Uno de los goles más emotivos en la historia de la selección nacional tendrá por siempre el marco más triste que jamás ha visto un partido importante de la selecta. Las fotografías tendrán que cargar siempre con la obligación de un pie de foto que aclare que ese gol tuvo a país entero de pie y que las gradas vacías solo fueron referencia de la inconciencia de quienes pensaron que en tiempos de crisis se podía ofender al bolsillo del salvadoreño.
Allí estaba el presidente de CONCACAF, quien quedó perplejo por el marco que presentó el Cuscatlán. Sabiendo que el negocio es su principal atención, quiero imaginar su reacción ante tan pobre respuesta de público. Habrá pensado que la estrategia comercial para este partido fue concebida por liliputienses de mente. Nuestra selección aporta una variable pasional que nos hace superar la razón, pero nunca violentar la billetera.
Lamentablemente, la más lógica manifestación de rechazo ante la inconciencia dirigencial es la que se vio el miércoles. Un estadio sin público. Reclamar por un estadio con público a sabiendas que los precios son fuera de las ligas salvadoreñas nos convierte en culpables de ese “sesudo análisis” que hicieron en la comisión normalizadora.
Ahora dicen que se tomarán 10 días para hacer otro de esos estudios y establecer los precios para el partido contra los gringos. Un dato: para los clubes más importantes del mundo, los ingresos de taquilla representan un 33% del ingreso total de su ejercicio anual. Si se desarrollan con éxito y transparencia, los planes de marketing y los derechos de retransmisión aportan el resto. Bajo esta distribución, el ingreso por el partido ante Trinidad tuvo que ser superior a los $600,000. ¿Lo consiguieron? Sino, fracasaron y si quieren les llevamos un ábaco.