Josué: víctima de la duda

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Ninguno de los miembros de la iglesia de las Asambleas de Dios en el municipio de Armenia, Sonsonate, podía creer la noticia. Tampoco maestros y compañeros del Instituto Nacional de Armenia, donde Josué Rigoberto Díaz estudiaba segundo año de bachillerato. Era un estudiante dedicado y con buenos promedios.

Óscar Leiva
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Josué Rigoberto Díaz Romero, apenas con 15 años, era un joven tranquilo y descrito por muchos como el primero en estar en la iglesia antes del culto. Sus maestros aseguran nunca haberlo visto involucrado en ningún problema. Lo asesinaron mientras comía pupusas en la colonia San Fernando II, una zona de alta peligrosidad en el municipio. A su edad ya dedicaba buena parte de su tiempo a la iglesia en la que se congregaba. Estaba en el ministerio de música y eso también le demandaba tiempo. Sus horarios se dividían entre esto y sus estudios. Tenía grandes sueños dicen quienes lo conocieron. Esos que fueron cortados de forma violenta.

Compromiso. Josué se incorporó a su iglesia a muy corta edad y era ejemplo de servicio para otros jóvenes.

Juan Carlos Rodas Recinos, de 18 años, un joven descrito por la Policía como un vagabundo drogadicto que delinquía frecuentemente en la zona, apuntó su arma en la sien de Josué, según relatan los vecinos. Eran las 7:10 de la noche del domingo 30 de enero.
El atacante le buscó tatuajes a Josué, pero no los encontró. Aún así, le disparó al joven en el rostro, en tres ocasiones. Policías que patrullaban cerca del lugar capturaron a Rodas Recinos apenas
unos minutos después del homicidio. Fue reconocido por testigos.

Amor por el trabajo. Durante sus vacaciones escolares, Josué trabajaba como ayudante en un taller de reparación de muebles. En el lugar se le recuerda como alguien muy colaborador.

Josué era hijo único. Su madre, Vilma Romero, relata que su sueño era ser pastor para seguir el ejemplo de su padre. Le gustaba mucho participar en caminatas como parte de los Exploradores del Rey, de la iglesia a la que pertenecía. Cuando llegaban las vacaciones, él buscaba trabajo para mantenerse ocupado y ayudar a la familia.
Muchos jóvenes de su congregación estuvieron en el entierro de Josué y acompañaron a su familia desde el día del asesinato. La víctima estaba rodeada de mucho cariño y apoyo, debido a las diversas actividades a las que se dedicaba. La zona donde vivía sigue expuesta a la violencia y muchos sufren amenazas.

“Razonen… busquen una iglesia. Yo  creo que son demonios, no son ellos, son demonios que los dominan, que los impulsan a cometer esos hechos y solo el Padre los puede liberar. Si buscamos a Dios, Él viene y los despoja de la maldad. Son ellos quienes  los dejan en orfandad, matan a sus padres, en este caso a mi hijo… yo les digo que se arrepientan, que Dios les ama”. Para la madre de Josué, no hay espacio para la venganza, solo resignación para la muerte de su hijo, otro estudiante que se sumó a la lista de víctimas este año.

Un hogar impregnado con la presencia de Josué y su fe en Dios. Esa misma que profesa su madre, quien con resignación entregó el alma de su hijo al Creador. Para ella, no existe otra justicia que no sea esa. Durante su sepelio reinó la tristeza, la incertidumbre y el pesar de toda una comunidad  impactada por el crimen del joven considerado ejemplar. Alumnos y compañeros de su iglesia lo acompañaron  hasta el final.


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