El discurso de Romero sigue como objeto de discordia entre muchos. Ha sido objeto de descrédito y manipulación. Varios analistas coinciden en que tenía un mensaje pastoral apegado a la doctrina de la Iglesia católica, pero la coyuntura de la guerra civil hizo que entrara en un debate político-ideológico. La Iglesia ha pedido que se separe la imagen del arzobispo de actividades partidarias y se terminen los ataques a su figura.
Mario Enrique Paz
La coincidencia es clara, las homilías de Monseñor Óscar Romero tienen un claro contenido pastoral y evangélico, alejado por completo de la política. Que punzaban y dolían es otro elemento, que tiene que ver con su solidaridad y su compromiso profético. Eso es lo que opinan analistas y sacerdotes del país sobre las homilías.
El debate sobre el mensaje del sacerdote, asesinado por odio a la fe, siempre ha estado en el tapete. Los sectores de derecha lo interpretaron como un “pregón” a favor de la izquierda y estos también hicieron una instrumentalización política en contra de la derecha.
Monseñor Rafael Urrutia, el canciller del arzobispado, asegura que de las homilías se tomó la denuncia pero poco se interpretó la parte pastoral. Su afirmación coincide con la del promotor de la causa en el Vaticano, Vincenzo Paglia, quien en 2008, mucho antes de ser anunciada la beatificación, dijo que “fue contrario tanto a la violencia del gobierno militar como a la de la guerrilla y vivió como pastor el drama de su rebaño. Fue acusado de ser comunista, aunque siempre condenó el comunismo y nunca cambió de opinión sobre ello”.
No solo los salvadoreños han estado divididos por el discurso de Romero, a la Congregación de la Doctrina de la Fe del Vaticano le tomó cinco años determinar que el sacerdote era ajeno a cualquier ideología, de 2000 a 2005; sin embargo, el proceso estuvo embargado casi ocho años más, hasta que fue desbloqueado por el papa Francisco.
Paglia aseguró en una entrevista a LA PRENSA GRÁFICA que al Vaticano llegaban “kilos de cartas que lo acusaban de hacer política, de ser desequilibrado, de ser comunista… Estaba claro que había muchos que estaban en contra (del arzobispo y su beatificación)”.
Una coincidencia más ocurre sobre las homilías, la primera va marcada por el descrédito en el que incurría la derecha y la segunda en la manipulación que hacía la izquierda. Era una pugna de intereses políticos enfrascada en el discurso.
Marcos Martínez, catedrático universitario, filósofo y con una maestría en teología, asegura que los salvadoreños “se han olvidado del verdadero sentido y la homilía está basada en el pensamiento doctrinal de la Iglesia, no lleva tendencias ideológicas, sino de fe”.
Para el filósofo es claro que Romero estaba lejos de la improvisación en sus mensajes; de hecho, asegura que cada una tenía un título y ese dato consolida que había una idea para desarrollar.
Su análisis se enfoca en dos aspectos bien puntuales del discurso del arzobispo: el primero es una explicación de la palabra de Dios. La homilía de Monseñor Romero es eminentemente pastoral. El segundo es que “es la palabra de Dios encarnada en la realidad salvadoreña”.
La radicalidad que muchos otorgaban al arzobispo con el evangelio coincide con uno de los señalamientos de Martínez, en el sentido de que tenía un esquema doctrinal: “El pensamiento de Monseñor Romero está basado en la doctrina social de la Iglesia. No habló desde una ideología, no habló basado en intereses políticos o económicos. Lo de él era ¡qué dice la Iglesia ante el sufrimiento de la gente!”
Lejos de la política Salvador Samayoa, antiguo militante del FMLN y ahora analista político, es enfático al asegurar que el discurso de Romero no tenía agenda política ni intención de “apoyar o bendecir” a ningún partido o fuerza política. Apoya su tesis en que la actividad política busca siempre la toma del poder y el arzobispo nunca quiso el poder para él, o formar parte de este o tener influencia sobre este.
“Es evidente que Romero nunca tuvo ese tipo de intención, ni contribuyó en ese sentido a las intenciones de otros”.
Samayoa considera que la derecha salvadoreña estuvo equivocada cuando acusó al sacerdote de meterse en política, sobre todo porque en su momento también cuestionó el accionar de la izquierda.
“La denuncia de Romero era pura sensibilidad humana, pura solidaridad con la gente que sufría dantescos vejámenes por parte de los cuerpos de seguridad del Gobierno”, explica.
El analista recuerda que en una de las cartas pastorales el arzobispo condenó por igual las atrocidades realizadas por la izquierda y lo hizo con energía: “Censuró con igual claridad la violencia que ejercían las llamadas ‘organizaciones revolucionarias de masas’, aunque la justificaran como autodefensa o como legítimo derecho a la insurrección”.
La opinión de los especialistas no está lejos del juicio simple de la gente, de los que convivieron con el cura y recibieron el mensaje directo. Para ellos, en las palabras de Romero jamás hubo sesgo político ni mensajes implícitos para apoyar a determinada tendencia política. Lo trataron de niños y convivieron también con él de adultos y nunca cambió.
Ana Cristina Rivera es de las pocas personas que sobreviven a Romero en Ciudad Barrios, recuerda que cuando tenía siete años el sacerdote visitaba la ciudad y participaba en clases de catequesis, siempre al finalizar les regalaba una taza con leche. Sus recuerdos también la transportan viajando a San Miguel, sin tener claro si lo hacía en bus, camión o carreta. Allá en las gradas de la catedral el cura también vertía su mensaje.
“Todos éramos niños que nos llevaban hasta San Miguel. Luego lo traté grande en algunos retiros y era muy abierto. Yo recuerdo que en un retiro habían invitado a monseñor (Benjamín) Barrera y monseñor (Pedro Arnoldo) Aparicio, pero no llegaron y los habían invitado para que vieran qué nos enseñaban a nosotros, pues se decía que eran cosas de política, pero el padre Romero jamás fue así”.
Lo que más se grabó en Ana Cristina fue un canto que aprendió de niña, muy significativo para ella:
Que viva el catecismo
de Dios divina ciencia
que enseña la conciencia
la senda del deber.
Para ella el camino pastoral nunca cambió, siempre estuvo cerca de su iglesia, siempre pendiente de la gente.
La manipulación
El conflicto ha marcado las homilías de Monseñor Romero desde siempre y lejos de la interpretación real de los hechos por él enfatizados, cada uno ha tomado lo que le conviene, coinciden los analistas.
Monseñor Jesús Delgado, el copromotor de la causa de beatificación, recuerda que las denuncias contra la palabra de Romero eran tales que los papas Pablo VI y Juan Pablo II enviaron a dos cardenales para que investigaran los hechos.
El primero en llegar fue el cardenal Antonio Quarracino, más tarde también fue enviado el cardenal Eduardo Pironio, ambos, según Delgado, se fueron convencidos del mensaje pastoral de Romero.
Martínez explica que se debe finalizar la manipulación del discurso y conocerlo con propósito pastoral, pero para ello se debe hacer un análisis de su palabra.
Para el filósofo, las homilías son “palabra de Dios para los pobres, es una palabra de Dios eclesial, denunciante, pero esperanzadora y además libre, sin compromisos con nadie, pero conflictiva también”. Al hablar de conflicto se refiere claramente a las denuncias, a lo que para él es poner el dedo en la llaga.
Antes que manipular se debe interpretar el contenido y comprender lo que el arzobispo quiso decir.
“Es cierto que en su homilía hacía una denuncia, pero llamaba a la conversión a todos, a los políticos, los grupos económicos, a los cuerpos de seguridad, a la Fuerza Armada, a las organizaciones populares. Hay un detalle más: su mensaje es catequético porque nos enseña. Él decía que no hablaba como político o sociólogo, sino como pastor”, explica.
Samayoa toca el punto que seguramente complica el aspecto de la manipulación: “La prédica de Romero pudo tener implicaciones políticas, pero no fue una prédica política o con contenidos políticos”, obviamente era el factor denuncia el que dolía. Para el analista el discurso ha sufrido mucha manipulación, pero de formas diferentes.
Por un lado la derecha desacreditaba el discurso y por otro la izquierda postguerra lo usó como arma contra la derecha.
“La derecha, en el sentido de una deformación o interpretación injusta, mendaz, ignorante en realidad, del pensamiento y de las denuncias de Romero, porque ni siquiera se tomaban la molestia de escuchar sus homilías o leer sus cartas pastorales”, explica.
Para el analista, en los tiempos de la guerra civil el FMLN tenía poco interés por Romero, si se tiene en cuenta, el arzobispo bien podía ser un vehículo para desmovilizar la acción revolucionaria, pues como pastor católico estaba lejos del marxismo, al que el Frente abrazaba.
“Finalizada la guerra hubo personajes y discursos, dispersos primero, y cada vez más frecuentes en los últimos años reivindicando la figura de Romero como si fuera un ícono de la izquierda política, y como si fuera un arma política arrojadiza contra la derecha. Esto ha sido claramente un abuso de algunos dirigentes del Frente”, asegura Samayoa.
Pero desliga a los dirigentes históricos del partido de izquierda y vincula a ese hecho a oportunistas que crecieron al lado del partido.
“En este ambiente de instrumentalización se escuchó a algunas de las figuras más prominentes del Gobierno, en el quinquenio anterior, decir que Monseñor era su guía. Esto fue realmente indignante, como si de la vida de Monseñor se pudieran tomar ejemplos y guías para llevar una vida con el odio a flor de piel, una vida de calumnias e injurias, de tráfico de influencias, de alcoholismo, de vicios, de adulterios, de prepotencia y de enriquecimiento personal con los recursos del Estado”, asegura.
La manipulación ha llevado a la tergiversación y hasta invención. En una entrevista del periódico Vatican Insider, al biógrafo Roberto Morozzo, este asegura que la frase “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño” es apócrifa, pues Romero no tenía ese carácter mesiánico, de otras tantas tampoco se ha comprobado su autenticidad.
La definición que quizá esté más próxima a la interpretación de las homilías de Monseñor quizá la resuma Martínez: “Es una palabra de Dios eclesial, denunciante pero esperanzadora y además libre, sin compromisos con nadie, pero conflictiva también”. Ese conflicto viene dado por la denuncia que hacía y por la incomodidad que también causaba.
Con la llegada de la beatificación, la Iglesia ha tratado de dar, alrededor de la figura del mártir, una sensación granítica, pero la resistencia de unos (sobre todo en las redes sociales) y la instrumentalización de otros sigue presente. Un sacerdote en San Miguel explicaba que “los salvadoreños hemos destrozado a Monseñor Romero y eso no puede ser”. Urrutia lo ve más sencillo, dice que “unos lo aman más y otros no lo aman, pero ‘Roma locuta, causa finita’, Roma habló y se acabó el problema, esto significa una aproximación a Monseñor Romero desde la fe y el evangelio, no desde la ideología y la política”.