El monitoreo social

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Nuestro famoso sistema se parece más a lo que normalmente llamamos capitalismo salvaje.

Tras un exiguo análisis de los problemas de gobiernos pasados, un sinnúmero de instituciones, tradicionalmente ligadas a la derecha, están lanzadas a opinar sobre lo que debe hacer el nuevo gobierno, que parece orientarse, afortunadamente, hacia la izquierda moderada. El silencio obsequioso frente a políticas públicas inadecuadas se cambia ahora por la necesidad de aconsejar a Mauricio Funes. El afán de ver el vaso medio lleno mientras ARENA estaba sólida en el poder deviene en un afán de monitoreo permanente. Incluso la tolerancia con los desmanes gubernamentales, que los ha habido, y no solo en este gobierno, se transforma en crítica ácida contra el presidente actual a causa de la derrota electoral. Como que la venganza ante la pérdida de esa seguridad que da el estar cerca del poder fuera más importante que la constatación del fracaso de una política de desarrollo que no ha sido equitativa, que ha enriquecido a los que tienen más de un modo desproporcionado y que ha permitido durante 20 años la voracidad de algunos empresarios.

Los analistas y los centros de pensamiento, que ensalzaban la estabilidad salvadoreña y minimizaban la crisis mientras ARENA parecía perpetuarse, insisten ahora en que estamos mucho peor de lo que pensábamos y que la crisis nos va a pegar duro.

Todo está muy bien, y no hay duda de que muchas de las constataciones críticas y de las advertencias que se hacen son correctas. Pero al ciudadano le queda la duda de si no hay algo de hipocresía en tanta preocupación por monitorear al futuro gobierno, sobre todo viniendo el interés de aquellos que en el pasado inmediato se preocuparon más de defender lo que llamaban nuestro sistema de vida, que de señalar las graves falencias de un modelo de desarrollo vulnerable e inequitativo.

Dicho esto, no queda más que desear que el monitoreo social de cualquier gobierno que esté en el poder se convierta, de ahora en adelante, en una forma de cultura ciudadana. Pero un monitoreo que no busque la imposición de opciones ideológicas predeterminadas, o defensas cerradas de intereses económicos. Al contrario, el monitoreo ciudadano debe ser la base de un amplio y generoso debate no solo sobre medidas concretas del nuevo gobierno, sino sobre la necesidad de implementar y mejorar políticas públicas, e incluso de discutir el modelo económico que El Salvador debe seguir.

Porque no es cierto que se haya seguido aquí un modelo de economía social de mercado. Ni que nuestro sistema de gobierno corresponda plenamente al de un Estado social y democrático de derecho, como parece apuntar, con algunas contradicciones internas, nuestra Constitución. Nuestro famoso sistema se parece más a lo que normalmente llamamos capitalismo salvaje, y ha estado dotado de una muy débil institucionalidad. El sí al monitoreo social debe ir unido, para ser auténtico, de un análisis de nuestra realidad, liberado de tanta carga ideológica y de tanta hipocresía, como han tenido tradicionalmente quienes ahora apoyan entusiasmadamente monitorear las actividades del próximo gobierno.

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