Algunos centros de estudio se han vuelto el peor enemigo de las relaciones entre adolescentes. Quizá sea mejor  que esperés.
Claudia Trejo

“En las mañanas llegábamos tempranito para vernos fuera del cole y como no había profesores, porque todos estaban adentro, aprovechábamos el tiempo para platicar y al no más abrir la puerta entrábamos y buscábamos la mesa que estuviera más retirada y sola para estar a gusto”, cuenta Rubén, nombre ficticio, estudiante de bachillerato del Instituto Emiliani.

Esta es tan solo una parte de la historia de amor que dos chavitos viven a diario en el Instituto Emiliani, y que sin duda no son los únicos. Claro está que por motivos evidentes no podemos revelar sus nombres, pues dicha institución tiene grabado en piedra en su libro de normas y reglamentos el siguiente estatuto: Prohibido asumir actitudes de noviazgo, posturas o confianzas entre compañeros/as; así como aislamiento dentro de aulas, y/o alrededores de la institución.

“Algunos maestros son buena onda y aceptan las relaciones, aunque no nos permiten dar colorón nos dejan al menos hablar entre nosotros como pareja de novios”, sostuvo el bachiller.
Al igual que esta institución, otras tienen en sus paredes normas que restringen cualquier tipo de relación entre los chavos, por eso los enamorados se rebuscan para no ser sorprendidos por ningún docente que pueda darles una reprimenda.
“En el colegio pasó un caso, a una pareja la descubrieron y el castigo que le impusieron fue que le dijeron a la maestra que los separara si es que tocaban juntos o en el mismo grado; también llamaban a los padres, y la pareja era expulsada 10 días”, afirmó Rubén.