Iban armados con lo necesario para soportar más de un día de viaje, largas y duras horas para cumplir lo que definieron como su “máximo sueño musical”: ver a Maiden.

Eran los primeros minutos de viaje y las contundentes notas del mítico tema “Wrathchild” comenzaron a mezclarse con los efectos del vodka.

También había padres acompañados por sus hijos quinceañeros, quienes tuvieron que inventarse las mejores excusas para poder conseguir los permisos respectivos en los colegios, en sus trabajos y con sus esposas.

Uno de los policías se alteró al ver a tantas personas vestidas de negro y dijo: “No vamos a dejar pasar ebrios”. Pidió que bajaran para revisarlos uno por uno, pero no encontró nada ilegal.

La tropa de salvadoreños y algunos guatemaltecos estaba formada por 200 seguidores de la Doncella. Iban armados con lo necesario para soportar más de un día de viaje, largas y duras horas para cumplir lo que definieron como su “máximo sueño musical”: ver en Costa Rica a Iron Maiden, la leyenda británica del heavy metal.

La fecha y el punto de partida fueron pactados para el 1.º de marzo en el Bar y Restaurante La Luna Casa y Arte. A las 12:30 de la tarde, el contingente salió de San Salvador en cuatro autobuses preparados por la compañía JF Tours, con metaleros abordo de diferentes edades, variadas ocupaciones, distintos estratos sociales, la mayoría con las clásicas camisetas negras, pero todos con la pasión por la música del grupo inglés que comenzó su carrera en los escenario en 1975. Llevaban algo de agua, comida, golosinas y, aunque no todos bebían alcohol, había cerveza y mucho vodka como para perder el sentido de la realidad por un buen rato.

Era un suceso muy extraño que una banda de rock de fama mundial decidiera ofrecer un segundo concierto en Centroamérica, en el mismo país y durante la misma gira, la denominada “Somewhere Back in Time”. El primero fue realizado en el estadio Ricardo Saprissa, el 26 de febrero de 2008. Para algunos integrantes de la tropa significaba el segundo encuentro con Maiden.

Un televisor de 14 pulgadas con videos de conciertos de Maiden calentaba el ambiente en el bus número dos. Eran los primeros minutos de viaje y las contundentes notas del mítico tema “Wrathchild” comenzaron a mezclarse con los efectos del vodka. Sirhan Rivera era el encargado de comandar esa unidad y de proveer de más metal y bebidas a los viajeros. Aún no llegaban a la frontera con Honduras y el chapín Renato Bonilla ya había sido bautizado como “Frodo”, por compararlo con el personaje de la novela de fantasía “El señor de los anillos”, pero, en su caso, la misión era cumplir la difícil tarea de no dejarse vencer por “el dios Baco” antes de llegar al destino final.

Otros disfrutaron la travesía de forma más tranquila. David Tobar iba acompañado de su novia porque quería que ella disfrutara del show como él lo hizo en 2008. También había padres acompañados por sus hijos quinceañeros, quienes tuvieron que inventarse las mejores excusas para poder conseguir los permisos respectivos en los colegios, en sus trabajos y con sus esposas.

“A mi hijo también le gustan las canciones y me pide que le traduzca las letras. Este viaje nos encanta porque todos lo disfrutan a su manera y creo que rompe el estereotipo de que los roqueros son violentos”, comentó Jorge Abarca, uno de los papás abordo.

También se encontraban algunas personalidades de la escena metalera local, como Edwin Marinero, del Rockers Club de El Salvador; Roberto “el Palillo” Burgos, del grupo Dreamlore; Nacael Martínez y su hermana Desol, de Metatrón, Joel Ruiz, de Ángelus; Roberto Rosales, de Radio Astral, Javier Rivas y Daniel Ruballo de la banda Social S. S., entre otros.

“Estamos listos para verlos por segunda vez. ¡Es Maiden, lo más grande, por ellos vale la pena!, decía emocionado Ruballo.

Cuando el reloj marcó las 4:30 de la tarde llegó la primera preocupación. En la frontera El Amatillo, en La Unión, uno de los policías de migración se alteró al ver a tantas personas vestidas de negro y de inmediato dijo: “No vamos a dejar pasar ebrios”. Pidió que todos bajaran de los autobuses para revisarlos uno por uno, pero no encontró nada ilegal y el viaje continuó con tranquilidad.

A las 3 de la madrugada, del lunes 2 de marzo, los buses llegaron a la frontera entre Nicaragua y Costa Rica, pero había que esperar tres horas, porque las autoridades abren el paso hasta las 6 de la mañana. Luego del pago de $1 por cada uno de los pasajeros en concepto de “contribución especial” a la municipalidad y un desorden administrativo que causó un retraso de tres horas, al fin pudieron pasar a territorio tico.

El arribo a San José, capital de Costa Rica, ocurrió por la tarde, después de 27 horas de viaje. A pesar del cansancio, algunos decidieron irse directo al estadio Alejandro Morena Soto, en Alajuela, para hacer la fila desde una noche antes, otros hicieron la tradicional visita al bar roquero Sand y unos pocos prefirieron descansar para recuperar energías y estar listos para su cita con la Doncella de Hierro.

El concierto

El día más esperado por los metaleros había llegado, el ansiado martes 3 de marzo. Entre lo que más impresionaba al llegar por la mañana a las afueras del estadio Alejandro Morena Soto, en Alajuela, era la extensión de la fila de fans que llegó a alcanzar los 2 kilómetros. En las aceras había sleeping, colchonetas y cartones utilizados por los que durmieron en la calle desde nueve días antes del show. También había basura por todas partes, la cual se acumuló en sietetoneladas, según datos de las autoridades municipales.

Había desesperación por entrar, hasta que la calma llegó cuando las puertas se abrieron a las 3:30 de la tarde. Así, el público empezó a ubicarse con orden en cada localidad. El área VIP, el campo de batalla frente a la tarima de 20 metros de ancho por 14 de alto, no se llenó como el año pasado y, según comunicó la empresa responsable del espectáculo, la cifra de asistentes fue de unas 15,000 personas, 10,000 menos que en 2008.

A las 8 de la noche apareció, como en el concierto anterior, Lauren Harris, la hija del bajista y fundador de Maiden Steve Harris, quien presentó temas de su primer disco “Calm Before the Storm”. Aunque su propuesta hard rock fue aceptable, esta sonó demasiado liviana y hasta hubo pop, para ser la antesala de un espectáculo de heavy metal.

Después de media hora con Lauren, el escenario volvió a quedar en penumbras, mientras en las pantallas ubicadas a los lados aparecieron imágenes de la gira 2008 y de su avión Ed Force One con el fondo de “Transylvania”. Luego se escuchó el discurso de Winston Churchill y con el inicio de su famosa canción “Aces High” emergieron en medio de explosiones y llamas Bruce Dickinson, en la voz; Steve Harris, con el bajo; Nicko McBrain, en la batería; y los guitarristas Dave Murray, Adrian Smith y Janick Gers.

El público descargó sus gritos y las banderas de cada país de la región aparecieron en medio de un mar de brazos y cuerpos saltando de emoción. Maiden les dio más fuerte con uno de sus primeros éxitos “Wrathchild” y luego remató con “2 Minutes to Midnight”. Acto seguido, Dickinson saludó y lanzó el primero de varios halagos expresados durante la noche: “¡Grita por mí Costa Rica! Estuvimos tocando en Nueva York y México, pero ningún país tiene tanta pasión como Costa Rica”.

Iron Maiden entregó una actuación de primer nivel y con detalles que no presentó en 2008, como los efectos pirotécnicos y modificaciones en el repertorio. Además, demostraron calidad y la experiencia que tienen para improvisar y agregar elementos nuevos a los arreglos tradicionales de piezas como “The Trooper”, “Run to the Hills”, “Fear of the Dark” y “Hallowed be thy Name”. Dejaron claro por que este año fueron nombrados como mejor banda británica en directo en los Brit Awars, superando a Cold Play.

“Realmente quedó demostrado que en cada concierto hay algo nuevo. Nicko es una máquina de creatividad con la batería, mientras los solos de guitarras te sorprenden con adornos nuevos y cada guitarrista con sus propias características”, opinó Nacael Martínez, de Metatrón.

Por otra parte, incluir temas más complejos como “Phantom of the opera” fue un verdadero placer auditivo, sobre todo porque el sonido mejoró y superó los problemas del primer show, ese aspecto permitió apreciar todos los detalles de las composiciones. Las interpretaciones de “Rime of the Ancient Mariner” y “Powerslave” también sobresalieron por un mejor trabajo visual gracias a los fuegos artificiales, los cuales ayudaron a que Dickinson luciera más su capacidad histriónica.

Con la infaltable “Iron Maiden” hizo su entrada acostumbrada el macabro Eddie Cyborg y la banda aprovechó para hacer su primera despedida. Los asistentes se quedaron pidiendo más y los músicos regresaron para tocar las definitivas “The Number of the Beast”, “The Evil that Men do” y “Sanctuary”. La tropa centroamericana gritó suplicando que la noche no acabara, con un saldo de voces afónicas, cuerpos deshechos del cansancio y muchos oídos resintiendo la potencia del sonido. La Doncella dijo adiós.

Pero de nuevo Bruce Dickinson había hecho un promesa: “Este año lanzaremos un nuevo disco y queremos regresar en 2011”. Sus fans le tomaron la palabra y esperarán files el tercer encuentro con la bestia inglesa.