El país está viviendo momentos políticos extraordinarios, que vale la pena analizar con atención. El proceso de transición de un gobierno a otro, con signo ideológico totalmente distinto, nos muestra que el desarrollo político de El Salvador no se ha estancado. Es digno de elogiar la madurez que han demostrado los presidentes Saca y Funes. Hasta ahora todo se he hecho con una altura que difícilmente hubiésemos imaginado hace menos de un mes, cuando estábamos en plena campaña política.
Pero este no es un hecho aislado. Tenemos antecedentes para mostrar. La transición del gobierno del presidente José Napoleón Duarte al que encabezó Alfredo Cristiani, ambos líderes de partidos acérrimamente enemigos, también fue impecable, a pesar que en esa oportunidad el cambio se produjo en medio de la guerra y la absoluta falta de confianza de unos en otros. Otro ejemplo es el proceso de paz, donde bandos irreconciliables lograron ponerse de acuerdo y establecer juntos un nuevo y mejor sendero para el país.
Con lo que hoy estamos viviendo, se puede decir que El Salvador ya ha dado muestras más que suficientes de madurez política y consolidación democrática. Para quienes negaban la existencia de democracia en el país argumentando la falta de alternancia, pues aquí está. ¿Qué nos falta? ¿Desarrollo, justicia? Obviamente esas debieran ser las metas de la democracia, pero negar la existencia del sistema vigente, me parece un error.
Tengo la impresión de que a los salvadoreños nos gusta la negación. No creemos en nuestras capacidades, a pesar de que hemos demostrado suficientemente ser un pueblo con mayor capacidad de cambio y adaptación que cualquier otro. ¿O es que acaso la evolución política y social que ha tenido el país en los últimos 25 años hay que esconderla?
Esta nueva transición política que hoy vivimos, tan importante como lo fueron las mencionadas anteriormente, debiera llevarnos al cambio más fundamental de todos: el psicológico. Necesitamos cambiar el chip de nuestras mentes para aceptar que sí somos capaces, no solo de buscar nuestro propio camino político, sino de hacer propio lo que nos conviene, sin sesgos, ni ataduras.
Ojalá esta transición, hasta ahora impecable, no se manche por la mezquindad de unos pocos. Le haría mucho daño al proceso sin el cambio se instrumentaliza con la persecución política o el desprestigio al oponente. Estoy seguro que el 48% de personas que votaron por ARENA y la inmensa mayoría de los votantes del FMLN no quieren revanchismos, ni las típicas bravuconerías que han caracterizado a varios gobiernos de izquierda en el continente.
Prefiero ser optimista. Las declaraciones del presidente electo son alentadoras. Hay que llevar a cabo un proceso de cambio a lo salvadoreño. El país no necesita ningún modelo o esquema foráneo, porque tenemos la experiencia y la capacidad. Hoy es el momento para establecer los acuerdos nacionales que están pendientes y poner a trabajar a los partidos políticos en función de país. Seguro que se puede.
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