¿Fue perfecto el accionar del “Tri”? No. Puede decirse que fue aceptable y que por esto fue justo vencedor. Pero debido a la poca ambición que Costa Rica mostró a lo largo de los 90 minutos, se complica el análisis completo de la selección mexicana —rival de El Salvador en la cuarta fecha de la hexagonal de CONCACAF—, ya que su sector defensivo fue exigido en muy pocas ocasiones.

También puede decirse que si no hubiera llegado el dudoso penalti sancionado por el árbitro Terry Vaughn, Costa Rica hubiera tenido más protagonismo.

Arropados por las 105,000 gargantas que les apoyaron desde las gradas, los mexicanos quisieron inyectarle presión al equipo visitante y causar errores.

Entre los cambios presentados por México destaca la participación de Memo Ochoa. Lo mismo puede decirse de otros no habituales, como Fausto Pinto y Leobardo López, quienes no incidieron en gran manera.

No todo fue positivo. La zona media de México dejó muchos espacios de maniobra. Ni Pavel Pardo ni Leandro Augusto son contenciones que aprieten fuertemente en la zona medular: más bien cierran espacios sin acosar al rival.

Ambos se enfocan más en dar salida al equipo; por momentos se echó en falta el mordiente de un jugador como Gerardo Torrado. México ganó fluidez, pero permitió al rival una prolongada posesión del balón. Si esto sigue así, cuando El Salvador los enfrente, con seguridad Ramón Sánchez tendrá suficiente tiempo para hacer conexión con Osael Romero y Eliseo Quintanilla.

México fue un equipo que le apostó a causar daño a Costa Rica por las bandas. Andrés Guardado se mostró una vez más como el jugador más talentoso a las órdenes de Sven Goran Ericksson.

Cuando Costa Rica salía organizado desde atrás, México esperaba en un clásico 4-4-2. Sin embargo, cuando los aztecas debían salir desde su área, el sistema cambiaba a un 4-1-3-1-1, que obligaba a que Augusto bajara hasta la zona defensiva a pedir balón y dar salida. Finalmente, en el aspecto físico, México fue absolutamente superior a los ticos.