Osael Romero tiene la vista… y el toque hermoso . Y mantiene en pie las esperanzas de un país que, tras 12 años de espera, volvió a una hexagonal final de CONCACAF y en cuyo debut estuvo a punto de ver cómo una Trinidad y Tobago arropada por una polémica actuación del silbante mexicano Marco Antonio Rodríguez se llevaba a la isla los tres primeros puntos en disputa en el camino al mundial Sudáfrica 2010.
Pero apareció Romero, el fino volante del Vista Hermosa, el mismo que le marcó a Perú el viernes pasado, para anotar, gracias a dos tiros libres magistrales, el par de goles con los que la Azul rescató un punto en casa y le devolvió el corazón a su lugar a una noble afición que anoche ocupó en un 60% el estadio Cuscatlán.
La noche presagiaba fiesta. Pero comenzó en la casa ajena. La Barra Azul todavía no terminaba de guardar la camisa gigante que extendió sobre los tendidos populares cuando ya Trinidad y Tobago estaba arriba. Y lo hizo gracias al potente disparo que Carlos Edwards soltó desde fuera del área al ‘7, libre, sin marca alguna, y que agarró mal parado a Juan José Gómez.
La Azul de Carlos De los Cobos, quien por la mañana anunció que saltaría con su tradicional 3-5-2 dejando de lado el 4-4-2 que había ensayado previamente, intentó revertir el gol en contra. La afición comenzó a entonar el tradicional ¡sí se puede!, ¡sí se puede! Y El Salvador lo intentó. Con Cheyo Quintanilla a mil revoluciones por minuto, llegaron las chances. Las aperturas por las bandas, las oportunidades de Rudis. Pero nada. Atrás, Trinidad y Tobago era una muralla. Los gigantones centrales Dennis Lawrence y Makan Hislop no le daban agua a nadie. El ¡sí se puede! se transformó en ¡sí se pudo!, pero de la visita.
Cuando El Salvador era mejor adelante, falló atrás. Y lo hizo uno de los hombres que buen desempeño tuvo en la pasada Copa de Naciones, Luis Hernández, quien al ’25 se tragó la gambeta corta de Stern Jhon y “Chiquidrácula” Rodríguez, a escasos metros de la acción, no dudó en pitar el penalti que, un minuto después, el estelar Dwight Yorke transformaba en el 2-0.
Los dos mazazos en contra obligaron a De los Cobos a darle vuelta al esquema. Salió “Luisón” y entró Torres Alegría y el sistema se transformó en el 4-4-2 que buenos frutos le rindió ante Perú la semana pasada.
Recién iniciado el complemento, Stern John, con la gente terminando de acomodarse, mandó a las nubes un penalti que Rodríguez —quizás preocupado porque el presidente de CONCACAF y vicepresidente de FIFA, Jack Warner, en el palco presidencial del Cuscatlán le puede vetar su participación en el próximo mundial— se sacó de la manga.
Los reclamos de la hinchada llegaron. Y en abundancia. Igual al ’55, cuando Cheyo cayó en el área. E Igual al ’57, cuando Shawn chocó aparatosamente contra Ince. Todos pidieron penalti. Pero como no hubo sangre, Rodríguez dejó seguir jugando.
Llegado el ’80, tensión al máximo en el Cusca. Se respiraba gol nacional. Se quería el descuento Pero nadie encaraba, nadie disparaba. Solo Zelaya, el nuevo hombre en punta en lugar de Corrales, pero débil a las manos del meta.
Al ’82, falta de Hislop sobre Fito al borde del área. Esta vez no cobró Cheyo. Fue Osael. El tiro superó por completo a la barrera isleña. 2-1. Y el estadio volvió a la vida. A buscar el empate.
El Salvador, con un “Rastra” Escobar enchufado y con el arresto incluso de abrir el juego, se defendía con tres en el fondo y atacaba con el resto.
En el agregado, una clarísima mano en el área de Silvio Spann y “Chiquidrácula” se hizo el de la vista gorda.
El cuarto árbitro sacó el tablero electrónico. Alguien gritó: “Cuatro minutos más”. Concedido. Y justo, al ’90+4, de nuevo Osael para el 2-2. La Azul está viva. Ahora, a pensar en Estados Unidos.