EL fin de los tiempos de valentía

morazan

María Luisa Pérez había sobrevivido al conflicto armado. Tenía 43 años de edad y crió y educó a sus seis hijos trabajando como promotora de salud en la Asociación para la Autodeterminación de Mujeres Salvadoreñas (AMS).

Borman Mármol
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Fue su labor por 25 años. Ni las balas de la guerra la convencieron de dejar el cantón Guachipilín en Cacaopera. Contrario a ello trabajó con las diferentes ONG que tocaron a su puerta para solicitar el apoyo de una lideresa comunitaria.

La muerte la sorprendió en “tiempos de paz”, el 12 de marzo recién pasado, cuando regresaba de sus clases del bachillerato a distancia. Era su cuarto fin de semana recibiendo las nuevas lecciones. A las 5:30 de la tarde, los disparos de un arma de grueso calibre rompieron el silencio de la comunidad. Las detonaciones ocurrieron en la casa de Luisa, ubicada en lo alto del cerro El Güegüecho. La familia Pérez vio con horror cómo se hacían realidad las amenazas de un grupo de hombres que no querían seguir compartiendo con ellos el cerro donde se escondían. Entre cinco y seis hombres armados con fusiles AK-47 irrumpieron la tranquilidad de la familia. Primero, asesinaron a Fredys Orlando Pérez, de 19 años, el tercer hijo de María Luisa, el mismo que se opuso a que violaran a sus hermanas. María estaba por llegar a su casa y los gritos le advirtieron que algo malo pasaba en su humilde vivienda. Lejos de retroceder e intentar huir, corrió entre los matorrales para llegar hasta su hogar. La recibieron con una ráfaga de disparos, tres calibre 5.56 impactaron en su cuerpo. Entre sus manos quedaron los libros que la habían acompañado ese día a su clase, la última a la que pudo asistir.

Las amenazas a la familia habían sido recurrentes. En una ocasión previa, ese mismo grupo armado había entrado a la casa de María Luisa a robar. Dejaron el lugar destrozado y se llevaron lo poco de valor que había. Meses después regresaron y envenenaron la colmena con la que la familia producía miel para luego comercializarla. Pero nada de eso venció a los Pérez, quienes decidieron quedarse en las tierras por las que ya habían pagado. Su vivienda está ubicada a dos kilómetros del cantón, pero el día de su asesinato todos los de la comunidad llegaron al lugar y ayudaron a bajar del cerro a María Luisa, quien todavía presentaba signos vitales. Pese a los esfuerzos de sus conocidos, murió antes de llegar al hospital.

Los amigos, compañeros de trabajo y vecinos de María Luisa aseguran que la lideresa de su comunidad dejó un enorme vacío entre ellos. Mientras hablan de ella, no dejan de evocar múltiples recuerdos sobre su trabajo. Ella sola atendió a más de un centenar de mujeres de la comunidad para que dieran a luz sin problemas.

Los habitantes del cantón Guachipilín, en Cacaopera, en el departamento de Morazán aún resienten la muerte de su trabajadora social. El Ministerio de Salud todavía no llena la plaza que María utilizó durante varios años. Ese reemplazo nunca llegará a la familia.


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