El libro “Por los caminos de Monseñor Romero” retrata diversos pasajes de la vida cotidiana del sacerdote a partir de historias contadas por el pueblo.

Flor Cañas

Alejandra Zorrilla, escritora mexicana en constante contacto con la cultura salvadoreña, presentaó la obra el martes pasado, unos días previo a la beatificación de Monseñor Romero. Ese texto forma parte de la colección titulada “Viaja conmigo”, en la cual la escritora retrata las experiencias con las que se va encontrando día con día a partir de su profesión y en esta ocasión llega a la ruta de Monseñor Romero.
¿De qué trata el libro?
La personaje de la colección “Viaja conmigo” es una viajera que siempre tiene un pretexto para ir a un lugar. En esta ocasión le dicen: “estamos pensando en este viaje por la ruta de Monseñor Romero” y ella empieza a investigar sobre Romero, por dónde anduvo, dónde nació, qué hizo. Decide comprar un boleto de avión por internet y se lanza volada a buscar cosas en el país, guiada por el personaje Martín quien le va contando la historia de estos lugares y la vincula con los pasajes y la gente.

¿Porqué del título?
Creo que habría que seguir esos caminos, no solo en lo físico, lo territorial y lo geográfico, sino encontrarse con el proceso de transformación de Monseñor, que pasó de un hombre de escritorio, desde la teología, y se fue haciendo calle –como dicen los salvadoreños– vinculándose con la gente y haciéndose parte del pueblo. Es una invitación para los salvadoreños y latinoamericanos para viajar a estos lugares, ponerse los zapatos de caminar y volverse un viajero.

¿Qué motivó a una escritora mexicana a crear un libro sobre Monseñor Romero?
No creo mucho en las fronteras, El Salvador y México tenemos una relación cercana y en la experiencia que he tenido siento que el tema de Romero es muy importante para los salvadoreños. Cuando empecé a investigar sobre el tema y empiezo a conocer estos lugares me enamoro del oriente del país, del propio Romero o más de la relación que tienen los salvadoreños de la zona rural con el “padre Romero” como le dicen allá, cómo está tan cercano, cómo vive en las casas, como los jóvenes dicen: “como decía M. Romero”, como si lo hubiesen conocido e imposible porque no nos da la cuenta; y sin embargo, sigue ahí, su presencia, su voz. Algo muy distinto a otros ámbitos donde se ha politizado el personaje, en el ámbito rural no, él es una persona, un padre como mi párroco y sigue teniendo esa vigencia humana de relación.

¿En cuanto a personajes fundamentales para la construcción del relato?
Los salvadoreños de las localidades, Martín existe, él me enseñó muchísimo, me decía: “la voy a llevar al hospitalito”, más que las ganas de ir a cualquier hospital eran las ganas de él de mostrarme eso. A través de la gente es cómo me vinculé con Monseñor Romero. También monseñor Urioste, que conocía mucho a Romero, y Miriam, su secretaria, me contaron anécdotas del padre, sus miedos al final, sus gustos y muchas cosas que no se conocen de una persona que deja de ser persona para convertirse en un personaje mítico.

¿Cuáles son los caminos de los que habla el libro?
Más allá de los pueblitos los caminos de dentro. Por supuesto que la relación con Ciudad Barrios donde nace, San Miguel donde se hace sacerdote, el Vaticano a sus 20 años, viene a San Miguel, San Salvador y va caminando por distintos puntos.

¿Algunos datos que resultaron claves para la redacción del libro?
La radio, sus homilías. Ya ves que le llaman “la voz del pueblo”, él hablaba por la gente de la zona y pudo recoger todo lo que la gente decía y sentía. Las actividades locales, muchos salvadoreños y latinoamericanos no conocemos algunos procesos como el de la panela, de tejer palma, de hacer barro negro y obviamente el padre Romero desde jovencito debe haber tenido contacto con estas formas artesanales. Sabía de teología, pero también del contacto con la gente.

¿Qué facetas de él se retratan en el escrito?
De familia con sus hermanos, su gusto por el circo y el espectáculo. Términos personales como que le gustaban las pupusas, las idas al mar, cosas de la vida cotidiana que me parecen más profundas que los grandes eventos que marcaron su vida. La relación con el padre (Rutilio) Grande y cómo adopta de alguna manera me da la impresión como de un hermano chiquito y su relación con los cafetaleros, con la gente.

¿Cómo se podría definir la personalidad de él en una palabra?
Un hombre profundo que vive cada evento de su vida con mucha introspección. Desde su formación de teólogo, hasta su relación con las personas. Cuando está con los niños ves esta alegría desbordada, la profundidad con la que mira el mundo y se encuentra con la gente que ama. Para él no existía estatus, sino las personas. Los veía a todos con tanta familiaridad y naturalidad.

¿Logró esa conexión con Romero a partir de la historia?
La logré a la mitad, al principio me costó mucho trabajo, como que mi primer encuentro fue con el arzobispo, persona famosa que van a canonizar y yo decía ok… pero cuando entrevisté a los salvadoreños fue una conexión más en lo profundo.

© 2015 Beatificación de Monseñor Romero.