Nada nuevo

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En las últimas semanas se ha visto un gran ajetreo en el escenario político. La salida del PCN y el PDC creó la ilusión de que habría un realineamiento de los votantes y, consiguientemente, que era necesario trabajar intensamente para sacar el mayor provecho posible en ese río que parecía tan revuelto. Hasta los partidos que desde el principio se abstuvieron de participar en la contienda presidencial sintieron que había para ellos una nueva oportunidad de ser actores con roles visibles e importantes.

Después pagarán factura, pero de momento esos partidos han ganado en la medida en que, sin ser contendientes, han conseguido seguir siendo noticia. No han caído en el olvido. Algunos dirigentes a quienes hace ratos se les pasó su momento han vuelto a ser protagonistas y hasta podrían obtener un poco de gratificación vicaria si “su” candidato resulta ganador.

El PDC y el CD son los que más en serio se han tomado las cosas. Discutieron las opciones en sus respectivos órganos de dirección partidaria y realizaron consultas a sus bases y a sus mandos medios, luego de lo cual anunciaron posiciones institucionales que no sorprendieron a nadie. Ni siquiera se puede decir que salieron del closet, porque, talvez sin darse cuenta, sus simpatías han estado desde hace tiempo en vitrina.

La mayoría de las bases del CD apoyan con gran entusiasmo a Mauricio Funes, sin necesidad de que los induzcan a ello sus dirigentes. Pero algunos, tal vez más de los que los dirigentes estiman, son gente que, insatisfecha con ARENA, se había refugiado en el CD precisamente porque rechazan la ideología del FMLN. Ahora que su partido se ha amelcochado oficialmente con Mauricio Funes, esta gente no solo votará por ARENA, sino que muy probablemente se irá para siempre del CD.

En el PDC es al revés. Algunos militantes le darán su voto al FMLN, independientemente de lo que haya decidido la dirigencia de su partido. Pero la mayoría, de todos modos, iba a apoyar a ARENA por cuestión de afinidad ideológica.

El impacto de los partidos pequeños en la elección presidencial será mínimo. La discusión sobre brindar apoyo institucional a uno de los partidos contendientes o dejar en libertad a sus militantes es una discusión ociosa. A los votantes, la libertad nos la otorga la Constitución, no la dirigencia de un partido. Mover al pescado del agua a la arena o pintar de rojo la carátula del CD es irrelevante. El voto es libre y secreto. Así lo entendemos y así lo ejercemos los ciudadanos.

Otra cosa sería si esos partidos tuvieran dirigentes con verdadera capacidad de liderazgo en amplios sectores de la población, pero no es así. A lo sumo, hay buenos líderes locales; pocos de ellos, por cierto, con capacidad de influencia en los sectores populares. Con el debido respeto, porque algunos de esos dirigentes realmente lo merecen, tengo que señalar que en El Salvador no ha vuelto a surgir un Napoleón Duarte ni un Roberto d’Aubuisson.

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