Ciudad Barrios hace esfuerzos para encontrarse alrededor de Monseñor Óscar Romero, pero faltan esfuerzos y todavía hay mucha indiferencia hacia la figura del sacerdote. Las iniciativas para difundir el pensamiento e historia del mártir han encontrado resistencia en la sociedad, aun así hay algunos puntos de reencuentro que se perfilan positivos.
Nadie es profeta en su tierra”, lo dijo Jesucristo al interpretar el rechazo de Nazaret, su pueblo. Así está consignado en el Evangelio de Lucas. La frase es vigente para Óscar Romero. Allá arriba en un cerro que carga a Ciudad Barrios, a más de 900 metros sobre el nivel del mar, al norte de San Miguel, la historia del arzobispo asesinado el 24 de marzo de 1980, por odio a la fe, se debate entre la veneración y la indiferencia.
El culto por Romero, aun entre los que se consideran sus fieles, es todavía un trabajo difícil. Restablecer la historia, su palabra y su legado ha sido un contraste de aciertos y desencuentros.
Sentado en las gradas de la iglesia, Jorge, solo así dice que se llama y no quiere dar más datos, explica que Romero “es el cura que asesinaron”, pero sabe muy poco de él, lo mínimo, entiende que era de Ciudad Barrios, pero hasta allí. Tan simple como sencillo. Hacia el frente de la parroquia, ante la estatua del próximo beato, Mariana Amaya de Lara (Marianita, dice ella) se para, se persigna, murmura una oración y se queda ante el busto por varios minutos. Va ataviada con un sombrero de Romero, un rosario, un pañuelo. Repite con confianza: “Es mi santo”.
En la ciudad queda ya muy poca gente que conoció personalmente y trató de cerca al arzobispo, son personas mayores de 65 años, coincidieron con él cuando ya estaba ordenado y sobre todo cuando de San Miguel visitaba su pueblo. Solo Marianita alcanza los 99.
—Yo trabajé con él, cuidaba a su mamá (Guadalupe de Jesús), lo conocí a él.
—¡Ah sí!, ¿y cómo era él?
—Era serio.
—¿Bravo?
—No, bravo no, serio. Solo una vez me regañó.
—De verdad. ¿Por qué? ¿Qué le dijo?
—Es que él quería dormir en la hamaca y yo pasé y se la moví. “Niña, no me muevala hamaca que quiero descansar un momento”, me dijo, y se puso a sonreír. Perdón, le dije, y mejor me retiré.
—Pero si se reía, eso no es un regaño.
—Para usted no, para mí sí es.
La resistencia a la figura del sacerdote tiene mucho que ver, para algunos católicos de los que comparten su credo, con la población de la “iglesia separada”, la que si bien no está cuantificada con exactitud, sí se ha extendido en los últimos años al grado de que se contabilizan unas 10 diferentes iglesias de reforma en la ciudad.
Una de las tesis de la gente del Promuseo, una entidad que funciona desde hace 15 años y que en la actualidad busca convertirse en la Asociación Profeta de mi Tierra, es que todavía hay mucha politización sobre la figura del mártir. En Ciudad Barrios todavía se colocan banderas en las estatuas de Romero, pero ellos dicen que si piden no hacerlo, obedecen. También el párroco de la ciudad ha solicitado eso.
Otra es que el proceso en la difusión del pensamiento de Romero no ha tenido un proceso “sistemático” en la ciudad. Liliana Fuentes, la presidenta de la institución, asegura que no se ha hecho aún mucho.
—Tajantemente no se ha hecho nada; estamos conscientes que no han habido recursos, pero tampoco ha habido iniciativa por unificar esfuerzos.
La iniciativa del Promuseo surge luego de que, en una visita a la ciudad, el obispo auxiliar de San Salvador, monseñor Gregorio Rosa Chávez, dijo que “era una vergüenza” que en la ciudad de Monseñor no se hiciera nada por él.
La indiferencia
Julio –tampoco quiere dar todo su nombre– se mueve entre los pasillos del Instituto Nacional de Ciudad Barrios, se ve alegre, extrovertido, bromista, pero todo su semblante cambia cuando se le pregunta por el tema de Monseñor Romero.
—Sé que algunos jóvenes trabajan algo de eso, que se reúnen, pero yo no voy.
—¿Pero sabés quién es?
—Sí, es el cura que mataron.
El tono de su respuesta es hasta cortante. Cuando se le pregunta por qué no quiere hablar, dice que no le interesa, un intento más para abordar a sus amigos y hace una señal y se alejan en grupo.
Fuentes dice que los intentos por desarrollar una temática en el instituto encuentra mucha resistencia precisamente por el tema religioso. La idea de ellos es que el tema Romero tome carácter ecuménico, que se valore la obra del hombre, no del sacerdote, pero muchos creen que “es una pila” de los católicos.
Edith Guzmán es la maestra de estudios sociales. Admite abiertamente que la institución no tiene actividades extracurriculares que traten de difundir la historia del sacerdote asesinado.
—Anteriormente se hacía una semana cultural y se abordaba un poco el tema, pero se dejó de hacer. Somos conscientes de que hay que enseñar a las nuevas generaciones quién fue él y qué hizo.
Guzmán asegura que ella particularmente en su asignatura aborda el tema de Romero, pero no puede dar fe si otros maestros de la institución hacen lo mismo con tal de mostrar la vida y obra del arzobispo nacido en Barrios.
La ciudad va de contrastes en contrastes y los que lo quieren lo quieren. Marianita dice que se llevaba bien con todo mundo, que no era un hombre problemático y trataba bien a las personas. Suspira, recuerda y deja escapar la frase:
—Bien bonito era.
En sintonía con ella está Gilma Olanda Rivas. Para ella Romero es un “tesoro” que nació en su pueblo. También trabajó con la familia de él, lo conoció cuando ella tenía 14 años, lo que más recuerda era la forma coloquial de hablar.
—Mirá, Gilma, y vos sabés cuál es el animal enemigo de la serpiente.
Dice que le preguntó en una ocasión Romero. Ella externó que ni las serpientes ni otros animales tenían enemigos.
—Es el sapo, la serpiente lo muerde y cuando lo quiere tragar el sapo se infla y le cuesta tragarlo. Así es el pecado, entra flaquito y se infla en el cuerpo. Así pasa.
Hablaba con muchas anécdotas, dice.
—En Ciudad Barrios no le hemos podido dar el valor que tiene Monseñor, es una gran joya que nació aquí… Lo tildan de varias cosas, eso es no conocerlo.
Gilma asegura que junto con un grupo de mujeres fueron de las primeras en conmemorar el martirio en la ciudad, pero había mucha desconfianza y temor, muchos lo tildaban de “guerrillero”.
—Todavía hay algunas gentes así, para ellos no es alegría que lo beatifiquen.
Más allá del factor que divide a la ciudad por el sacerdote, es innegable que también ha sido factor de acuerdo o de búsqueda por la reconciliación. Marina Rodríguez de Alvarado asegura que no todos convergen en su familia con la veneración a la figura de Romero; de hecho, muchos lo cuestionan, pero ella está clara en que su labor en pro de los que más necesitaban fue debidamente realizada.
No lo conoció directamente, a lo mejor por su simpatía política por la derecha o tal vez, como ella misma dice, porque no pasaba mucho tiempo cerca de la iglesia.
Pero el tema le interesó y comenzó a leer su historia y a pesar de tener diferencias con su familia reivindica el trabajo y mensaje del arzobispo.
—Ayudó siempre a los más necesitados, eso debe ser reconocido.
La derecha tomó este año la alcaldía de Ciudad Barrios y a pesar de lo que muchos creían, el alcalde, Heris Romero, ha dicho que acompañará a la iglesia en lo que sea, en una señal de apertura y de que se pueden poner de acuerdo por el mártir.
Marianita se persigna otra vez y se dispone a alejarse de la estatua, repite una vez más que es su santo y que confía en él.
—Mire, una vez quería ir a una excursión a Esquipulas, Guatemala, y no tenía dinero, y le dije: “Monseñor, quiero ir y me vas a llevar, y fui, mire, me cumplió”.