Dwight Yorke y Stern Jhon, junto al veterano Russell Latapy, quien no jugó, eran las cartas que traía bajo la manga el técnico de Trinidad y Tobago, Francisco “el Pacho” Maturana, quien dirige a la selección de Trinidad y Tobago.

El cafetero dijo que tanto Yorke como Jhon, ambos con experiencia en el balompié europeo, le daban cierto grado de tranquilidad para encarar esta eliminatoria. Pero ayer, más allá del gol de Yorke en un penalti que puede someterse a discusión, no hubo mayor aporte por parte de estos jugadores.

A momentos se sintió que Yorke, ex astro del Manchester United de la Liga Premier inglesa, no estaba en la cancha. Lo mismo se puede decir de Jhon.

Si hay algo que reconocerle a Yorke fue la forma magistral con la que pateó el tiro de 12 pasos que aumentó la ventaja de los insulares de forma parcial en el primer tiempo.

En los minutos iniciales, el ataque del equipo caribeño se vio bien porque Luis Hernández, zaguero derecho de la Azul, lo estaba permitiendo al ceder mucho espacio para que ambos hombres de ataque lo metieran en líos.

Pese a su corpulencia, los dos atacantes permitieron que Alexander “la Rastra” Escobar los anticipara e incluso les ganara algunas pelotas que fácilmente pudieron manejar para complicar al equipo cuscatleco.

Latapy como técnico

Russell Latapy, de 40 años, prefirió quedarse en el banco en el primer juego de la hexagonal eliminatoria.

A momentos fue él quien tomó la batuta en la dirección técnica del plantel insular en detrimento del “Pacho” Maturana.

Los pecados se pagan caro. Y la selección de El Salvador pecó por lo menos tres veces en el primer tiempo. Un inicio tibio. No se puede encarar un partido a desgano. Una eliminatoria mundialista es para el típico “cabeza fría corazón caliente”. El equipo salvadoreño dejó la pelota al rival, no cortó la llegada por los laterales, no presionó en el medio para robar el balón.

Carlos Edwards vio cuán fácil era correr entre los azules y a los seis minutos marcó con complicidad de Juanjo, a quien el rebote del balón lo traicionó.

Otro pecado. Un solo contención para el físico y la velocidad del rival dejaban sacrificado a Ramón Sánchez, sobre todo si los carrileros Martin y Pacheco no ejecutan adecuadamente el cierre en las bandas. Esconder el balón es premisa y Cheyo, el encargado de ello, flotaba.

Tercero, no se puede llegar al área rival y perder la cabeza fácilmente. El centro largo solo facilitaba el juego aéreo rival, tampoco se trata de hacer pantomimas como Cristian Castillo y emprender el regreso o tratar de encontrar el balón de cualquier lado y disparar sin dirección.

Con ese panorama, Dwight Yorke encontró el 0-2 al minuto 26.

Y el remedio llegó cuando la situación era asfixiante y llegó porque William Torres y Osael Romero comenzaron a esconder el baló al rival. Tocar abajo y corto, buscar el espacio. Zelaya le dio entusiasmo al ataque y Cheyo despertó, por ratos.

Pero el equipo sigue sufriendo sin encontrar gol. No hay potencia en el disparo, se descontrola al pisar el área, no encuentra ese delantero capaz de amedrentar. No tiene líder, no hay quien grite, no hay quien mande. A falta de esto, el técnico ha tratado de suplir con variantes técnicas: en la cancha tenía cinco volantes de ataque —Osael, Castillo, Cheyo, Torres Alegría y Coreas—, tiene con quien hacer circular la pelota, pero no quien define. Eterno sufrimiento. Los goles a balón parado han sido por mucho una de las virtudes del equipo, pero falta contundencia en la llegada, hace falta provocar el vértigo en el rival.

Ayer se envolvió por completo a Trinidad. Lección aprendida. Son 90 minutos, no hay espacios para dudas o miedos. No hay que volver a pecar así.

“Este juego solo me recuerda el partido contra Panamá, es una felicidad. Lo bueno es que El Salvador le perdió el miedo a un grande.”

Juan Ramón Paredes,ex técnico de la selección

“Fueron dos penaltis dudosos, sobre todo el primero. Pero tenemos que seguir trabajado porque no tenemos quien defina en el área.”

Carlos Méndez Cabezas,miembro de la comisión .

“Nos han robado en nuestra casa. Tenemos gente que pesa, de anchura y de gordura, pero no en los entes en los que de verdad deben pesar.”

Carlos Aranzamendi,locutor deportivo

Osael Romero no lo podía creer. Su rostro lo mostró cuando había acabado el partido. Un abrazo por aquí, otro por allá. Apretón de mano con uno, cachetada para el otro. El hombre que dio el primer punto, milagroso, a la selección en la hexagonal se mostró sereno cuando ya todo había pasado.

“En lo personal, los goles me dan confianza, pero creo que también al grupo, porque todos trabajamos para eso”, señaló el mediocampista que el viernes ya le había anotado a Perú en el último amistoso disputado por la selección antes de su juego de ayer.

“Empezamos con pie derecho, aunque fue un solo punto. Pero esperamos seguir así, sumando en cada juego para mantenernos vivos”, sostuvo el jugador del Vista Hermosa, que ayer se convirtió en la máxima figura del juego.

Otro que también fue figura, que asumió su buen desempeño con tranquilidad, a pesar de haberse manejado como el mejor de la línea defensiva, fue Alexander Escobar.

Para “la Rastra”, el punto conseguido en la primera jornada de la hexagonal es valioso, pero habría sido mejor que los tres se quedaran en el estadio Cuscatlán.

“Hubiera sido mejor ganar, pero creo que es importante este empate porque estábamos cuesta arriba y demostramos que no seremos fáciles de derrotar en nuestro estadio”, anunció el defensor, que ayer sustituyó al castigado Manuel Salazar.

Por su parte, el técnico de la selección nacional, el mexicano Carlos De los Cobos, también se mostró contento por el empate, más no satisfecho, puesto que piensa que se mereció mejor suerte.

“Lo importante es que los muchachos demostraron madurez y no se desesperaron por encontrar el empate. El apoyo de la afición fue fundamental para que el ánimo no decayera. Generó un estímulo extra en los jugadores”, declaró el azteca a su llegada al hotel donde se concentró la selección.

¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo! Sí. Sí se pudo, pero cuánto se tuvo que sufrir para que sí se pudiera. Porque, selección, dejame decirte que ya habías roto la ilusión de una afición de iniciar la hexagonal con un triunfo. Cómo te gusta hacernos sufrir. Quizá crees que así te queremos más. No sé si así será, la verdad.

Cómo te gusta maltratarnos, selección. Ni siquiera habían pasado 10 minutos de un partido en el que se suponía tenías que demostrarnos que se podía creer, cuando tuvimos que tragarnos los gritos porque un tiro de fuera del área sorprendió a Juan José Gómez. Por la gran p… y para eso pagamos lo que pagamos.

Pero uno no es ninguno. Y si es alguno, solo es uno. Dos se le remontaron a Panamá. Diferente es cuando caen dos. “Harakiri”. Masoquismo. Maldiciones. De todo y para todos, Azul, a veces pienso que ya la regás.

Las gargantas solo nos dieron para gritar 45 minutos. Porque el descanso, lejos de refrescarnos la misma, nos la calentó más cuando la guerra de bolsas de agua, de aquí para allá, y de allá para aquí, iban acompañadas de cuanto improperio se le puede ocurrir a una persona que ha pagado $8 por una entrada de sol. ¿Animadoras? Qué animen a otro con ese cuento.

Ahí vienen de vuelta: los jugadores y el árbitro. Sí, ese mismo que nos pitó un penalti a favor contra Panamá y contra Costa Rica. Sí, el mismo que hoy nos pitó uno, pero en contra… a la diabla, otro penalti. Ya van dos. Perdón profe, pero ese su compatriota… ¡MEXICANO TENÍAS QUE SER!

No es posible. Es imposible. Un, dos, tres, diablo panzón, que se dé un resbalón… ¡Sí! Falló. ¡Sí se puede!, ¡sí se puede! Al menos hay algo que celebrar esta noche. Ah, y la camisa y la pelota que la mara anda regalando por ahí. Al menos. ¿Perdió México? Bueno, otro motivo para celebrar. Nuevamente: perdón, profe.

Abrí, pasala, pegale, marcá, apretá. Ya solo los bombos se oyen. La mara se cansó de gritar. Hacele huevos, selección. Acordate de las selecciones que ya le han regalado a la afición ir a un mundial. Ahí en el banquillo tenés a algunos de los que lo hicieron: a Jaime Rodríguez, al menos, para echarle huevos, imítenlo.

¿En qué minuto le hicimos el primero a Panamá? Al ’79. ¿En qué minuto vamos? En el ’80. No, los milagros solo pasan una vez. A veces dos veces. No esta vez para nosotros. Necesitaríamos que ese tiro libre que nos acaba de pitar el árbitro entrara… ¡Entró!, ¡entró!, ¡entró!, ¡la pelota entró! Goooooooooooool. Uno, falta solo uno, gritemos, ¿con qué? Con la garganta maje, ¿que ya te la acabaste?, mala suerte, que grités: ¡sí se puede!, ¡sí se puede! Ya no vuelvo a tomar, ya no vuelvo a fumar, ya no vuelvo a lo que querás, pero empata, selección.

Cuatro minutos de descuento. Es suficiente. Solo un segundo necesitamos, pero por qué tiene que ser el último de todos.

Tiro libre. Que lo tire Osael. Es la última, le pega, se metió, sí, no, sí, no, sí, sí, sí, sí, gol, gol, empate, un punto, nos salvamos, pero, selección, por favor, la próxima no nos hagas sufrir tanto.

“Tuve que dejar de comprarme zapatos y ropa. Me vine a platea porque es donde venimos con los amigos. Con comida y transporte son casi $80.”

Carlos Zamora, aficionado salvadoreño{/tcomillas}{icomillas}

“Estuvimos trabajando una semana en el centro, de 7 a 7 en el puesto de lácteos de un tío. De premio, nos compró las entradas.”

Amado Portillo, aficionado salvadoreño{/tcomillas}{icomillas}

“Hemos tenido que quitarle algunas cosas al menú para poder pagar. Con eso y con unos dolaritos que los hermanos lejanos nos han enviado.”

Eriberto Morán, aficionado salvadoreño

Los siempre sospechosos de todo. Los mejores artesanos del mundo. Los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo. Los que, pese a no ganar sueldos de $5,000, se rebuscan de una y otra manera para conseguir recolectar lo que valga una entrada de cualquier localidad para ver un partido de su selección. Los salvadoreños.

En el cielo y el infierno del estadio Cuscatlán, desde temprano ayer por la mañana se llegaron uno a uno, pocos a pocos, graníticos como los centavos que, aseguraron, reunieron durante los últimos dos meses para poder pagarse una entrada al estadio.

Con sacrificios de todo tipo. Desde los jóvenes que tuvieron que buscar trabajo para que, de premio, les compraran una entrada; hasta los que, como Carlos Zamora, se olvidaron de su estreno navideño para poder pagar los $60 que valía un boleto, rectangular y azul, pequeño y brilloso, para la zona de platea.

“Tuve que dejar de comprarme zapatos y ropa. Pero me vine a platea porque acá es donde venimos siempre con los amigos. Además, con la comida y el transporte terminan siendo casi $80”, dice uno de tantos hacelotodo.

También están los vendelotodo. Como uno de los vendedores informales, que no quiso decir su nombre, pero sí su historia: empeñar una máquina de su taller de llantas, por la que recibió $2,000 que ocupó para comprar, y luego revender, entradas.

Pero si estaba caro en taquilla, poco podría hacer también el mercado negro, que hasta las 11 de la mañana aún daba a $9 la entrada a sol general, valorada en $8.

No. Definitivamente, la gente prefería el precio, aún caro, pero más barato, de la taquilla. Fue entonces que siguieron apareciendo los que tuvieron un poco más de suerte.

Entre ellos hay que contar a Amado Portillo y a William Recinos: los premiados anteriormente mencionados. Pero luego de haber trabajado, por supuesto. “Estuvimos trabajando una semana en el centro, de 7 de la mañana a 7 de la noche en el puesto de lácteos de un tío”, confesaron mientras, a pleno sol de mediodía, esperaban que pasaran las horas. Primero, para que abrieran las puertas; segundo, para que se llegara la hora del juego.

También Eriberto Morán, otro aficionado que asimismo recurrió al ahorro para, apenas, poder comprar una entrada a sol. “Hemos tenido que quitarle algunas cosas al menú para poder pagar. Con eso y con unos dolaritos que los hermanos lejanos nos han enviado”, así es como Morán se costeó una entrada, que no pudo hacer extensiva a su familia. “Mi esposa me pidió que la trajera, pero solo uno sabe lo incómodo que es estar en sol”, agregó.

Una vez se llegó —la apertura de las puertas y la hora del juego—, estaban ya todos adentro, entonando el himno como un poema de amor a la selección. Los hacelotodo, los vendelotodo, los tristes más tristes del mundo (cuando se pierde), los alegres más alegres del mundo (cuando se gana). Los salvadoreños.

La sección Acción, a través de www.laprensagrafica.com, y gracias al patrocinio de Digicel e Impressa Repuestos, regaló ayer tres pases dobles para ver a la Azul, así como 40 camisetas para apoyar al equipo de todos los salvadoreños en el juego contra Trinidad y Tobago.

Según el registro de www.laprensagrafica.com, más de 150 personas (mitad buscando los pases y la otra parte reclamando camisetas) participaron de la promoción.

Para el juego del 28 de marzo, cuando la Azul reciba a Estados Unidos, te prometemos más y mejores sorpresas.

La Federación Salvadoreña de Fútbol (FESFUT), a través del jefe del departamento jurídico, Fredy Lizama, informó que el mediocampista Arturo Álvarez solicitó el lunes a FIFA la autorización para poder jugar con la selección mayor de El Salvador que está en la hexagonal eliminatoria de la CONCACAF.

La FESFUT enviaría a la federación internacional una solicitud para respaldar la que hizo el volante de los Terremotos de San José (de la MLS).

A título consultivo, ejecutivos de FIFA aseguraron, hace una semana, que Álvarez no está en posición de pedir el cambio de asociación porque ya sobrepasó los 21 años de edad, cuando sí podía hacerlo.

Carlos Najarro
Sin un lleno total del Estadio Cuscatlán, comenzó el primer partido de la selección salvadoreña en la hexagonal final de la CONCACAF.  En la recta final del encuentro la Azul empató a dos goles con Trinidad y Tobago, lo que dejó un buen sabor en la afición.

Desde muy temprano en el encuentro, Trinidad y Tobago puso cuesta arriba a la selección cuscatleca. Con un disparo desde fuera del área, y sin una marca fuerte de Alfredo Pacheco, el zaguero trinitense, Carlos Edwards marcó el uno por cero.

Sin mucho dominio, Trinidad y Tobago fue más efectivo y marcó el segundo gol al minuto 26 con tiro de penal del experimentado atacante Dwight Yorke. La supuesta falta la cometió Luis Hernández, pero el árbitro Marco Rodríguez no dudó en pitar el penal.

Carlos de los Cobos se vio obligado a realizar un cambio para tratar de darle vuelta al resultado adverso. Al minuto 33, salió Luis Hernández e ingresó William Torres Alegría para darle salida al medio campo.

Ya se presentía el despegue en la selección de El Salvador, cuando en el último minuto de la primera mitad, Cristian Castillo cabeceó sólo en el área y el arquero caribeño embolsó el balón.

Vino la alegría

El segundo período inició con una situación de peligro por parte de Trinidad y Tobago. El árbitro mexicano, Marco Rodríguez, pitó un segundo penal a favor del equipo trinitense. Para fortuna de la escuadra salvadoreña, Stern John voló el balón y la mandó a las tribunas.

Con la llegada de Rodolfo Zelaya, quien sustituyó a Rudis Corrales, la Azul no perdió su llegada en el frente.

El árbitro mexicano no hizo justicia en una jugada de peligro de Shawn Martin, que finalizó con la salida del salvadoreño en camilla. Fue sustituido por Salvador Coreas, quien fue abucheado por los aficionados.

La ansiedad y el nerviosismo se fueron apoderando de los jugadores de El Salvador, pues la parte complementaria llegaba a su final. Pero Trinidad abrió sus filas y dejó ciertos espacios para que la Azul llegara con facilidad.

En los últimos minutos, los caribeños se metieron en su propio terreno y esto motivó a los dirigidos por Carlos de los Cobos a probar con tiros desde fuera del área grande. Con un majestuoso tiro libre, Ósale Romero puso el balón al fondo de la red.

La selección de El Salvador estaba a tiro de empate y no dejó de empujar, los pupilos de Francisco Maturana ya habían tirado la toalla y se quedaron defendiendo nada más.

Así fue como llegó el gol del milagro en tiempo de descuento, otra vez Ósale Romero con valentía cobró un tiro libre que cruzó a la barrera y fue inatajable  para el portero trinitense.

El once salvadoreño se fue aplaudido por los aficionados que presenciaron un partido muy similar al de Panamá, con el que El Salvador logró su pase a la tercera fase de la eliminatoria.

Escrito por Denni Portillo

Ya se conoce el once inicial con el que El Salvador arrancará esta noche la hexagonal final de la CONCACAF. Finalmente, el entrenador de la Azul, el mexicano Carlos De los Cobos, se decidió por jugar con línea de tres defensas y solo un delantero ante Trinidad y Tobago.

El once inicial para esta noche será: Juan José Gómez, en la portería; Luis Hernández, Marvin González, y Alex la “Rastra” Escobar, en la defensa con línea de tres; en el mediocampo, por los carriles, Shawn Martin, por derecha; y Alfredo Pacheco, por izquierda. Ramón Sánchez como único contención. Osael Romero, Cristian Castillo y Eliseo Quintanilla como enganches al centro del campo; y adelante, atacará únicamente con Rudis Corrales.

El tercer encuentro eliminatorio para un mundial ante los caribeños se desarrollará esta noche en el Estadio Cuscatlán, a las 7 de la noche.