Hace una semana dije que las autoridades debieran tomar preso a quienes impiden la atención médica en el país, porque eso es un acto delictivo. Al día siguiente un par de dirigentes del Sindicato General de Empleados del Sector Salud (SIGESAL), de reciente creación, vociferaron contra mi persona, señalando que no tenía derecho a poner en tela de juicio sus legítimas reivindicaciones salariales. Obviamente, después de esto me quedó dando vueltas en la cabeza cómo se puede tan fácilmente manipular lo que es derecho y lo que es legítimo.
Las campañas políticas dan risa y tristeza. Se levantan pasiones, se exaltan virtudes propias y se denigran defectos ajenos, se manipulan noticias al gusto. Después, cuando conviene, se hacen pactos alegres e irresponsables.
Vivimos, para mal o para bien, una época de cambios. En Estados Unidos, y para el mundo, los cambios para empeorar no pudieron estar mejor encarnados que en la desastrosa gestión del presidente Bush: el mundo se volvió más inseguro y el negocio de la guerra más seguro; se alborotó el avispero del terrorismo; se incrementó la confrontación entre culturas y civilizaciones.
Para las elecciones presidenciales anteriores, los candidatos Shafick Hándal, Elías Antonio Saca, Rafael Machuca y Héctor Silva firmaron un convenio en el cual se comprometían a respetar los resultados de la contienda electoral, sin declaraciones y protestas que supusieran fraude o engaño en el proceso.
“El mundo observa asombrado el actuar de Ortega en la demolición de la democracia para perpetuarse en el poder. Su acción solo contribuye al retroceso y empobrecimiento de los nicaragüenses.”