Tanto la subsecretaria de Inclusión Social, Matilde Guadalupe Hernández, como una de las asistentes legales de la Unidad de Género de la Procuraduría General de la República (PGR), Karen Rocío Campos, coincidieron en que la violencia simbólica es la más común de todos los tipos de violencia contra la mujer, pero la que menos sabe reconocer la sociedad, porque ha sido normalizada.
“Está presente en todos los espacios, en casi todas las conversaciones. En casi todos los mecanismos de socialización de las personas vamos a encontrar violencia simbólica, lo que pasa es que la hemos naturalizado tanto que no logramos identificarla”, advierte la subsecretaria.
La violencia simbólica, explica Hernández, está en palabras, gestos, frases, bromas, chistes y canciones y tiene mucho que ver con cómo las personas han sido educadas.
“Hace poco hubo una campaña con una mujer semidesnuda, para publicitar vallas, diciendo: ‘Estoy disponible’. Eso es un claro ejemplo de violencia simbólica”.
Rocío Campos, asistente legal de la Procuraduría General
“Si viene un colega suyo y le cuenta un chiste misógino, ya de usted depende reírse; pero si le reclama, lo primero que le dicen a una es: ‘Qué aburrida sos’, ‘si es un chiste’, ‘no es en serio’, y lo que sucede es que la sociedad no se da cuenta de que lo que empieza como un chiste es una microarena más que construye la roca que al final termina en un feminicidio”, señaló la funcionaria.
Para Campos, donde es más evidente este tipo de violencia es en las campañas publicitarias, donde es común ver a las mujeres siendo objetos de deseo, planchando o lavando ropa, promocionando productos de limpieza del hogar o atendiendo a los hijos.
“Todo esto tiene que ver con la construcción social, la educación, la cultura, el sistema de salud, la religión, la familia; con qué les estamos enseñando a los hijos. Estamos empoderando a las niñas, pero si a los niños los educamos con la misma cantaleta, va a estar difícil”, anotó Campos.