La elección legislativa y municipal del pasado domingo 18 dejó al descubierto todo lo que antes era un enigma o especulación para los estrategas de campaña. Ahora se sabe cuál es el voto duro de cada partido político en contienda y el efecto que ha tenido sobre su partido el candidato presidencial. Ya no hay nada oculto. ARENA y FMLN saben peritamente donde están sus fortalezas y debilidades, a qué hay que aportar y a qué no. En otras palabras, las cartas están echadas. Esto es lo que querían saber quienes creyeron que era importante separar las elecciones: conocer una información que hoy resulta fundamental.
Nunca antes en nuestro país los partidos políticos en contienda tendrán tanto conocimiento de la preferencia o castigo partidario. Los partidos saben en qué lugar perdieron por pocos votos y es necesario hacer nuevos esfuerzos, como también donde no hay nada que hacer, pues la diferencia es imposible de remontar.
Tanta información no hará las cosas más fáciles. Los estrategas de campaña tienen la misma información, lo que hace prever que se trabajará sobre la base de cálculos cronométricos. De aquí viene lo que ya todos presagian: será la del 15 de marzo una elección reñida.
En contienda está la figura de cada uno de los candidatos, la marca del partido que representan, sus programas de gobierno y los equipos que puedan conforman. Todo y cada uno tiene un peso que hay que medir. Me atrevería a asegurar que el acierto o la equivocación va a estar principalmente en la apuesta que se haga de los candidatos.
No somos un pueblo que le rinda culto al personalismo. La historia nos ha demostrado que los salvadoreños pueden tener preferencias coyunturales en relación a determinadas personas, pero que estas no se transforman nunca en idolatría. José Napoleón Duarte, Roberto d’Aubuisson y Schafik Hándal son referentes respetados por quienes fueron sus partidarios, pero no necesariamente cimientos de pensamientos que hayan trascendido en el tiempo. Lo que queda de ellos en los que fueron sus partidos hoy es casi nada. Ni la democracia cristiana es ahora “duartista”, ni ARENA “d’aubuissonista”, ni el FMLN “handalista”, por más que se les recuerde en la fecha de su muerte y se ponga flores en sus tumbas.
Tenemos una política mucho más pragmática de lo que nos imaginamos. Por eso es que los personalismos no caben. Apostarle solo a la persona —en este caso el candidato— puede ser un grave error. Creo que mucho más importante será para la población la confianza que le brinde una u otra candidatura, y esto incluye el ropaje. Candidato, partido y equipo, son un combo indivisible. Por equipo se debe entender a los personajes que rodean al candidato, algo así como “dime con quién andas y te diré quién eres”.
Las cartas están tiradas para marzo, ahora solo falta saber jugarlas.
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