Es increíble que mientras el fútbol salvadoreño vive una de sus peores etapas administrativamente hablando, mejor se han hecho las cosas sobre la cancha. O sobre la arena, como sucedió ayer.
Escrito por Mario Ernesto Posada
Envueltos en una colosal crisis administrativa con señalamientos de todo tipo, viajes sin sentido y extrañas renuncias de por medio, me resulta altamente estimulante que dos de nuestras selecciones estén brillando con luz propia en la región.
De la Azul mayor no hay mucho que decir. Todo mundo sigue hablando del triunfo sobre México y de que seguimos con vida camino a Sudáfrica 2010. Pero la que sí habría que incluso escribir un libro es de la Azul playera, ese mismo grupo de pescadores que el año pasado se clasificó por vez primera a un mundial y que ayer repitió la gesta.
Y valga esta columna para destacar la labor de dos tipos que, a mi juicio, están haciendo de la mejor manera su trabajo: Carlos De los Cobos y Rudis Gallo.
Del mexicano, igual que de la selecta, no hay más que decir: sumamente acostumbrado a lidiar con seudo dirigentes –incluso con uno de ellos que no le dirige la palabra desde septiembre del año pasado– le ha dado otra tonalidad al azul desteñido que por tanto tiempo nos acompañó.
Y de Gallo, tipo humilde y de pocas palabras, ha quedado en evidencia que no hay que tener un acento raro para comenzar a creer que somos capaces, al fin, de hacer bien las cosas.