Rodrigo Avila recorrió ayer las calles y avenidas del pequeño poblado de Perquín, otrora escenario de fuertes combates entre la antigua guerrilla y el Ejército, en el norte de Morazán.
A bordo de un jeep, el candidato arenero a la presidencia de la República llegó a este pueblo pasado el mediodía, en la búsqueda del voto que lo convierta en el quinto gobernante arenero consecutivo, desde 1989.
Perquín, con sus angostas calles y avenidas, fue insuficiente para recibir la caravana de vehículos que seguía al aspirante desde la capital y desde diferentes municipios del departamento de Morazán.
Antes de su llegada, Rodrigo Ávila había recorrido la ruta San Francisco Gotera-Perquín, donde en algunos tramos de la carretera fue recibido con los brazos levantados y la “V” de la victoria por activistas efemelenistas que portaban fotografías del otro aspirante a la silla presidencial, Mauricio Funes.
Ya en tierras de Perquín, el candidato hizo su trabajo de campo: toma de fotografías, saludos y reparto de camisas que lanzaba desde el jeep que lo transportaba. Ávila, tras recorrer en el auto las calles y avenidas, desdendió del vehículo y saludó a cuando transeúnte se le pusiera por enfrente. También visitó casas para saludar a sus inquilinos y dejar inmortalizado el encuentro.
La artesanía de la Abuela, a pocos metros del museo de la revolución, recibió la visita del candidato. Aquí saludó a su propietaria, doña Gladys Villalobos, madre del comandante guerrillero Miguel Ángel Amaya, “Bruno”, muerto el 13 de noviembre de 1987.
“Rodrigo Ávila, para servirle”, dijo el candidato a la mujer que con una impecable educación y gesto de cortesía le respondió: “A mí, y a todo el pueblo salvadoreño”. Los retratos de Schafik Hándal, Ernesto Che Guevara, Monseñor Romero y Farabundo Martí, ubicados al interior de la casa, eran testigos mudos de aquel encuentro fraternal, y poco visto en estos tiempos de campaña.
Ávila y Villalobos siguieron la plática amena. La mujer pidió apoyo para poder desarrollar el turismo en la zona y por ende empujar así su negocio de recuerdos, literatura y demás. “Ve, este hombre es mi amigo. Es mi chero”, exclamó Ávila cuando vio por el vidrio de la vitrina el libro “Memorias de un guerrillero”, del comandante Balta (Juan Ramón Medrano). Antes de ello, Ávila ya había comprado el libro “El Salvador”, de Alastair White, en el que se narra la guerra.
El candidato y Villalobos se despiden. La doña, antes de su partida, regala una piedras al candidato. Atrás quedaba el encuentro de reconciliación en plena campana política. “A mi hijo me lo mataron. No lo he podido exhumar, está enterrado en el volcán de Santa Ana, junto a cinco compañeros más”, confesó a LA PRENSA GRAFICA la mujer.
Ávila dejó Perquín y se dirigió a un hotel de montaña que está a la entrada del pueblo. Ahí le esperaban pobladores el ex bolsón de Nahuaterique, zona en disputa con Honduras y cedida por La Haya en 1992, que reclamaron del candidato mayor atención a la zona de ganar la presidencia. Un compromiso que Ávila asumió.
La caravana se dirigió luego a San Francisco Gotera, donde Ávila realizó un rally por diferentes calles de la cabecera. Luego enrumbó hacia la colonia Vista Hermosa, donde cerró con un mitin. En la actividad le acompañó el jefe de campaña de la zona oriental, el coronel retirado, Sigifredo Ochoa Pérez. En el mitin Ávila acusó de nuevo al FMLN de plagiarle su plan de gobierno.
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