10Monseñor Vincenzo Paglia estará esta semana en el país y tiene prevista una reunión con el presidente Salvador Sánchez Cerén, confirmaron fuentes del ministerio de Relaciones Exteriores del país.

También se reunirá con el episcopado para ultimar detalles de la beatificación de Monseñor Romero. En la segunda parte de la entrevista, Paglia ahonda en las resistencias que la beatificación del arzobispo encontró dentro de la Iglesia y en el significado que, a su juicio, tiene para El Salvador de hoy el mensaje de Romero.

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Roma. Los últimos años fueron los más difíciles. Monseñor Paglia y los historiadores y teólogos que contribuyeron a la causa de postulación habían desvanecido la acusación de que el mensaje y enseñanza de Romero tenían desviaciones teológicas y habían, además, hecho lo propio con el otro argumento de los opositores: que el arzobispo había incurrido en “errores sociales”.

El postulador insistió en que el mensaje de Óscar Arnulfo Romero estuvo basado siempre en el Evangelio, y no en el marxismo como argumentaban sus opositores. De este tema Paglia habló muchas veces con el entonces Prefecto para la Defensa de la Fe, el cardenal alemán Joseph Ratzinger, quien “quedó favorablemente impresionado”, dice.

Agotados los argumentos, quienes dentro de la Iglesia católica no querían ver al arzobispo asesinado como beato dijeron que, a pesar de todo, no era oportuno continuar con el proceso porque la figura de Romero era nociva para la unidad de El Salvador. Paglia dice que ante una objeción tan abstracta llegó a sentirse en “arenas movedizas”, pero nunca decayó.

En el fondo, la objeción de los opositores se basaba en la idea de que el asesinato de Monseñor Romero había sido consecuencia de sus filias políticas: “Escogió un bando y por eso lo mataron”, resume el postulador la línea de los detractores.

Paglia sostuvo siempre que no fue así: “En realidad, Romero, según resulta de la documentación, fue asesinado no por motivos inmediatamente políticos sino por seguir a una Iglesia tal como había salido del Vaticano II, y como la había vivido el episcopado latinoamericano, con una opción preferencial por los pobres”.

Más aún, el postulador se mantuvo firme en su idea de que el asesinato del arzobispo había sido motivado por el odio de sus asesinos a la fe. Para hacer valer esa posición, Paglia y su equipo tuvieron que demostrar que la Iglesia católica de El Salvador era objeto de persecución, algo que lograron, dice, luego de “una investigación histórica, con documentación real”.

Cuando el papa Juan Pablo II agonizaba en el Vaticano, Vincenzo Paglia estaba en El Salvador para conmemorar el XXV aniversario del martirio de Romero. Voló a Roma de emergencia.

Desde el principio, y durante todo el papado de Ratzinger, ascendido a papa con el nombre de Benedicto XVI tras la muerte de Juan Pablo II, monseñor Paglia mantuvo firme su tesis del martirio por odio a la fe y pidió al nuevo pontífice, quien lo había nombrado presidente del Pontificio Consejo para la Familia, que la causa de Romero siguiera su curso.

Cinco días antes de la Navidad de 2012, Benedicto XVI anunció a Paglia que la causa del arzobispo salvadoreño regresaba de la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde había estado bloqueada, a la Congregación para las Causas de los Santos.

Benedicto XVI abdicó y el colegio cardenalicio escogió al argentino Jorge Mario Bergoglio como el nuevo sucesor de Pedro en la silla papal. El primer pontífice latinoamericano, quien asumió con el nombre de Francisco, ha sido esencial para la causa de Romero.

A la postre, la comisión de teólogos de la Congregación para la Causa de los Santos dio la razón a la tesis del postulador en forma unánime: Romero es un mártir de la Iglesia católica, asesinado por odio a la fe.

Hoy, monseñor Vincenzo Paglia explica, desde su fe, el desenlace del proceso, detenido, refutado, obstaculizado por esos a quienes en Roma llaman “los opositores”.

“Hoy me puedo explicar en profundidad el porqué de tantos atrasos: Dios esperaba al papa Francisco. Dios ha escrito esta página con las líneas torcidas de los opositores. Si pudiera decirlo con una broma irreverente, el papa Francisco necesitaba también de alguien que lo apoyara en el paraíso, porque Romero vivió plenamente la afirmación del papa Francisco: una Iglesia pobre para los pobres”, dice Paglia.

¿La del martirio por odio a la fe fue siempre su perspectiva?

Nunca me moví de esta perspectiva. No obstante que los detractores de la causa de Romero hubieran querido cambiarlo a que fuese la beatificación por virtudes heroicas, y no por martirio. Quienes sostenían la tesis de las virtudes heroicas pensaban que era imposible defender una causa por martirio por odio a la fe, porque esto supone probar que había un clima de persecución contra la Iglesia.

La cuestión de fondo era si en un país católico era posible una persecución contra la Iglesia.

Personalmente, realizamos investigaciones históricas para demostrar ante la Congregación para la Causa de los Santos, con documentación real, que había habido un asesinato por odio a la fe.

Mientras tanto, se disolvió la objeción de errores sociales y demostró que Romero quería aplicar la doctrina social de la Iglesia y que no había en él nada que tuviera ninguna relación con el marxismo. Quiero subrayar que de este tema hablé muchas veces con el cardenal Ratzinger, Prefecto para la Defensa de la Fe, quien quedó favorablemente impresionado.

Yo estaba en San Salvador el 24 de marzo de 2005, para conmemorar el XXV aniversario de la muerte de Romero, y regresé ese día a Roma porque se estaba muriendo el papa Juan Pablo II. Fue elegido el papa Benedicto, y en su viaje en Brasil en 2007 habló muy bien de Romero.

Sin embargo, todavía los opositores, siempre muy determinados, convencieron a los responsables en Roma de que suspendieran al causa por motivo de oportunidad, porque Romero aún podía ser instrumentalizado por la izquierda y podía dividir al país. Yo no me detuve y apoyé la viabilidad del proceso y seguí pidiendo que el proceso continuará su camino. Al papa le correspondía decidir. Esa fue mi posición.

Usted se refiere a los opositores, ¿habla de los opositores dentro de la Iglesia?

Parte de la curia, parte del episcopado. Romero se había convertido en una personalidad universal que también tenía oposición entre personalidades católicas de América Latina, en el Consejo Episcopal de América Latina. Es decir, había oposición entre miembros de la curia y de la Iglesia, sea salvadoreña o latinoamericana. Lo importante de parte del postulador era promover a través de estudios históricos y científicos la vida e historia de Romero. Entre más estudiábamos aparecía más evidente que Romero no estaba inspirado en la ideología marxista, sino solo en el Evangelio y los documentos del magisterio. Cuando lo interpelaron sobre la teología de la liberación, Romero contestó: sí, soy de la teología de la liberación de Pablo VI, no de otra.

Quisiera decir que muchas veces tuve temor de que la causa no hubiera seguido adelante. En algún momento me pareció realmente imposible.

¿Cuáles fueron los momentos más duros en el proceso?

Fue en los últimos años, porque no lograba comprender cómo resolver las objeciones. Decir que aún no es oportuno era una afirmación abstracta. Eso ocurrió en 2007 o 2008. Me sentía en arenas movedizas; no lograba encontrar un punto sólido de apoyo hasta que fui nombrado por el papa Benedicto presidente del Pontificio Consejo para la Familia.

Mientras tanto seguíamos haciendo investigaciones históricas para defender la tesis sobre el martirio, que a mí me parecía inatacable. Presento un ejemplo: Romero, decían los opositores, fue asesinado por motivos políticos, por lo tanto no es mártir; escogió una parte en el conflicto y pagó las consecuencias.

Yo sostuve que no es así: en realidad, Romero, según resulta de la documentación, fue asesinado no por motivos inmediatamente políticos sino por seguir a una Iglesia tal como había salido del Vaticano II, y como la había vivido el episcopado latinoamericano, con una opción preferencial por los pobres. Efectivamente, fueron asesinados muchos sacerdotes, como Rutilio Grande, catequistas, religiosos.

Y en su misma muerte hay un valor simbólico enorme: no fue asesinado en su casa o en el carro mientras manejaba en un atentado; fue asesinado mientras estaba celebrando la misa. Esto demuestra el aspecto desacralizador de quienes lo habían matado; el desprecio por lo sagrado.

El 20 de diciembre de 2012, en mi primera audiencia con el papa Benedicto, siendo yo presidente del Pontificio Consejo de la Familia, le pedí que el proceso de Monseñor Romero siguiera su ruta ordinaria, que yo no quería ningún privilegio; y que yo pedía solamente que el proceso fuese llevado adelante en honor a la verdad, cualquiera que fuese. Yo estaba convencido de que habíamos llegado a la conclusión secundada por la intención del martirio. En esta oportunidad, el papa Benedicto me dijo: el proceso retomará su camino; pasó entonces de la Congregación de la Doctrina de la Fe, donde había sido bloqueado, a la Congregación para las Causas de los Santos. Luego ocurrió la elección del papa Francisco. Debo decir que fue grande su acogida a esta perspectiva.

Tengo que decir que el testimonio de Monseñor Romero es el testimonio de un creyente, de un hombre de Dios, de un hombre de la Iglesia que escogió dar su vida por los más débiles y los más pobres. He estado siempre muy impresionado durante estos largos años, desde que soy postulador, por la fama de santidad que tiene Monseñor Romero en cualquier parte del mundo.

¿Qué significa para El Salvador de hoy la beatificación de Monseñor Óscar Arnulfo Romero?

Hoy creo que Romero es el santo de todo El Salvador. Han pasado muchos años desde entonces, y El Salvador ha vivido momentos muy difíciles, y hoy puede encontrar nuevamente en Monseñor Romero al hijo más ilustre y al más robusto sostenedor de todo el pueblo de El Salvador. Romero nunca ha odiado a nadie, ni siquiera a sus opositores; al contrario, a través de la elección de los más pobres, Romero quería un El Salvador más justo, más atento a sus hijos más necesitados. Un país que no ama, que no está atento de sus hijos más necesitados es como la familia en que el padre y la madre se desinteresan de sus hijos más necesitados.

Hoy Romero es aun más que todo esto. No solo El Salvador tiene nuevos problemas con respecto al pasado, pienso por ejemplo en las maras; el mundo también ha cambiado: si pensamos en lo que está ocurriendo entre Estados Unidos y Cuba ha caído toda la polarización del pasado, de la que Romero también fue víctima. Y además el mundo entero está viviendo momentos dramáticos en relación con el terrorismo. Romero hoy representa, ya que es una personalidad conocida entre los creyentes, un testimonio que se opone a quienes piensan que la violencia ganará. Monseñor Romero dice que la vida nunca puede ser tomada, solo ofrecida.

Y hago una última consideración de la actualidad de Romero en este momento, y es para mí la cosa más providencialmente clara: Romero tenía que ser beatificado bajo el pontificado del primer papa latinoamericano. Hoy me puedo explicar en profundidad el porqué de tantos atrasos: Dios esperaba al papa Francisco. Dios ha escrito esta página con las líneas torcidas de los opositores. Si pudiera decirlo con una broma irreverente, el papa Francisco necesitaba también de alguien que lo apoyara en el paraíso, porque Romero vivió plenamente la afirmación del papa Francisco: una Iglesia pobre para los pobres.

¿Qué sigue en el proceso de beatificación?

La beatificación ocurrirá muy pronto y será en San Salvador. La celebración será presidida por el Cardenal Angelo Amato, porque el papa preside solo canonizaciones. Una decisión con el arzobispo es el inicio de la beatificación del padre Rutilio Grande, porque, según mi parecer, con el de Romero son dos testimonios que van unidos con una sensibilidad evangélica, no política.

¿Cuál es el camino a la santidad?

Seguramente el proceso para la canonización proseguirá y para eso se requiere la presencia de un milagro. En este sentido mi deseo es que la oración y la intercesión a través de Monseñor Romero puedan llevar a la realización del milagro que seguramente llevará a Monseñor Romero de beato a santo. Es por eso que me siento muy feliz y cercano al pueblo de El Salvador, porque hoy de uno de los más pequeños países del mundo llega un mensaje central para la vida de toda la humanidad.

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