Roberto Enrique Burgos era un joven de La Palma que esperaba, junto a otros más, que la paz llegara aEl Salvador con la reunión; sin embargo, entrada la noche y con los mensajes de las partes este deseo y anhelo se frustraba y por lo tanto había que esperar más tiempo para la pacificación.
“Nos sentimos un poco tristes porque no se llenaron las expectativas que nosotros esperábamos que era el fin a la guerra. Siempre con la esperanza de tener en mente de que eso se iba a lograr, pero no sabíamos cuándo. Quedamos vacíos”, recuerda Burgos que en 1984 tenía 24 años.
Este artesano y promotor de la Casa de la Cultura de La Palma rememora cómo el pueblo esperó el fin del conflicto armado aquel 15 de octubre de 1984: “Ese 15 de octubre era alegría porque creíamos que iba a ser el fin de la guerra”.
Burgos también narra cómo se vivió en La Palma la noche previa a la reunión: “Como hubo tregua, vinieron guerrilleros y gente con sus guitarras a pasar una especie de vigilia para el siguiente día, previo a la reunión. Estuvo muy bonito”.
Y luego agrega: “Mucha gente que tenía ya tiempo de no verse por el conflicto, tanto de la guerrilla como del ejército, vinieron. Eso fue muy bonito y esperanzador para que se lograra la paz”.
Burgos, casado y padre de cuatro hijos, explica que la ronda de diálogo desarrollada en la iglesia católica y ante la mirada de miles de personas “era algo como un apartado después de los conflictos, de los ametrallamientos, de los aviones y de las noticias”. El diálogo había iniciado antes del mediodía en el interior del templo.
La Palma, dice, allanó el camino para que aquel deseo y anhelo frustrado se pudiera materializar más tarde. Burgos añade ahora que los Acuerdos de Paz firmados el 16 de enero de 1992 “han abierto el espacio para algunas cosas que no se daban anteriormente”: respeto a los derechos humanos, fin del militarismo, y se abrió paso a la democracia. “Falta bastante por recorrer porque esa palabra paz queda inconclusa, porque hay otras cosas que quisiéramos que nuestro país tuviera en el contexto de la familia salvadoreña”, señala.