En momentos de polarización política partidaria, el ejercicio ciudadano puede jugar un rol clave.
Uno de los problemas que se presentaron durante la reciente campaña electoral fue que la polarización partidaria contaminó buena parte de la sociedad salvadoreña. No solo experimentamos la polarización política sino también la polarización social. Algunas gremiales empresariales y empresarios, ciertos medios de comunicación, muchas ONG, más de alguna universidad, algunos párrocos católicos y pastores evangélicos, uno que otro sindicato, etc. se decantaron a favor de ARENA o del FMLN. Muchas de esas instancias y actores sociales consideraron que era el momento de perder la virginidad partidaria, aun a costa de arriesgar su propia naturaleza e identidad como organización ciudadana.
Durante la campaña electoral, parte importante de la sociedad salvadoreña se vació en los envases partidarios. Así, los resultados electorales no solo dejaron un país partido en dos grandes bloques partidarios, sino también una “sociedad-partido” subsumida al reducto de los partidos políticos.
Ojalá que dicha situación haya sido solamente producto de la coyuntura política y no se convierta en una constante postelectoral. Ya han aparecido algunos signos preocupantes al respecto. Si ahora tenemos “empresarios por el cambio” más tarde tendremos “empresarios nacionalistas”, y vendrán luego las asociaciones de pastores rojos y tricolores, las organizaciones campesinas por el pueblo o por la patria, etc. Y así, una sociedad partida correría el riesgo de encaminarse hacia una sociedad-partido.
Mal le vendría a la sociedad salvadoreña si importantes segmentos de la misma se despojan de ciudadanía. En las sociedades fuertes y estructuradas debe existir una sana distancia entre el Estado y la sociedad, y esta no debe dejarse absorber por aquel. Las organizaciones ciudadanas, como bien lo decía Ignacio Ellacuría, deben ser “conciencia crítica”, especialmente de las instancias estatales y de los partidos políticos que forman parte de ellas.
Así como los partidos políticos necesitan de militantes, la sociedad (y los mismos partidos) necesita de no militantes, con suficiente fuerza y voz para contrarrestar sus ideas y prácticas dañinas, o para apoyar e impulsar aquellas que son sanas y provechosas para el desarrollo del país. Asimismo, en momentos de polarización política partidaria, el ejercicio ciudadano puede jugar un rol clave de amortiguación de sus impactos, o contribuir a la despolarización. Las organizaciones ciudadanas polarizadas y subsumidas partidariamente poco pueden contribuir a ello. ¿Cómo generar confianza ciudadana cuando esta depende de la que me da el partido? ¿Cómo conquistar credibilidad en mi lucha por la defensa del consumidor, del medio ambiente, o de las almas piadosas, si lo que en el fondo predomina es la defensa del partido?
En fin, por el bien de la sociedad y la de los mismos partidos políticos, ni estos deben intentar sustituir a aquella y sus organizaciones, ni los intereses de estas deben someterse a las agendas partidarias.
No hay comentarios aún.
RSS feed for comments on this post. TrackBack URL