunos dicen mucho más rápido de lo imaginado. Los analistas más escépticos dicen que el FMLN, controlado por el disciplinado Partido Comunista, le ha dado una especie de golpe de estado a Funes, al quedarse con los puestos de control territorial, dejándole al presidente el gabinete económico.
Esos son los puestos importantes para implementar el proyecto socialista, el Ministerio de Educación, la empresa más grande del país, que debería producir los cerebros que nos saquen del subdesarrollo, el Ministerio de Salud, segundo en presencia territorial, los ministerios del Interior y de Seguridad, el Organismo de Inteligencia del Estado, el Ministerio de Trabajo y el extraño movimiento que se produjo en la Fuerza Armada siendo los más obvios.
Aparte de ese dilema de fondo, las expectativas de mejorar los niveles de vida de la población, no son alcanzables si mantienen que los 20 años de gobierno de ARENA son los responsables de los problemas del país.
Mucho de lo bueno que tenemos fue implementado por esos gobiernos, como lo reconocen todos los organismos internacionales sin excepción. Requiere sensatez y pragmatismo mantener lo bueno, además de ser consecuentemente con su discurso de conciliación.
Las políticas económicas y sociales vigentes no se pueden desmontar sin causar un cataclismo, retroceder al país muchos años y meter más gente a la pobreza. Los países que implementan esas políticas, de izquierda o derecha, lo hacen bien, los modelos socialistas fracasan. Los nombramientos en el área económica parecen mostrar ese reconocimiento de la realidad.
El ansiado crecimiento con equidad, con oportunidades para los que no las han tenido o no las tienen, son el centro de las expectativas que genera el presidente Funes, pero solamente las podrá alcanzar si logra los entendimientos adecuados con todas las fuerzas, si lidera a la nación, sin esas diferencias abismales de visión, sin la confrontación estéril.
El Salvador entró a una etapa de grandes expectativas y enormes ansiedades, las actuaciones del gobierno irán develando la realidad.
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