Distintos viajeros han empezado a acercarse a El Salvador para celebrar la beatificación de Monseñor Óscar Arnulfo Romero. Sus pertenencias forman parte del interés de los visitantes, en especial la camisa del martirio.
Flor Cañas/Nancy Alonzo
“No íbamos a venir más, pero Monseñor nos jaló la oreja y nos dice: ‘Si ustedes me quieren tanto, cómo no van a venir a mi beatificación’. Él nos puso el venir en el corazón y así nos fuimos hasta México y desde ahí lo vamos trayendo porque es una fiesta de nuestra América”, resume este mediodía una pareja de argentinos, un sacerdote y una religiosa, el peregrinaje que ha realizado a pie desde Guatemala hasta la cripta del obispo mártir en Catedral Metropolitana.
Es miércoles y Lidia Walas y Raúl Gabrielli se mezclan entre los vendedores frente a la entrada oriente de la catedral, por donde se accede a la cripta. No han tenido suerte, la puerta está cerrada. Sin embargo, en ambos se percibe la satisfacción de habar culminado el viaje cuando dicen: “¡Al fin!” Una simple oración que ambos terminan con una sonrisa.
—Ocho días tenemos con la peregrinación caminando desde Esquipulas. Salimos desde México, pasamos por Guatemala y al fin ya estamos aquí. Después de 35 años de conmemorar a Monseñor Romero, dicen que ya no contaban con seguir visitando el país. No es la primera vez que vienen a El Salvador; pero sí la primera que lo hacen a pie desde Guatemala.
Una carreta adornada con distintas estampas, entre las que destacan la Virgen de Guadalupe y Monseñor Romero, es lo que acompañó en este viaje a la pareja de devotos argentinos.
Dicen que distintos santuarios formaron parte del viaje: la Basílica de Guadalupe, el santuario de San Juan Diego, el Arenal y el Santo Cristo de Esquipulas. El punto final de su viaje será hasta lo más cerca que puedan llegar de el monumento al Divino Salvador del Mundo, sitio donde será la beatificación de Romero.
El obispo mártir también es visto como una esperanza de transición a la situación actual del país, tanto para extranjeros y nacionales. Para muchos, Óscar Arnulfo Romero ha sido un santo al pasar de los años, cuando aún sonaba lejos su beatificación.
—Ojalá que esos muchachos que tienen ese corazón de matar, dejen de hacerlo y sientan ese amor por su prójimo así como lo enseñó Monseñor, dice Marina Reyes, fiel seguidora del obispo, quien sí pudo entrar a la cripta de Romero a orar por el cese de la violencia. Llegó mucho antes que la pareja de argentinos.
A esas oraciones se suman los que a diario visitan la tumba del obispo con peticiones especiales. Romero fue nominado al premio Nobel de la Paz en 1979, un año antes de su muerte.
En el mismo sitio donde Mirna se hincó a orar, lo hizo unos minutos antes Juleyma Sandoval, una compatriota que vive en el exterior y que hoy visita el país, después de 20 años, para celebrar la beatificación de Romero.
—Quisiera pedir porque hay mucha delincuencia, mucho temor de la gente… Que él interceda para que no haya más violencia y yo tengo mucha fe de que nuestro país va a cambiar luego de esa celebración.
Más temprano, el hospitalito de la Divina Providencia también fue visitado por peregrinos. La mayoría, extranjeros que visitan el país con motivo de la ceremonia, una que para muchos significa el inicio del camino de Romero hasta los altares como santo, pues ven la canonización a la vuelta de la esquina.
En el hospitalito, donde Romero murió víctima de un disparo, se entonaban varios cantos: “Algo nuevo está na