Violeta Menjívar tiene a sus espaldas, desde el escritorio de su despacho, a dos testigos mudos que le observan el día a día de su trabajo en la comuna: las fotografías de Óscar Arnulfo Romero, arzobispo mártir de San Salvador, y de Agustín Farabundo Martí, ícono de la lucha de su partido.
“Estos dos retratos me los llevo. Van donde yo voy”, dijo la alcaldesa de la capital, quien no logró un segundo período consecutivo al frente de la comuna tras su derrota en las elecciones de enero pasado.
Ayer, Romero y Martí también fueron testigos mudos de la reunión que por más de una hora sostuvo Menjívar con su sucesor, el arenero Norman Quijano, quien tras recuperar el gobierno municipal luego de 12 años, seguramente colgará con bombo y platillo la imagen de su líder histórico y fundador del su partido, Roberto d’Aubuisson.
Quijano llegó hasta el despacho junto a varios miembros de su concejo municipal a preparar el camino de la transición, de cara al traspaso de la vara edilicia.
El alcalde electo no escondía su regocijo por llegar al inmueble donde ya ejerció funciones municipales en los tiempos en que su partido dominaba el espectro político del país. Al salir, Quijano dedicó tiempo para saludar a empleados que laboraban en una de las oficinas del palacio municipal. Menjívar y Quijano se vieron cara a cara de nuevo tras el 18 de enero.
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